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12/09/2021

Las Señoritas Maestras

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Entre 1869 y 1898 llegaron 61 maestras de Estados Unidos. Se les ofrecía un contrato por tres años; tenían cuatro meses para aprender el idioma y ambientarse en la Escuela Normal de Paraná y de allí eran destinadas a distintos puntos del país.

María Beatriz Gentile *

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Es conocido que para Domingo F. Sarmiento, una mitad de la Argentina de 1845 estaba sumergida bajo el signo de la barbarie y la otra, bajo la civilización. El determinismo geográfico, la composición de razas, la tradición hispánica, aparecen como partes inescindibles de un todo que habrá que discernir y analizar.

Fundar una ‘Nación para el desierto argentino’ -metáfora de Tulio Halperín Donghi- será el propósito y la educación el dispositivo civilizatorio por excelencia.

Mary Peadbody Mann fue una reconocida intelectual con quien Sarmiento maduraría la idea de traer a la Argentina maestras norteamericanas. Ella junto aKate Dogget, una activista por el sufragio femenino en Chicago, se encargarían de seleccionar a las futuras docentes.

Entre 1869 y 1898 llegaron 61 maestras provenientes de diferentes lugares de Estados Unidos. Se les ofrecía un contrato por tres años; tenían cuatro meses para aprender el idioma y ambientarse en la Escuela Normal de Paraná y de allí eran destinadas a distintos puntos del país.

De 1870 a 1889 lograron organizar 34 escuelas normales diseminadas en cada una de las provincias argentinas de entonces

¿Quiénes eran estas mujeres? Laura Ramos en su libro Las Señoritas, cuenta la vida de algunas de ellas y de los obstáculos de época que debieron enfrentar, como por ejemplo, viajar solas a tierras extrañas.

En su mayoría eran mujeres independientes, letradas, que se autoabastecían y de fuertes convicciones. Por ejemplo, Serena Frances Wood, que murió a pocos meses de desembarcar en Buenos Aires, venía de haber fundado la primera escuela para esclavos libertos en Virginia, enfrentando el racismo de los blancos. 

Mary O. Graham -directora de la Escuela Normal de San Juan cuando se graduó el primer grupo de maestras (1883) y luego directora de la Escuela Normal de La Plata- era conocida por rechazar la presencia de celadores en las escuelas “Eso es para los estúpidos o para los delincuentes”, afirmaba

Sarah Atkinson, que trabajó con Graham, se convirtió en una sufragista y militante feminista cuando volvió a Estados Unidos. Clara J. Armstrong llegó a dirigir la escuela Normal de Catamarca y debió enfrentar los prejuicios de las ‘damas de sociedad’, alarmadas por su independencia y su credo protestante.

Clara Bischoff en Santa Fe, ejerció con avanzados criterios pedagógicos. No había en su escuela distinción de razas, de nacionalidad, de religión y tampoco había régimen de asistencia ni promedios. Una experiencia heterodoxa que le valió duras críticas, concluye Silvia Roitenburd.

Jennie Howard, destinada a Córdoba dejó testimonio de agresiones directas y maltrato sufrido por sus métodos; relata que en la puerta de la iglesia de los jesuitas se leía la frase “Esta es casa de Dios y puerta del Cielo”, pero una mañana apareció pintada en la entrada de su escuela: “Esta es casa del diablo y puerta del infierno”,

Las diversas manifestaciones contra las maestras extranjeras se debían también al conflicto por la laicización de la sociedad y la pérdida de protagonismo de la Iglesia católica y su enfrentamiento con el Estado.

Muchas no regresaron a su país y murieron aquí; algunas fueron enterradas en el cementerio de disidentes por no ser católicas y de otras, sus restos fueron removidos y trasladados a fosas comunes. Ramos cuenta en su libro, que dos maestras en Mendoza llegaron a formar pareja durante 54 años y lograron ser enterradas juntas en Chacras de Coria.

El proyecto de Sarmiento de importar maestros, fue poco exitoso; se llevó el 30% del presupuesto nacional y de los mil que pensaba traer llegaron solo 65.

Tampoco la impronta de estas maestras tuvo el sesgo colonial extranjerizante que el revisionismo histórico le adjudicó; por el contrario, la prédica de algunas de ellas en favor del laicismo, de los derechos civiles y de la enseñanza igualitaria forman parte de un acervo a considerar.

Y tampoco, entre civilizados y bárbaros, alguien se preguntó si las culturas originarias tenían el derecho a disponer de sus propias formas de conocimiento.

En medio de todo ello, quedó la memoria de estas Señoritas Maestras.


 


 


 


 


 



(*) Historiadora, decana de la facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue.
29/07/2016

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