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Columnistas
25/07/2020

Integración regional de Argentina, ¿utopía o necesidad?

Integración regional de Argentina, ¿utopía o necesidad? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El actual contexto mundial exige reencauzar las relaciones entre países de la región. América Latina en general, y Suramérica en particular, no deben ser arrastradas por el creciente conflicto entre EE.UU. y China. Es necesario aprender del pasado y generar nuevas articulaciones entre espacios democráticos.

Leandro Etchichury *

La pandemia tomó a nuestra región en el momento de mayor desarticulación en lo que va del siglo. Hace diez años los acuerdos a nivel Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) y Mercosur (Mercado Común del Sur) hubieran permitido una coordinación y cooperación ante la emergencia sanitaria, como así también planificar una estrategia de conjunto para la pospandemia. Pero el avance de las fuerzas de la derecha frustró que la región pudiera posicionarse privilegiando una política de desarrollo con mirada propia. Fue el triste caso del Instituto Suramericano de Gobierno en Salud, inaugurado en el 25 de julio de 2011 en la ciudad de Río de Janeiro, y suspendido en sus actividades en junio de 2019 en nombre del antipopulismo.

En el actual contexto, ni la presidencia pro témpore mexicana en la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) parece ya despertar expectativas de reoxigenación, más cuando el gobierno de Brasil se encargó de hacer el trabajo sucio en enero de este año, momento en el que decidió suspender su participación en el organismo.

La ruptura por parte de los Estados Unidos del acuerdo por la presidencia del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), que debía corresponderle a un latinoamericano, es el mejor ejemplo de lo que las potencias hacen con nuestra debilidad. Estados Unidos anunció la postulación de Mauricio Claver-Carone, director para América latina del Consejo de Seguridad Nacional, con el apoyo de Jair Bolsonaro, poniendo una cuña al acuerdo entre México y Argentina para postular a Gustavo Béliz al BID y a Juan Ramón de la Fuente a un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El mexicano, de momento, tuvo más fortuna que el argentino.

¿Hacia una nueva Guerra Fría?

El conflicto entre Estados Unidos y China parece acelerarse. El pasado martes 14 de julio, Donald Trump anunció el fin del trato económico y comercial preferencial que su país daba a la ciudad autónoma de Hong Kong, tras que el Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular de China aprobara el proyecto de ley de Seguridad Nacional para ese territorio, que refuerza el control chino sobre la ex colonia británica. En paralelo, mientras Estados Unidos imponía restricciones de visados para empleados de empresas tecnológicas chinas, el gobierno del Reino Unido anunciaba que prohibirá a los operadores de telecomunicaciones adquirir tecnología 5G de la china Huawei en nombre de la seguridad nacional. El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, felicitó al gobierno de Boris Johnson por convertirse en un país limpio de la concurrencia de Huawei (France24. 14/07). 

En este escenario, América Latina en general, y América del Sur en particular, no pueden volver a ser el campo de batalla de una disputa hegemónica global entre dos superpotencias. En una reciente entrevista, el profesor de Relaciones Internacionales de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, Stephen Walt, señaló que de incrementarse la rivalidad entre Estados Unidos y China -y cree que ese es el derrotero de la relación-, “las naciones de Sudamérica probablemente tendrán que elegir un bando, al menos en lo que respecta a las cuestiones de seguridad. Aunque están obligados a seguir comerciando con China, los Estados Unidos se esforzarán por convencerlos de que no se acerquen a China en otras áreas” (Perfil. 12/07). 

Los tiempos apuntan a que la dirigencia política de nuestros países deberá actuar con inteligencia, con una mirada más larga y apaciguando las pasiones épicas. El sueño de la Patria Grande construida a partir de los gobiernos populares ha mostrado sus límites dentro del orden democrático. Un giro en el signo político de los principales gobiernos regionales bastó para desmontar, en poco tiempo, lo que había llevado años construir con mucha ambición. 

La llegada de Andrés Manuel López Obrador, a la presidencia de México, no significó el realineamiento de ese país hacia un eje como el que la Argentina de los Kirchner tenía con el Brasil de Lula y Dilma. México continúa privilegiando su relación con Estados Unidos y, más aún, la refuerza. 

Estados Unidos está allí -aquí-, en nuestro continente, y sigue siendo la principal potencia mundial. La criminalización de los ex presidentes y presidentas denunciados de “populistas” da fe de ello. No tiene sentido, entonces, jugar a las provocaciones geopolíticas si lo que queremos es desarrollar nuestras naciones, lo cual no significa claudicar en la defensa de nuestros intereses. Pero, primero deberíamos saber y acordar cuáles son nuestros intereses nacionales y de conjunto, para así trazar un camino viable, con identidad propia y cierta capacidad de autonomía.

Por otra parte, la influencia comercial y financiera china respecto de América Latina no ha parado de crecer, desplazando a los propios Estados Unidos en buena parte de los países. En Suramérica, sólo Colombia, Ecuador y Venezuela, mantienen como su socio principal a los Estados Unidos. El patrón comercial es el clásico, América Latina exporta materias primas e importa manufacturas de mediana o alta tecnología.

