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19/06/2020

Pandemia: la sociedad del riesgo

Pandemia: la sociedad del riesgo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En septiembre de 2019 la OMS advertía sobre una posible pandemia de alta letalidad. Los riesgos ambientales, tecnológicos y sociosanitarios actuales son constitutivos del modelo de desarrollo dominante. Es un proceso global poco democrático: a más desigualdad social, mayor brecha en la intensidad del impacto.

Leandro Etchichury *

“La sociedad del riesgo, pensada hasta sus últimas consecuencias, quiere decir sociedad del riesgo global. Pues su principio axial, sus retos, son los peligros producidos por la civilización”, afirmaba el sociólogo alemán Ulrich Beck, en su libro La Sociedad del Riesgo Global del año 1999.

Si algo nos vino a hacer recordar la pandemia originada por la propagación del virus SARS COV 2 es que no tenemos el control total de lo que ocurre en nuestro mundo, pero tampoco lo tiene ese 1% de los ricos que acumulan el 82% de la riqueza global como señalaba Oxfam en 2019, actores que operan para torcer el destino de la humanidad según sus exclusivas necesidades.

Tanto Beck, como el inglés Anthony Giddens, entendían que las sociedades contemporáneas, y sus procesos de modernización radicalizada, conllevan la construcción de riesgos de carácter global que amenazan la propia supervivencia de la humanidad. Se trata de riesgos de consecuencias desconocidas a mediano y largo plazo, y que por lo tanto no pueden ser evaluados con precisión. La idea de seguridad deja de estar garantizada, pero a la vez, en su nombre, se anuncian numerosas herramientas tecnológicas de control, la vigilancia digital.

Nuestras sociedades enfrentan riesgos ambientales, tecnológicos y sociosanitarios que son constitutivos del modelo de desarrollo dominante en nuestro planeta. No son simples efectos colaterales del progreso, que dicho sea de paso es un progreso poco democrático que genera mayor vulnerabilidad social y por lo tanto potencia los riesgos.

Riesgo y desarrollo

Cabe aclarar, en forma sintética, que se entiende por riesgo a la probabilidad de que se produzca un evento de consecuencias negativas, el cual está en función directa de la amenaza (un terremoto, una inundación, un incendio, un derrame químico, una pandemia) y el grado de vulnerabilidad y exposición de la población y sus bienes a esa amenaza.

En la edición 2019 del Informe de Riesgos Mundiales elaborado por el Foro Económico Mundial (Foro de Davos) se planteaba que “cambios en la forma en que vivimos han aumentado el riesgo de que ocurra, de forma natural, una epidemia devastadora de origen natural y las tecnologías emergentes están haciendo cada vez más fácil que se fabriquen y liberen nuevas amenazas biológicas, ya sea deliberadamente o por accidente. El mundo está muy mal preparado incluso para las amenazas biológicas más modestas, lo que nos deja vulnerables a impactos potencialmente enormes en las vidas de las personas, en el bienestar de la sociedad, la actividad económica y la seguridad nacional”. 

Para Giddens la sociedad del riesgo es una sociedad altamente preocupada con el futuro y la seguridad, aunque a menudo no lo parezca. En el 2011, investigadores estudiaron la transmisibilidad del virus H5N1, una cepa con mayor tasa de mortalidad que la gripe española de 1918 y que la gripe estacional, con el objeto de obtener capacidad de respuesta en el caso de pasar al ser humano. El estudio desató una polémica entre expertos en bioseguridad, dada la manipulación y posible liberación del agente en poblaciones humanas, ya sea por accidente o por premeditación a modo de arma biológica.

En el programa dedicado al Covid 19, de la serie “En pocas palabras” de la plataforma Netflix, se señala que existen en el mundo un millón y medio de virus que no han sido estudiados y están en condiciones de poder afectar a la humanidad. Su mutabilidad para pasar de animales a humanos es poco predecible. De hecho, poco tiempo atrás, científicos en el sur de China dieron con un virus que denominaron Corona virus de murciélago RaTG13, que fue catalogado como de bajo riesgo. Cuando se secuenció el genoma del SARS COV 2 se reveló que el 96% era idéntico al RaTG13. La mutación cambió su grado de riesgo para los humanos.

El citado informe del Foro Económico Mundial señala que los brotes desde el año 2000 se han descrito como una lista de catástrofes que estuvieron a punto de ocurrir, pero ahora está ocurriendo.

Este martes, 16 de junio, la cifra de casos de contagio a nivel mundial superaba los ocho millones de personas, con más de 430.000 muertos. El continente americano es la región con más muertos, con 205.800 decesos hasta ese día, superando a Europa. En América latina el país con más fallecimientos es Brasil, tercero a nivel mundial, y más que duplicando al segundo país regional en número de fallecidos que es México. Aún en los países con mayor nivel de desarrollo, el Covid 19 causa mayor impacto en los sectores sociales empobrecidos. La agencia de noticias alemana DW destacaba que “el coronavirus está matando al doble de personas en las zonas desfavorecidas de Inglaterra y las minorías étnicas mueren más que los blancos a causa de la pandemia” (DW 01/05/20).

Tal como se afirma desde Naciones Unidas, la reducción del riesgo de desastres es una cuestión de desarrollo. Existe una estrecha vinculación entre desastres y desarrollo; entre desastres y la organización social, política y económica de una comunidad. Cuando un fenómeno adverso (de origen natural o humano) tiene efectos sobre una comunidad, sus consecuencias no se sentirán de la misma manera en todos los sectores de esa sociedad. A mayores niveles de desigualdad en su seno, mayor será la brecha en cuanto a intensidad del impacto. Son aquellos sectores que menos participan de los logros sociales, políticos y económicos de una sociedad los que más sufren ante el desencadenamiento de una catástrofe. Por ello, los antropólogos que se dedican a trabajar estos temas consideran a los desastres como eventos eminentemente sociales.

