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Columnistas
18/05/2020

El inicio de una presidencia

El inicio de una presidencia | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

A un año de que Cristina anunciara que acompañaría a Alberto como vicepresidenta, hay que repasar los contenidos de aquel corto discurso. Fue la voz de una Cristina que le hablaba a los de su generación, a esos que buscaron un lugar en la historia y decía que la ambición personal debe estar subordinada al interés general.

Gabriel Rafart *

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El sábado 18 de mayo del 2019 Cristina Fernández sorprendió a todos al señalar quién sería su compañero de fórmula para competir en las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias del 27 de octubre. El anuncio se hizo a las nueve de la mañana. Sin acto ni televisión. Durante el día anterior la senadora Fernández, junto con unas pocas personas de su confianza, produjo el video de casi trece minutos que transmitió la noticia. Fue subido a las redes sociales. El tiempo de duración, las imágenes, el tono calmo y las palabras de su única voz fueron suficientes para definir el futuro político de la Argentina. El impacto del notición fue inmediato. Muchos de quienes se enteraron por terceros, entendieron que Alberto era candidato a la vicepresidencia dentro de la fórmula. No había oídos entonces para escuchar la verdadera noticia. Cuando fueron corregidos lograron comprender la enorme dimensión que adquiría semejante anuncio. 

A la sorpresa inicial siguió una catarata de interpretaciones que daba cuenta de un evento que había sido guardado bajo estricto cuidado. Hasta entonces no había quien considerara que el binomio precandidateado pudiera contar con Alberto Fernández. Los que no querían a Cristina creían que su ego impedía que “ella” dejara pasar la oportunidad del momento electoral. Insistían que había un código genético que gobernaba su temperamento. Además, como felina herida estaba decidida a dar el último zarpazo de una carrera política que muchos suponían terminada. Y que su suerte estaba entre el destierro de su amigo Rafael Correa o la cárcel de Lula. Otros consideraban que siendo una política profesional estaba decida a dar un último espectáculo con una formula encabezada por ella misma como irreversible revancha y manifiesto capricho por no haber logrado ganar las elecciones a senador por la provincia de Buenos Aires ocurrida 18 meses antes. 

La fórmula Fernández-Fernández nacía en el momento en que muchos creían que se había agotado la experiencia de Cambiemos. Era cierto que en el mismo momento en que terminara la presidencia de Macri la Argentina se encaminaba a ofrecer un nuevo dato a los recambios presidenciales. Sería el final del primer gobierno anclado en un descarnado proyecto social de centroderecha que había nacido, no de un golpe militar sino de una democracia electoral que funcionaba. 

A un año de aquel anuncio, hay que repasar los contenidos de aquel corto discurso. Fue la voz de una Cristina que le hablaba a los de su generación, a esos que buscaron un lugar en la historia. También que decía que la ambición personal debe estar subordinada al interés general. Igual respecto a la autocritica sobre el comportamiento de los distintos peronismos y del lugar de una mujer. Habló no de dificultades sino del dramatismo del tiempo presente por una desmesurada deuda externa contraída por el gobierno de Cambiemos. Insistió en lo apabullante e innecesario del endeudamiento del país y de los enormes desafíos de montar una coalición electoral. Señaló la estafa electoral de Mauricio Macri. Pero por sobre todo destacó que la política no puede seguir viviendo de la materialidad de dirigentes y partidos envueltos en el consenso neoliberal. Por ello su voz fue a favor de un “nuevo contrato social de ciudadanía responsable” enfrentando “el egoísmo y el individualismo”, buscando “integrar el descontento”. 

Para los primeros meses de 2019 Cristina contaba con un tercio de intención de votos. Según los especialistas, la evaluación de su figura repartía por igual imagen positiva y negativa. Lo cierto es que para entonces no había ningún candidato puramente kirchnerista, ni peronista, menos aún opositor no peronista al gobierno del Pro, que pudiese reunir semejante caudal de voluntades. Aun así, esa intención de votos no era suficiente para triunfar en las presidenciales, pero resultaba imprescindibles para sumar si se quería contar con una formula no testimonial. De allí que el anuncio de ese 18 de mayo dejo huérfanos de interpretaciones a muchos. Hubo un grosero error de lectura que toco a todos los campamentos donde siempre se analiza y construye opinión política. Desde ya que muchas miradas sedimentadas hasta entonces sobre Cristina Fernández eran además de prejuiciosas carentes de originalidad. Aún aquellos que citaron para interpretar el extraordinario evento a Maquiavelo, olvidaron que el ilustre florentino coloca la voluntad, astucia, calculo y la fuerza combinada del zorro y el león dentro de la historia. Y Cristina Fernández se había colocado en la Historia, por marcar un antes y un después, más allá de cómo fabricar una candidatura y provocar un terremoto para la coyuntura política.   



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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