La Cámara de Exportadores de la República Argentina detalló que, en abril, China fue el primer socio comercial de la Argentina con 11,7% de las ventas totales al exterior y con 14,1% de las importaciones, desplazando a Brasil como principal socio comercial. Los porotos de soja representaron el 52% del total de las ventas. China también es el principal socio comercial de Brasil. En 2019, exportó a ese país embarques por US$ 64.000 millones (28% del total), mientras que la Argentina lo hizo por US$ 7000 millones. El 43% de lo que Brasil exporta a China es también soja 1.

Como señala un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, el principal socio comercial del Mercosur es China, seguido por la Unión Europea. Los principales productos exportados por el Mercosur a la UE a lo largo del 2019 fueron pellets de soja (11% del valor exportado), pasta química de madera (4,9%) y aceites crudos de petróleo (4,5%) 2.

En ese mismo informe se destaca que “los vehículos terrestres, partes y accesorios exportados al bloque (Mercosur –NdR) en 2019 representaron la mitad de los despachos totales de Argentina a todo el mundo. Brasil representa el 96% de estas ventas al Mercosur, por lo cual uno de cada dos toneladas de vehículos y autopartes exportadas al mundo se dirigió al mercado brasileño. Además, más del 70% de los neumáticos exportados por Argentina se dirigió al Mercosur y casi la totalidad de estos despachos (98%) tiene como destino Brasil”. O sea que nuestro principal comprador de productos industrializados es Brasil.

China también ha cobrado protagonismo en lo que hace a inversión directa y como fuente crediticia, a través, fundamentalmente, del China Development Bank y el Export-Import Bank of China. Aproximadamente el 90% de esas inversiones se destinaron a las industrias extractivas. Varios países de la región, como Argentina, Brasil y Chile también han firmado acuerdos de swap de monedas con el objetivo de asegurar su estabilidad financiera.

Como se desprende de estos pocos datos, un alineamiento ciego (cambio de un collar por otro) con la creciente China tampoco es la solución para los problemas latinoamericanos.

¿Hacia dónde queremos ir?

A mediados de julio la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) corrigió sus pronósticos de caída del PIB (Producto Interno Bruto) para la región, señalando que el mismo evidenciará una caída del 9,1% en 2020, con disminuciones de 9,4% en América del Sur, 8,4% en América Central y México y 7,9% para el Caribe. “El documento plantea que la caída en la actividad económica es de tal magnitud que llevará a que, al cierre de 2020, el nivel del PIB per cápita de América Latina y el Caribe sea similar al observado en 2010, es decir, habrá un retroceso de 10 años en los niveles de ingreso por habitante”, señala el organismo en su comunicado de prensa.

“Latinoamérica se enfrenta a una crisis de hambre sin precedentes como consecuencia de la pandemia”, señaló la responsable para Latinoamérica de la organización humanitaria Acción contra el Hambre, Benedetta Lettera. “Nos encontramos en la tormenta perfecta, con una gran crisis sanitaria acompañada de una crisis socioeconómica, pero con una situación de base que ya era compleja antes de la pandemia”, subrayó Lettera. “Nuestros equipos en Lima, Bogotá y Managua han alertado de que la caída económica pronosticada para este año repercutirá en la seguridad alimentaria de millones de personas de la región. Tras años de avances progresivos hacia la erradicación del hambre, en 2019 la región ha registrado el mayor incremento global de prevalencia de la inseguridad alimentaria”, destacaron desde Acción contra el Hambre en un reciente informe.

América del Sur había logrado un significativo y prometedor nivel de articulación cuando predominaban los gobiernos populares y progresistas. Pero hubo otros gobiernos, con otras concepciones políticas, que también entendieron la necesidad de sumarse. Recordemos que previo a la Unasur se realizó la III Cumbre Suramericana en Cuzco (Perú), de la que participaron presidentes tan poco revolucionarios como Alejandro Toledo (Perú), Carlos Mesa (Bolivia) y Alvaro Uribe (Colombia). Luego, la restauración conservadora intentó, como suele hacer, destruir lo construido, en vez de mejorar lo imperfecto. Apostando por acuerdos alineados a los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos y las grandes corporaciones. Pero estamos ante una nueva oportunidad que nos brinda la pandemia, y en la cual no necesariamente debe caer en el olvido esa pelea por dar forma y contenidos a una integración que nos lleve a un lugar mejor en el mundo.

Entrevistado por Jorge Fontevecchia, el ex ministro de Salud de Jair Bolsonaro, Luiz Henrique Mandetta, llamó a la Argentina a ocupar un “papel de liderazgo en nombre de Sudamérica” ante el avance del covid-19 y el alineamiento del actual presidente brasilero con Estados Unidos, lo que conduce a ese país a un distanciamiento con organismos como la OMS (Organización Mundial de la Salud). “Tendremos que llevar a las Naciones Unidas nuestro reclamo por las vacunas, nuestra necesidad de hacer una producción que atienda a nuestra región (…), es preciso que estemos juntos para discutir la reglamentación sanitaria internacional en el marco del nuevo orden mundial que va a surgir después de la pandemia. (…) Será fundamental estar presente en la discusión del poscoronavirus, donde todo el mundo discutirá nuevos protocolos científicos y Sudamérica no puede no estar integrada” (Perfil, 12/07). 

