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Columnistas
31/03/2020

¿Un nuevo mundo por delante?

¿Un nuevo mundo por delante? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La pandemia puede transformar la vida en sociedad pero no se avizora hacia dónde. Un interrogante es si saldrá indemne la imagen del “yo” como individuo aislado, independiente y separado del mundo exterior y de los otros. Se corre el velo de las relaciones generadas por el libremercado y el darwinismo social.

Sacha Pujó *

 

“La inflamada autonomía de cada individuo, consciente de sí mismo, necesitado de actuar según su propio criterio, imposibilitado de seguir una norma que vaya más allá de su deseo privado e inmediato, se contagia de hombre a hombre como la peste. Y como la peste, sólo es capaz de destrucción”. 

Leiser Madanes

 

Días de encierro, incertidumbre sobre el futuro, la paralización de proyectos y rutinas, miedos, angustias, preguntas y distintas emociones. Una acumulación de sucesos que rompieron con nuestras vidas cotidianas. Todos tenemos la sensación de estar habitando una pesadilla guionada como las de las series distópicas de la industria mainstream del cine. Al menos nos fueron adelantando la realidad que se venía. 

En este contexto se tornó sentido común afirmar que “el mundo no será igual” luego de la irrupción de la pandemia. Así, estaríamos en el medio de un proceso de cambio de paradigma en la economía y en las relaciones sociales. Abundan en la conversación social las teorías conspirativas acerca del origen y objetivos de este virus mutante influenciado por las disputas geopolíticas, pero también por divulgaciones berreta de teorías políticas y sociológicas. Acusaciones incomprobables en fin, que posiblemente se emitan para levantar los egos disminuidos frente a la impotencia de no poder hacer nada en esta realidad que arrasa. Lo cierto es que estamos en medio de la emergencia de un proceso que puede transformar muchos aspectos de la vida en sociedad, pero que todavía no tiene nombre ni se avizora hacia dónde. 

De todas maneras conviene ser prudente y no pronosticar escenarios tremendistas porque tampoco estamos ante un fenómeno tan novedoso en la historia. En efecto, se registra el padecimiento de muchas pestes a lo largo de la historia. En ese sentido, el texto “La peste” publicado por el filósofo Leiser Madanes en 2006, recuperado en estos días, aporta un insoslayable compendio acerca del impacto que han tenido las pestes en las sociedades en materia de creencias y conductas sociales, así como las formas de enfrentarlas. Allí se despliegan las teorías dominantes acerca de las causas de la peste en las que primaba la idea de un castigo de dios por el pecado original. En el texto se menciona también que la creencia en que la plaga puede contagiarse de una persona a otra recién fue ganando preeminencia en la administración civil a partir de la peste bubónica de 1347-1348 (que se estima llevó a la muerte a más de un tercio de la población europea). 

En estos días también ha sido muy leído y debatido un artículo publicado por el filósofo coreano Byung-Chul Han en el que analiza las implicancias de la emergencia viral. Allí examina la distinta forma de procesar dicha emergencia por los Estados y sociedades asiáticas y occidentales. En este sentido, menciona el autor que la eficiencia de los países asiáticos para hacer frente a la pandemia es producto de una "biopolítica digital" que se despliega como tecnología de poder que observa y controla los cuerpos sin resistencia por parte de la sociedad. Según el autor, la condición de posibilidad para ello es que en Asia impera el colectivismo, no hay allí un individualismo exacerbado. De esta manera dicha forma de vigilancia que se basa en el uso del big data todavía no está desarrollada en la sociedad europea occidental. El coreano incluso va más allá y plantea una redefinición del concepto de soberanía: "a la vista de la epidemia quizá deberíamos redefinir incluso la soberanía. Es soberano quien dispone de datos. Cuando Europa proclama el estado de alarma o cierra fronteras sigue aferrada a viejos modelos de soberanía”. A la luz de lo señalado por Byung-Chul Han, surgen algunas preguntas ¿podrán China y Corea del Sur exportar al resto del mundo sus modelos de Estado y sociedad, en un escenario donde salen como probables “ganadores” de la crisis global”? ¿EEUU y Europa perderán su predominio cultural? ¿El capitalismo generará una nueva mutación que le permita seguir reproduciéndose?