El Relevamiento de Expectativas de Mercado que realiza el Banco Central de la República Argentina entre analistas y universidades, prevé para 2020 una caída del PIB del 9,5% (Infobae, 05/06/20). Las economías de los países centrales, se estima, experimentarán una contracción económica en 2020 del 7.8% del PIB, con una caída proyectada por el FMI para EE.UU. del 5.9%, aproximadamente el doble de la disminución experimentada en 2009 durante la crisis financiera. Por su parte, se espera que la zona euro disminuya en un 7,5% del PIB (Murcia Economía, 20/05/20).

Según estudios del mes de abril elaborados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), esta pandemia de coronavirus provocará para el conjunto de la región un desplome de la actividad económica en el orden del 5,3%, un hundimiento del comercio en un 15%, y todo ello conlleva consecuentes aumentos en el desempleo, pobreza y desigualdad. En mayo la Cepal estimó que la pobreza podría alcanzar en 2020 al 34,7% de la población latinoamericana (214,7 millones de personas) y la pobreza extrema al 13% (83,4 millones). Asimismo, el organismo destacó que cerrarán 2,6 millones de pequeñas y medianas empresas en la región (DW 12/06/20). 

Mal momento para una región como la sudamericana con sus procesos de integración y coordinación debilitados, cuando no dinamitados, con sus proyectos de desarrollo autónomo abandonados y con varios gobiernos de perfil autoritario y socialmente reaccionarios.

El desastre, como podemos ver entonces, es una construcción que está directamente relacionada con el accionar humano y con las condiciones de vulnerabilidad de las poblaciones afectadas, que también son construidas socialmente. Por lo tanto, los desastres nunca son naturales.

Democratizar la democracia

La Organización Mundial de la Salud (OMS) -tan denostada en estos tiempos por periodistas y políticos que les gusta hablar más rápido de lo que investigan- señaló el potencial que el cambio climático puede tener en la modificación y aceleración de los patrones de transmisión de las enfermedades infecciosas.

El cambio climático es una consecuencia no deseada de la evolución del ser humano y su vida en el planeta. Afecta el ambiente, empeorando las condiciones de vida y sustento de la población, impactando severamente a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Y como afirman desde el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global, el cambio climático plantea serios retos para América Latina, una región con grandes vulnerabilidades sociales. Estos retos comprenden aspectos sociales, económicos, políticos y también científicos.

Pero además, si, como se destacaba anteriormente, un desastre es un hecho social, eso implica que inevitablemente se está tratando con gente y que, en consecuencia, habrá que lidiar con lo que señalara la antropóloga inglesa Mary Douglas respecto a que la interpretación de lo que es peligroso no necesariamente es la misma de una comunidad a otra, como tampoco dentro de una misma comunidad. A su entender, los riesgos son percibidos y administrados de acuerdo con principios inherentes que refuerzan formas particulares de organización social. De ello da cuenta el filósofo surcoreano Byung-Chul Han en su trabajo “La emergencia viral y el mundo de mañana”, cuando asegura que “estados asiáticos como Japón, Corea, China, Hong Kong, Taiwán o Singapur tienen una mentalidad autoritaria, que les viene de su tradición cultural (confucianismo). Las personas son menos renuentes y más obedientes que en Europa. También confían más en el Estado”.

Douglas definió como “inmunidad subjetiva” a la tendencia a ignorar o disminuir la importancia a los peligros de baja probabilidad de ocurrencia. Algo de eso ocurrió con un informe de la OMS, de septiembre de 2019, que anunciaba la amenaza de una pandemia de alta letalidad causada por un patógeno respiratorio y para la cual no se está preparado.

Beck advertía en su libro, anteriormente citado, que “el marco de la sociedad del riesgo vuelve a conectar áreas que habían sido estrictamente discretas: el problema de la naturaleza, la democratización de la democracia y el papel futuro del estado. (…) La sociedad del riesgo exige una apertura del proceso de decisión, no sólo del estado, sino también de las corporaciones privadas y de las ciencias”.

A nivel mundial son cada vez más las voces que como la organización Oxfam plantean la necesidad de desarticular la actual tendencia hacia una creciente concentración de la riqueza y el aumento de la pobreza a nivel global, con medidas tales como la de poner fin a las reducciones en los impuestos sobre la renta empresarial y de las personas físicas, gravar en cambio la riqueza y el capital a niveles que pretende más justos, terminar con las políticas de privatización de los servicios públicos, y aumentar la inversión social para mejorar las condiciones y oportunidades de vida presentes y futuras de todos los que habitamos este planeta, que en definitiva es nuestra única morada.

La realidad nos deja vislumbrar ciertas amenazas y nos abre un abanico de incertidumbres con las que tendremos que lidiar a la hora de tomar decisiones. El éxodo espacial con el que sueñan algunos egocéntricos multimillonarios permanece de momento en manos de la ciencia ficción, mientras tanto las protestas antirracistas nos revelan que la grieta lleva siglos y no es bueno que se siga ensanchando.



(*) Antropólogo y miembro del Observatorio de Pensamiento Estratégico para la Integración Regional (Opeir).
29/07/2016

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