Columnistas
22/11/2020

Decime si exagero

La balada de la ternura

La balada de la ternura | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Uno de los grandes estrenos cinematográficos del año de la pandemia global se ha realizado -cómo no- vía streaming. Se trata de “La vida por delante”, el film que trae de regreso a la pantalla a la adorada Sophia Loren y que ya es un éxito global de audiencia.

Fernando Barraza

[email protected]

La gente es rara. De eso no hay dudas a esta altura de la soirée. 

¿De dónde salió la versión que circula por todos lados y que indica que ésta película es la que marcará el retiro definitivo de Sophia Loren del mundo de la actuación? No hay una sola declaración suya, ni de su hijo ni de sus representantes que dé cuenta de ello. Sin embargo la versión circula como oficial, y mucha de la gente que llega hasta “La vida por delante”, lo hace para ver “cómo es la película con la que Sophia Loren se despide de la actuación”. Si bien no tienen ningún anclaje en la realidad, los motivos para la oficialización de una prematura despedida de la carrera de Sophia son bastante fáciles de inferir: 

Le tenemos mucho miedo a la muerte. Y no solo a la muerte: también le tenemos un miedo espantoso a la decrepitud. Que palabra fea “decrepitud” ¿no? Pero guarda, que nosotrxs la hicimos fea, eh. 

En su etimología la palabra decrepitud es bella, es bien pero bien romántica. Y muy sabia. 

Crepitus, término que da origen a decrépito, está en latín, y es el vocablo que servía para identificar el sonido que hacían las hojas secas al crujir en otoño. Alguien decrépito, entonces, es alguien que tiene el cuerpo cargado de sonidos crujientes, producto de un tránsito intenso por la vida. Su ser suena a otoño. 

¿Ven? Es hermoso. 

Insisto: fuimos nosotrxs quienes hemos convertido esa expresión en algo patético y tanático, porque –retomemos la idea- le tenemos mucho miedo a la muerte, y al trayecto final de la vida. Nos sofoca pensar en el ciclo completo de la vida, queremos taparlo con actitudes insensatas y despedidas prematuras. Por eso queremos que Sophia se retire, ya mismo, de la actuación, del cine, de la vida. Que se vaya ya ya ya, así: preciosa.

Pero, lamentablemente para nosotros y agraciadamente para la vida toda, no todo es como nos parece a nosotrxs o como deseamos tan puerilmente. Eso es algo que también está claro a esta altura de la historia de las civilizaciones, ¿no? 

Por eso Sophia (¡qué bueno!) contrariamente a lo que esta masa de miedosxs pretendemos, ya dijo que no se va a retirar de la actuación y que está analizando sus próximas tres posibles películas. El otoño está en su alma, y ella piensa crepitar con el garbo que siempre la ha caracterizado. Brindemos por eso.

Pero vamos un rato a “La vida por delante”, la película que la ha traído de regreso. Es la ópera prima de su hijo Edoardo, el más chico de sus pibes, que no es un muchachito, ojo, eh: es un hombre de 47 años que por primera vez se ha decidido a filmar un largometraje tras haber recibido premios de la más variada gama y origen en una carrera prolífica como cortometrista. Y no se anduvo con pequeñas: adaptó una novela que originalmente le publicaron con mucho coraje editorial al francés Romain Gary cuando él (Edoardo, claro) tenía solo dos años de edad. El coraje estuvo dado porque el escritor francés hablaba por aquel entonces de una coyuntura que la gran mayoría de Europa no quería ver, mucho menos hacerse cargo.

¿Y cómo envejece un relato coyuntural como el de Gary en este tiempo de vértigos que resignifican todo a mil por hora, todo el tiempo? 

La respuesta es “bien”, sin ambigüedades. Bien, al cien por ciento. 

No hay problemas de discontinuidad porque todo lo que contó Gary en 1975 en su novela, sigue en pie. Esto es: grandes capitales regadas de problemas sociales estructurales, problemas de racismo, incapacidad social para entender y vivir la pluriculturalidad, infancias desamparadas y falta de empatía de las personas e instituciones hacia quienes sufren padecimientos mentales. Todo eso sigue intacto, por más que el mundo ahora esté lleno de artefactos que nos conectan en tiempo real y que patatín patatán. Las cosas en esos aspectos continúan tan 1975 que da calambres…

Por eso –porque estamos estancados aquí, en este punto- la historia de amor entre Madame Rosa y Momo funciona a la perfección si la trasladamos al presente. 

Una mujer anciana que sobrevivió al horror de Auschwitz puede empatizar, amar y ser amada por un niño senegalés, huérfano –pivot de los servicios sociales que no saben qué hacer con él- callejero y medio chorro. En 1975 o en 2020. No hay fecha de vencimiento para la consumación de un amor así.

Y hay más, está el tema de locación, que es muy importante. Edoardo Ponti elige adaptar su filme en Bari, la ciudad que es famosa en el planeta por ser uno de los centros urbanos en el que el negocio de la prostitución es el rey absoluto de una economía informal y despiadada. De Bari es el “empresario” que hizo que el nombre de Silvio Berlusconi quede indudablemente atado al consumo de prostitución para siempre; solo para dar un ejemplo rutilante. 

Buena elección entonces la de Edoardo, porque Bari también es uno de los puntos más calientes de la migración legal e ilegal (sigue siendo un gran tema a debatir la “ilegalidad” de los seres humanos ¿no?) proveniente de África a Europa. 

Es decir, como conclusión bastante obvia ya: Bari es un excelente sitio para que transcurra la historia que narre el encuentro y la convivencia entre un niño senegalés desamparado y una mujer anciana que estuvo prostituida durante muchos años, y que ahora vive de cuidar lxs niñxs de otras mujeres prostituidas. 

