La reciente fantasía secesionista del exgobernador y presidente del Comité Nacional de la UCR, Alfredo Cornejo, expresada en la frase "Mendoza tiene todo para vivir como un país independiente", reedita la que alguna vez cruzó por Neuquén.

Hay un punto en común entre aquella inconstitucional y delirante idea y la actual: ambas surgieron en momentos de crisis profunda, en el caso de Neuquén en tiempos de una Argentina que trataba de resurgir después de implosionar la convertibilidad y las dramáticas secuelas sociales que dejó aquella etapa de liberalismo económico del país.

El pensamiento de ruptura nacional se potenció aquí el 1 de Mayo de 2002, con el discurso que pronunció el exgobernador Jorge Sobisch al inaugurar las sesiones ordinarias de la Legislatura. "Por qué no conformar una provincia entre Neuquén y Río Negro o entre las provincias de la Patagonia", dijo al pasar en una frase cargada de sentido económico, con el fin de ahorrar gastos, muy identificada con los ´90. Pero luego Sobisch agregó que las provincias debían recaudar todos los impuestos porque lo hacían "mejor" que la Nación. Y lo que parecía ser una propuesta más a tono con la época, tomó otra dimensión.

El 19 de junio del 2002, Sobisch y el entonces gobernador de Río Negro, Pablo Verani, firmaron en Viedma un documento que contenía el trazo grueso de ciertas acciones para andar un camino de integración entre las dos provincias, un trámite que no avanzó demasiado pero que sirvió para alimentar todo tipo de especulaciones acerca del futuro en el norte de la Patagonia.

Los argumentos no oficializados alrededor de esta visión fueron los mismos que hoy expresa Cornejo y encierran un federalismo mal entendido, empujado por una dirigencia provincial que parece evocar el sueño del aventurero francés Antoine de Tounens, que en 1860 quiso fundar El Reino de la Araucanía y la Patagonia.

El caso neuquino, además, contaba con la atractiva presencia de un actor político local, con historia de confrontación con la Nación, un detalle que mejoraba el guion, por lo que el relato no solo tuvo repercusión a escala local y nacional, sino que también despertó el interés del New York Times.

En aquel 2002 inestable, el gobierno de Neuquén pensaba que la Argentina podía caer nuevamente en una crisis política y económica aún más grave que la del 2001, con destitución del ex presidente Eduardo Duhalde incluida. Los actores centrales de entonces del partido de gobierno calculaban, afortunadamente mal, que la salida electoral podría fracasar y que era posible volver a un escenario de hiperinflación y caos social. Y fue en este contexto, sumado a la siempre vigente disputa con Nación por el reparto de los recursos, en el que se desarrolló esta especulación que muestra, tanto ayer como hoy, la existencia de un pensamiento que anida en sectores de derecha que tienen poco desarrollado el sentido de construcción colectiva y muy activo el darwinismo social.

Mendoza hoy y Neuquén ayer, mostraron que tienen sectores dirigentes retrógrados, capaces de proponer cualquier cosa, incluido proyectos que violan la Constitución Nacional. Detrás de estas ideas, además, se oculta la defensa de intereses relacionados a los recursos naturales, porque la intervención de Cornejo está vinculada a la resistencia de la provincia cuyana a debatir el uso del agua de un río que comparte con otras cuatro provincias para la construcción de la central hidroeléctrica Portezuelo del Viento.