Quien dice esto fue ministro de Bolsonaro. Tal vez, no todo está perdido a la derecha del espectro político. 

Días atrás, el vicerrector de la Universidad Di Tella y analista internacional, Juan Tokatlian, rescataba “La vigencia del ABC de Perón”, cuyas iniciales aludían a Argentina, Brasil y Chile. Allí, el reconocido académico aseguraba que su intención era la de “alentar una reflexión estratégica en materia internacional” (Página 12. 07/07). El por entonces presidente Juan Domingo Perón nos proponía, en un discurso pronunciado en la Escuela Superior de Guerra el 11 de noviembre de 1953, una proyección sudamericana como espacio para el desarrollo de nuestras naciones. 

Con ese antecedente, Tokatlian expuso sus ideas para la coyuntura actual. “A riesgo de ser controversial sugiero: a) el ABC puede regenerarse si se superan obstáculos dogmáticos, más que ideológicos, en los tres países; b) el ABC sigue teniendo un sentido económico formidable si las naciones quieren evitar la aquiescencia a los más poderosos en el escenario pos-pandemia; c) el ABC puede ser un ancla de estabilidad en una Sudamérica que vivirá un gran torbellino socio-político una vez se logre superar la covid-19; d) el nuevo ABC necesita de sustentación en los tres pueblos; y e) el renovado ABC puede ser promovido por Argentina como parte de una decisión consensual y plural que involucre al gobierno así como a distintos actores políticos, sociales, económicos, científicos, intelectuales e incluso militares”, razonaba el estudioso de la política mundial.

En tiempos en que Perón lanzó la iniciativa, él mismo explicaba cómo veía el futuro. “Estamos escribiendo la historia de los próximos siglos. Si Chile y Argentina logran la unidad, como yo espero, constituirán el núcleo central de la unidad Iberoamericana. Más tarde vendría la unión con otras naciones, como Brasil. Si el pueblo argentino debe poblar las calles para clamar por la unión con Chile, lo hará y derrotará así los intereses privados que pueden oponerse a ella”, aseguró el fundador del peronismo siendo jefe del Estado en su primera época, en una entrevista para el diario La Nación de Chile en el año 1953, previo a su visita al presidente Carlos Ibáñez del Campo.

En un reciente trabajo, publicado en Foreign Affairs/Latinoamérica 3, Carlos Fortín, Jorge Heine y Carlos Ominami abogan para Latinoamérica por un “no alineamiento activo”, ante lo que entienden es una suerte de reedición siglo XXI de la Guerra Fría. Esta vez entre Estados Unidos y China. Advierten que el conflicto entre las superpotencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial “tuvo consecuencias funestas” para nuestra región, con un saldo de brutales violaciones a los derechos humanos, destrucción de la convivencia democrática y una dependencia económica que sigue siendo la matriz de nuestra existencia, y que por lo tanto debemos aprender de ello.

“No hay razones para pensar que la segunda Guerra Fría no podría llegar a tener consecuencias similares. La diferencia es que, esta vez, lo que hay en juego desde el punto de vista económico es mucho mayor, dado el tamaño de la economía china y su considerable presencia en la región, algo muy diferente a lo que fue la Unión Soviética y su presencia en su momento. No es un tema de izquierda o derecha. Los gobiernos conservadores tienen tanto que perder como los progresistas o los centristas. El desafío radica en cómo trasmitir este mensaje y en que la región en su conjunto perciba la magnitud del problema”, aseguran los autores. 

Más allá de que se dé o no una segunda Guerra Fría, dejar librado a su mejor o peor suerte a cada uno de nuestros países en el reacomodamiento internacional que ya se está produciendo, sería un suicidio para nuestras naciones, y un atentado contra el futuro de nuestras sociedades.

Perón afirmaba que esa voluntad de unidad debía permear hacia los pueblos, “que son los permanentes, porque los hombres pasan y los gobiernos se suceden, pero los pueblos quedan”, como recordaba en su reciente columna Tokatlian. Una amplia mayoría al interior de nuestros pueblos ha entendido la necesidad de esa integración. Es un desafío, entonces, para los dirigentes políticos, el de poder volver a tender los puentes que nos coloquen a nivel internacional como actores con cierto poder de decisión y no como los pobres estructurales del mundo que viven de mendigar un mendrugo para poder subsistir.

 


 

1-  Tradenews 

2 - www.bcr.com.ar

3 - Latinoamérica: no alineamiento y la segunda Guerra Fría. Foreign Affairs/Latinoamérica. Vol.20 N°3. Julio-Septiembre 2020



(*) Antropólogo y miembro del Observatorio de Pensamiento Estratégico para la Integración Regional (Opeir).
29/07/2016

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