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Columnistas
18/03/2020

El agropopulismo, versión 2020

El agropopulismo, versión 2020 | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La reivindicación sectorial agraria, en sus cuatro días de paro de comercialización, esta vez no pudo proyectarse como causa nacional. Los sucesos de este marzo están muy lejos de lo que se gestó en 2008.

Gabriel Rafart *

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La semana pasada, durante cuatro días hubo un paro de comercialización de productos del campo convocado por las entidades ruralistas que continúan agrupadas en la Mesa de Enlace. Es sabido que el conflicto con el ruralismo empresario parecía inevitable desde que el macrismo perdió las elecciones presidenciales en octubre del año pasado. 

Finalizado este conflicto, no parece que sus promotores hayan quedado conformes. En principio, por no haber podido evitar muchas voces críticas a la medida de fuerza provenientes de filiales regionales de las entidades asociadas, igual que de varios dirigentes que tuvieron una activa participación en el recordado conflicto de hace doce años. 

Todos acusan a las actuales direcciones nacionales, tanto de su evidente falta de sentido de oportunidad como de haberse dejado arrastrar por los intereses de quienes manejan grandes extensiones de tierra dedicadas mayormente a la explotación sojera, además de ir detrás de aquellos que controlan el negocio de la comercialización. Por si fuera poco, la cobertura de los medios a la expansión del coronavirus les restó la visibilidad pública que creían asegurada.

También, parece que quienes promovieron esta medida de acción directa, no han logrado que los viejos enunciados que hace algo más de una década resultaron exitosos, sonaran con la misma potencia. 

La narrativa de hoy no pudo proyectar su reivindicación sectorial a causa nacional. Ciertamente, hace doce años, éste fue el punto de partida del agropopulismo: una demanda que surge de intereses afectados que en pocas semanas lleva al desbocamiento de sus protagonistas y logran que muten en bandera de una lucha de alcance nacional. Aquello pudo ser posible por la presencia de una formula gelatinosa pero exclusiva para el momento, armada a partir de combinación del discurso de manual de la antipolítica y el antiestatalismo, las prácticas confrontativas y un relato de alto contenido emocional sobre una patria que vive de la tierra y el sudor del trabajador de campo, de una nación que ha sido afectada por la agresión de quienes no saben nada de aquel mundo.  

Queda claro que los sucesos de este marzo del 2020 están muy lejos de lo que comenzó a gestarse en igual mes del año 2008. Es cierto que quienes promovieron la reciente medida de fuerza tienen en común sus pretensiones de “empoderamiento”, igual que en darle una vuelta más a su discurso agropopulista, está vez más elitista que antes. Un discurso en el que se acusa al gobierno de los Fernández de guiarse por un revanchismo sin fin y las urgencias de un Estado confiscador. Y que la medida de fuerza convocada ha sido solo una acción defensiva, ya que quienes pertenecen a sus entidades ruralistas lo único que desean es que se deje en paz al productor y que se ponga límites a la pesada carga fiscal que case sobre la comercialización de la producción. Por eso mismo consideran que están obligados a denunciar que siempre que el Estado quiere dólares se rasca de la misma olla, que no se puede seguir afectando la producción del campo -autentica riqueza nacional- ya que esta es la base desde donde se asienta la vida estatal. Además, que una vez más son las víctimas de un ajuste que no está dispuesto a hacer la política. 

Sin duda hay una dimensión del empoderamiento para una gran parte de este sector de propietarios, logrado desde aquel largo conflicto que arrancó con la firma de la Resolución 125 pergeñada por Martín Lousteau. No podemos pasar por alto que después de los sucesos de aquel lejano 2008 hubo una búsqueda por construir diversos escenarios políticos para canalizar las energías de la dirigencia ruralista. Y mucho se obtuvo desde entonces, ya que gran parte de esa dirigencia se constituyó en una de las tripulaciones que se subieron a la nave del Pro. 

Ciertamente, muchos de aquellos nuevos cuadros del gremialismo patronal, ya dentro del radicalismo de vecinos o antiguos huérfanos del mundo partidario, encausaron su voluntad política para que, con aportes de diversa índole, ayudaran a que el barco del Pro-Cambiemos arribara a la Casa Rosada en 2015. Aquí es donde aquel agropopulismo logró acceder a la cúspide el empoderamiento, tanto político como social. 

Después del 10 de diciembre esa reunión entre el poder de los negocios ruralistas y las posiciones estatales ya no está, aunque sí dejó una memoria que será difícil de revisar para esos actores del empresariado rural. En gran medida el agropopulismo en la Argentina sigue empoderado.



(*) Historiador, autor del Libro “El MPN y los otros”
29/07/2016

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