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Exterior
07/04/2018

Rodeado de simpatizantes, Lula resiste la decisión de meterlo preso

Rodeado de simpatizantes, Lula resiste la decisión de meterlo preso | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Escoltado por miles de personas, el líder popular brasileño permaneció en el sindicato donde comenzó su militancia desde joven, cerca de San Pablo. La Policía o el Ejército no fueron a buscarlo ni atacaron a la gente. Pero no existen en Brasil garantías democráticas, y el peligro se extiende a toda Latinoamérica.

Agustín Mozzoni *

Luego de la orden de detención -política y arbitraria- del juez regional Sergio Moro, el candidato a presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se mantuvo ayer en el edificio del sindicato de los metalúrgicos en la ciudad de San Bernardo do Campo, cerca de San Pablo, donde siendo joven inició su militancia sindical y política. En las afueras, resistiendo junto a su líder la embestida antidemocrática, violenta y revanchista, se concentraron más de 20 mil ciudadanos al grito de “Lula libre”, “Elecciones sin Lula es fraude”, y “Lula no va a prisión”.

Junto a ellos, otros miles salieron a las calles en distintos puntos del país para manifestarse en contra de la decisión política de meter preso al popular referente político. Cortes de rutas y movilizaciones masivas en el territorio brasileño, concentraciones en distintos países del mundo y respaldo internacional al ex presidente, expresan un mensaje común. En Brasil se está perdiendo el Estado de Derecho y no existen las garantías democráticas.

El dato es simple: si las elecciones fueran hoy, Lula sería elegido otra vez presidente de Brasil. A partir de allí es válido comenzar a hacer los análisis necesarios para comprender la situación que atraviesa esa nación. Amenazas de golpe de Estado por parte del Ejército, utilización de la justicia para proscripciones políticas, y la complicidad de los grandes medios de comunicación encabezados por la poderosa cadena Globo para demonizar al candidato del progresismo y la izquierda.

El postulante que le sigue en la intención de voto es Jair Bolsonaro, un militar de extrema derecha que hace pocas semanas manifestó que el “único error de la dictadura brasileña fue torturar y no matar”. Bolsonaro, un homofóbico confeso y amante de las armas, tiene una intención de votos del 12%, casi 25 puntos porcentuales debajo de Lula.

En las últimas semanas fueron perpetrados disparos de armas contra una caravana de campaña electoral en la que viajaba el ex presidente. Hubo además una amenaza de golpe de Estado de las fuerzas militares; hubo condena sin pruebas al máximo candidato de la oposición; hubo asesinato a dirigentes políticos de la oposición; hubo despliegue de fuerzas armadas en una de las regiones más importantes del país, en el marco de un conjunto de reformas políticas contrarias a los intereses populares. Todo eso con un gobierno interino, que llegó mediante un golpe parlamentario y que tiene menos del 3% de aprobación.

Pese a la permanencia de Lula y sus seguidores en la sede sindical cercana a San Pablo, ayer no hubo ataques de la Policía o el Ejército contra la gente, ni tampoco lo fueron a buscar mediante la violencia. No se sabe si ello ocurrirá en algún momento, y de todos modos la tensión política es extrema y el peligro de hechos represivos violentos es muy grande.

Gobierno argentino

El escenario de Brasil pone en riesgo la estabilidad democrática en el gigante sudamericano, y el peligro se hace extensivo al resto del continente. Pero ninguno de los motivos antes mencionados fueron suficientes para que el gobierno argentino emitiera siquiera un comunicado.

Hace poco más de dos años la derecha barrió con el PT del poder mediante un vergonzoso golpe parlamentario. En aquel momento, los golpistas apostaron al desgaste popular, al cansancio en la resistencia, y parece ser el camino elegido para evitar que el PT vuelva a gobernar. La oligarquía quitó al gobierno progresista del poder, y la mismo oligarquía pretende, hoy, evitar que regrese.

Nada de eso lo hizo mediante mandato popular. La derecha demostró no tener interés ni en la democracia ni en la justicia. Por eso Lula resiste, y por eso hay amplios sectores populares que lo acompañan.

La respuesta a la persecución a Lula hay que buscarla en la historia de Brasil. Los mismos factores de poder que atacaron, torturaron y mataron a los hombres y mujeres pertenecientes a los movimientos de izquierdas, sociales y progresistas en los años 60´ y 70’, vuelven atacar hoy.

Desde 2002, con la llegada del PT al gobierno, la derecha especuló, esperó, y en 2015 decidió intervenir luego de perder cuatro elecciones consecutivas. Junto a esa embestida, volvió la ambición imperialista de controlarlo todo. El “No al ALCA” del 2005 es, sin dudas, un hito en la historia que parece tomarse venganza por estas horas en Brasil.

La derecha llegó al poder por medio de un golpe parlamentario, con la complicidad de la justicia y de los medios hegemónicos de comunicación y, por supuesto, del imperialismo. Todos ellos buscan evitar nuevamente una elección porque los números son claros: volverán a perder. La democracia está en riesgo en Brasil, y gran parte del pueblo lo sabe.

Al igual que lo estuvo con la destitución a Manuel Zelaya en Honduras en 2009; con la destitución de Fernando Lugo en Paraguay en 2012; con los sucesivos golpes contra Chávez y Maduro en Venezuela; con el golpe a Dilma en 2016; y las campañas de demonización contra las izquierdas y expresiones progresistas o nacional-populares en Ecuador, Argentina, Chile y Bolivia luego de 2008. Siempre con el objetivo de impedir la vigencia de alternativas políticas antiimperialistas en cada uno de los países.



(*) Lic. Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales
29/07/2016

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