Esta última cuestión es clave en tanto refiere a las relaciones sociales y la naturaleza. Quizá es una obviedad pero no está de más remarcar que esas relaciones no son naturales, ni eternas, como tampoco inmutables. Se pueden rastrear con un análisis histórico y sociológico las transformaciones en las estructuras sociales y de la personalidad. 

Un interrogante es si la imagen del “yo” como individuo aislado, autónomo, independiente y separado del mundo exterior y de los otros va a salir indemne de esta crisis. A la par de la disolución de la imagen geocéntrica del universo físico, se instaló durante la modernidad la egocéntrica del universo social, según menciona Norbert Elias en su clásica y monumental obra “El proceso de la civilización”. Dicha idea en la que en el centro del universo se encuentra cada persona sola, concebida como un individuo absolutamente independiente de los demás, tiene la misma fuerza de convicción y está naturalizada tal como lo estaba la idea en torno a la tierra como centro del universo. Puede observarse, por ejemplo, en los perfiles individuales de cada uno en las redes sociales, la consumación de este orden y pensamiento del que es muy difícil liberarse, o al menos producir un distanciamiento necesario para comprenderlo. El algoritmo proporcionado por los datos que suministramos en la web acrecienta a su vez la ilusión de autonomía e independencia dado que a cada uno le ofrecen lo que desea. Retomando a Byung-Chul Han, el sujeto de la era actual dedica todo su tiempo en pos de la eficiencia, en la búsqueda incluso de ser en sí mismo una empresa. Y en línea con el proceso de individualización y autocontrol de impulsos y emociones, que remarca como característica del proceso de civilización Elias, ya no hay una coacción exterior de opresión que regule la conducta. 

La aparición de la pandemia nos iguala a todos frente al virus en la condición de humanos sin distinción de clase, género o nacionalidad. Sin embargo, es apresurado definir tendencias que indiquen cómo ello impactará. Los procesos de cambios históricos en las estructuras sociales y económicas son muy largos como para que la existencia de una persona pueda llegar a contemplarlos. 

Podría afirmarse que la pandemia visibiliza lo que el fetichismo de la mercancía oculta: en el capitalismo las leyes económicas se manifiestan como una fuerza espontánea. Los productores no ejercen dominio sobre sus propias relaciones sociales y cada cual se maneja por intereses personales sin conocer o tener en cuenta las necesidades sociales. En este marco el destino de cada uno parece depender del movimiento del mercado, de las cosas creadas por el propio esfuerzo humano, ocultándose las relaciones sociales. A este fenómeno Marx lo llama el fetichismo de la mercancía.

Podemos empezar a ver algunos efectos de la pandemia: se corre el velo de las relaciones sociales ocultas, y se pide planificación y presencia estatal. El libremercado y el darwinismo social nos conducen a una crisis civilizatoria. Se pone de manifiesto que cada individuo aislado es igual frente al virus y se expresa la interdependencia de los mismos. Este es quizá un hecho que emerge de la presente situación. Sin embargo, no es una novedad que en momentos críticos a largo de la historia, cuando parece regresarse al estado de naturaleza y al caos, surja la necesidad de una autoridad estatal que garantice el orden y la cohesión social. Ahora bien: cómo este proceso pueda afectar las relaciones sociales, es imposible definirlo. Así como pueden profundizarse los muros invisibles, las tendencias del individualismo en combinación con metodologías más eficientes de control, también pueden desarrollarse nuevos equilibrios entre los Estados y el mercado, nuevas formas de cooperación y solidaridad que redunden en mejores condiciones de vida con mayores grados de bienestar general y certidumbre.  



(*) Magister en Políticas Públicas -FLACSO-
Lic. en Sociología -UBA-

29/07/2016

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