Luego de las incumplidas promesas de segundos semestres y brotes verdes, Vaca Muerta ilusionaba con ser la nueva fuente de bonanza que -según el relato macrista- sacaría al país del caos desatado por las fotocopias de los cuadernos del ex militar Centeno. Pero pasaron cosas. La brutal devaluación del peso, que pone al borde del colapso la frágil y mega endeudada economía argentina, derivó en una serie de medidas que impactará en el desarrollo de los yacimientos no convencionales neuquinos.

En principio, el cambio de rango de Energía, que dejó de ser ministerio para pasar a ser una secretaría bajo el ala de la cartera de Economía, conducida por el deslucido ex columnista de TN Nicolás Dujovne, se presenta como un mal augurio. La medida apunta a corregir la pesada herencia de Juan José Aranguren, quien dolarizó los precios de la energía y que con cada incremento de tarifas y de los combustibles que definía tiraba por tierra las previsiones inflacionarias de Hacienda. Ahora, Dujovne comandará no sólo los precios que pagarán los consumidores, sino fundamentalmente los subsidios del sector, en busca de cumplir con la quimera del déficit cero para suplicar nuevos desembolsos del FMI que sostengan la aventura de Cambiemos en el Gobierno. 

En este contexto, se abren varios interrogantes: ¿se podrán seguir sosteniendo los aportes estatales del Plan Gas, que incentivó las inversiones en el shale neuquino? ¿Qué pasará con la docena de proyectos que descansan en los escritorios de Javier Iguacel a la espera de recibir el beneficio que otorga precios superiores a los del mercado? ¿Qué precio promedio tendrá el gas neuquino luego del fenomenal salto del dólar? ¿Cómo reaccionarán las petroleras a la hora de desarrollar los planes de inversión en un contexto de extrema incertidumbre? ¿Qué presupuesto tendrá la secretaría energética?

Por otro lado, el gobierno nacional decidió acudir a las demonizadas retenciones a las exportaciones para intentar nivelar sus números. Toda una mala señal para el sector petrolero, poco afecto a repartir la renta y a reclamar reglas claras y convergencias entre precios internos e internacionales. Si bien el efecto de la medida tenderá a licuarse a medida que se devalúe el peso por la extraña decisión de establecer cuatro pesos por cada dólar exportado, el impuesto llega el peor momento posible, justo cuando se reiniciarán las ventas de gas a Chile. 

Por el lado del petróleo, Neuquén no tendrá mayores problemas ya que el grueso de su producción se consume en el mercado interno, pero las retenciones actuarán como un límite a la cotización del crudo, que permitirá tener un barril más barato en el mercado interno. Eso posibilitará, por un lado contener el impacto en los combustibles a medida que suba la cotización del Brent, pero por otro atentará contra la competitividad de Vaca Muerta con respecto a otras cuencas del mundo. Si bien, los yacimientos no convencionales neuquinos tienen un gran potencial geológico y productivo, los costos aún corren en desventaja con los de EE.UU. 

Otra cuestión clave a resolver por el gobierno nacional es el traslado a los surtidores de la última devaluación. El fuerte aumento del 12% que aplicaron las expendedoras esta semana obedece al incremento impositivo, a la suba de los biocombustibles y al salto que dio el dólar entre abril y mayo, cuando pasó de los 20 a los casi 30 pesos. Aún resta saber cuánto aumentarán los combustibles con un dólar a 40 pesos. 

La depreciación del peso es el factor clave que afectará a política energética del gobierno de Macri. En los últimos días los usuarios comenzaron a recibir boletas de gas impagables, del orden de los 4 a los 8 mil pesos, en muchos hogares de Buenos Aires. 

El martes se realizó la nueva audiencia pública por las tarifas que se regirán a partir de octubre. Al rechazo de intendentes y asociaciones de defensa de los consumidores, se sumaron ausencias notables.

Las negociaciones entre las distribuidoras y las productoras de gas ya estaban complicadas por la corrida cambiaria de abril, con lo cual los acontecimientos de la semana pasada terminaron de descalabrar todo. Las productoras no participaron del encuentro convocado por el Enargas. Sólo YPF se inscribió pero finalmente no participó. 

Sucede que las partes no se pusieron de acuerdo en torno al precio dolarizado del gas PIST (punto de ingreso al sistema de transporte). De ese valor dependen las inversiones en los yacimientos, las regalías, y buena parte de las tarifas que pagan los usuarios.

A ello se suma la diferencia que se produjo por la deuda que las distribuidoras acumularon con las proveedoras de gas producto de la devaluación. Sucede que los contratos están firmados en dólares y las distribuidoras no han podido hacer el pass trought a las tarifas que cobran a sus usuarios en pesos. La idea es saldar la deuda en varias cuotas para morigerar e impacto en los consumidores.

Las distribuidoras como Camuzzi presentaron propuestas con subas de tarifas del orden del 30%, tal como pretende el gobierno. Pero si no se modifica el esquema del PIST que dejó Aranguren, el incremento superaría el 150%. Pero las petroleras no quieren resignar posiciones bajo el argumento de que muchas de las inversiones en marcha estaban previstas bajo el esquema planteado por el ex ministro de Energía. 

Los resultados de dolarizar las tarifas en un país como Argentina, con un modelo económico como el de la alianza Cambiemos, están a la vista.