La tensión y la fuerza de este vínculo humano–y no otro- es el nudo gordiano de la historia que cuenta Ponti. Rosa y Momo lo son todo, aunque hay más personajes, sí, cuatro más para ser precisos: Lola, la vecina de Rosa, una mujer trans hermosísima, noble, preciosa en su búsqueda personal de vida (interpretada magistralmente por la actriz española Abril Zamora, gugleen su propia historia personal, la de Abril, porque es fascinante); luego está el Doctor Cohen (interpretado por el maestro Renato Carpentieri), el médico de cabecera de Rosa y el adulto responsable a cargo de Momo, quien es el encargado de unir los dos universos protagonistas, comprendiendo y relacionando humanamente ambas vidas; también está Hamil (interpretado por Babak Karimi, la gran leyenda de la actuación en cine de Irán), un tendero musulmán  que le dará una oportunidad a Momo, brindándole una “chamba” como cadete en su tienda, e intentando transmitirle al pibe algunos de sus conocimientos filosóficos y espirituales; cierra esta galería el personaje de narcotraficante y reducidor de cosas robadas (interpretado por Massimiliano Rossi, el recordado Zecchinetta de la serie “Gomorra”) quien compone a un verdadero rufián melancólico, precursor y a la vez víctima de su propio pequeño imperio delictivo. 

Este universo de adultos, más dos ninxs, pares de Momo, necesarios para tejer la situación de edad y niñeces vulneradas, son los que darán impulso a una historia ultra sencilla, que argumentalmente solo se plantea una cosa: 

¿Cómo sacará adelante su vida un niño como Momo? (de aquí el título del film y de la novela) 

Con todo lo que esta pregunta implica, claro… 

¿Quiénes estarán allí para asistirlo? ¿Cuál es el entorno social posible para un niño como Momo en un mundo real, bien hostil para él, como el de Bari? ¿Qué hacer cuando su mayor sustento y afecto en la vida es una persona anciana que comienza a tener problemas de demencia senil? 

Bordada en estas simplezas profundas, la película se desanda con elegancia y mucha ternura. A pesar de tener una tradición bien pero bien italiana en lo cinematográfico, en tanto relato sencillo de vida, nada es demasiado explícito en este film. Todo se entiende, todo está expresado en su propio relato visual, no deja dudas; pero a la vez no todo está dicho y no todo se concatena para que los personajes “sepan todo” y con esto comprendan y actúen en consecuencia (algo que es muy recurrente y muchas veces hasta fastidioso en el cine norteamericano de tres décadas a esta parte). Nada de eso, más bien todo lo contrario 

¿Sabe Momo que fue Auschwitz y que son los números que tiene Rosa tatuados en el brazo? No, como tampoco Rosa conoce en profundidad la historia de padecimientos de Momo. Dos almas se unen sin tener que poseer todos los datos, algo que pareciera necesario en el mundo actual ¿no? La apuesta de Ponti en este caso va por el lado de la ternura, algo que los italianos saben manejar muy bien. 

Los cuatro clímax de la película (una entrelazada de manos, un abrazo, un amanecer y una foto hundida con amor en la tierra húmeda) no llevan ni necesitan de diálogos, apenas unas palabras las sobrevuelan antes y después. 

La ternura, ese es el fuerte de este film, al que los puristas de lo técnico le encontrarán algún que otro detalle, claro, no olvidemos que es una ópera prima. Pero en este sentido –en la expresión clara de esa ternura que surge con fuerza notable- nadie podrá negarle al film un gran valor como relato humano en épocas de deshumanización.

Para ir cerrando, decirles que el mundo recibe con beneplácito a un inmenso actor, que es el niño Ibrahima Gueye, un chico senegalés que la rompe toda y –ésta actuación lo deja prever- tendrá un gran futuro en el mundo del cine. 

El otro comentario que cabe hacer es que indigna bastante leer a críticxs y comentaristas de pacotilla que acaban de descubrir que Sophia Loren “es una excelente actriz” y analizando este papel de otoño, llenan párrafos aclarando que es mucho más que una presencia femenina escultural. Una verdadera burrada, pero lo hacen eh. Dan ganas de sentarlos como a Alexander de Large en “Naranja Mecánica” y pasarles horas y horas de films con Sophia como protagonista, desde los 50 hasta aquí, para que dejen de decir estupideces. Podríamos arrancar en 1955 con "Pane, amore e..." de Dino Rissi, donde Sofía hacía de la viuda conocida como "La Brava", pasar por 1967, y rendirnos a los pies de la chaplinesca “Condesa de Hong Kong”, detenernos un instante en Antonietta, esa ama de casa antifascista de “Una giornata particolare” y hasta posar nuestra atención por un instante en “Mi casa está llena de espejos”, su anterior trabajo, una miniserie de 2010 plagada de altibajos, pero salvada de la mediocridad por la potencia de Sophia, que es capaz de interpretar su propia vida, componiendo un complejo papel en el que habita la piel de su propia madre. ¿Es Sophia Loren una de las personas físicamente más bellas que evoque el imaginario popular desde los 50 del siglo pasado y para siempre? Sí, claro. ¿Es Sophia Loren una de las más grandes actrices de la historia del cine? También. Por eso escuchar estas zonceras sobre “lo buena actriz que resultó ser” irrita un poco.

Finalizando ya: bien vale la pena que te sientes a ver esta película, y que se la recomiendes a la gente más chica y –como no- a quienes le han cerrado bestialmente la puerta a dos o tres comportamientos de los más humanos: la solidaridad, la ternura y la empatía. Vos vela y… ¡decime si exagero!                   

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]