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El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, afirmó ayer que "solo Dios" lo va a sacar de la presidencia y dijo que nunca lograrán llevarlo preso. "Les digo a los canallas que nunca seré preso", dijo durante un discurso ante miles de personas en San Pablo, en el cual volvió a levantar el fantasma de un fraude electoral para los comicios presidenciales del año que viene.
De pronto, ir a la Avenida Paulista de San Pablo se convirtió en un viaje a la Guerra Fría con un discurso anticomunista, al Brasil del golpe militar de 1964 que pedía por Dios, Patria y Familia, ver banderas de Israel abrazadas por los neopentecostales evangelistas, boinas del Ejército, pedidos en inglés para que los militares intervengan la corte para lograr la ansiada "libertad".
Se podría decir que el 99% no usaba máscara y quien la tenía, era estampada con la cara del presidente, famoso por su negacionismo hacia el barbijo para combatir el contagio de coronavirus, en el segundo país del mundo en muertes, después de Estados Unidos.
A 199 años de la independencia declarada por el emperador Dom Pedro I en el arroyo de Ipiranga, en esta ciudad de San Pablo, convertida en la mayor de Sudamérica, los bolsonaristas no quieren hablar de historia ni de futuro, apenas del "mito", Jair Messias Bolsonaro, y su lucha contra un fantasma llamado comunismo.
El principal enemigo es Alexandre de Moraes, el juez de la corte que investiga a Bolsonaro por atentado a las instituciones tras declarar un supuesto fraude en su contra por parte de la justicia electoral.
Moraes, un exfiscal que fue ministro de Justicia de Michel Temer, también ha bloqueado blogs, empresas y detenido bolsonaristas que amenazaron con matar magistrados.
"El quiere implementar el comunismo en Brasil, retirando la libertad. Yo no estoy a favor de un golpe de Estado pero sí estoy a favor de que lo echen para que Bolsonaro pueda gobernar con libertad, sin comunismo", dijo a Télam Ana Claudia, ama de casa, vecina de la Avenida Paulista, en el coqueto barrio de Jardín
La mujer, que portaba un cartel en inglés y en español que decía "Intervención militar en la corte", es una veterana de las marchas: apoya a Bolsonaro desde 2015, cuando ni por asomo pensaba en ser presidente, pero el excapitán ultraderechista ya sembraba apoyos en las bases de clase media en medio de las protestas a favor del impeachment de Dilma Rousseff.
Los gritos de "fuera Bolsonaro" que se escuchaban tenues desde los edificios cercanos, eran la gasolina para los ultraderechistas, que miraban a los balcones y respondían con un "Lula ladrón" o "comunista".
Vendedores ambulantes que trabajan en las canchas vendiendo brochettes de carne a la parrilla y cerveza en lata, un clásico de los domingos y feriados del pueblo trabajador.
Pocas batucadas, y, como es un clásico ya en esta división de clases de Brasil, un público predominantemente blanco, con poca juventud.
La oposición, a unos kilómetros
El otro lado de Brasil se manifestaba a 4 kilómetros de la Avenida Paulista, corazón financiero del país, en el centro antiguo, en el Valle de Anhangabaú. Una presencia más joven, con varias paletas de colores, aunque el rojo era el predominante.
La izquierda opositora, el movimiento negro, estudiantes, las hinchadas de fútbol antifascistas, el Partido de los Trabajadores y los sindicatos ocuparon el lugar para hacer una contramanifestación, aunque menor, porque la fiesta este 7 es la de Bolsonaro y su demostración de fuerza contra la corte.
Con el expresidente Luiz Inácio Lula da Sivla como favorito a ganar las elecciones, el PT abrió en la plaza del centro un centro de afiliación mientras se extendían banderas con la inscripción "Fuera Bolsonaro y "Fuera Genocida".
"Estamos aquí para pedir la renuncia de este golpista, para defender la democracia y denunciar las políticas económicas", dijo a Télam Joaquim Braga, militante de la Juventud del Partido Comunista do Brasil (PCdoB), fuerza que cogobernó con el PT con entre 2003 y 2016.
A diferencia de los bolsonaristas, en esta marcha opositora se exhibían barbijos, algo de distanciamiento social organizado y la consigna principal apuntaba a las urgencias de la crisis actual: "Vacuna en el brazo y comida en el plato".
Amenaza a la Corte
Antes de llegar a San Pablo, el presidente Bolsonaro había amenazado con lanzar acciones contra el Supremo Tribunal Federal (STF) en caso de que el jefe de la Corte Suprema no haga nada contra el magistrado Alexandre de Moraes, quien abrió una causa contra bolsonaristas y otros ultraderechistas por atentar contra la democracia.
"El que actúe fuera de la ley que se encuadre o se prepare para irse", dijo Bolsonaro ante una multitud en Brasilia, que le pedía al mandatario usar el Ejército para destituir al magistrado, convertido en el blanco preferido del Gobierno.
El jefe de la Corte, Luiz Fux, fue citado por Bolsonaro como el que tiene que detener a Moraes, caso contrario habrá acciones.
"O el jefe de ese poder (la Corte) pone en caja a uno de los jueces de la corte o ese poder puede sufrir aquello que no queremos que ocurra", señaló en referencia al magistrado Moraes, encargado de los procesos de violación contra la democracia.
Bolsonaro acusó a los jueces de violar la Constitución en una jornada de alta tensión política en la cual las autoridades temían una invasión al Congreso o a la sede de la corte, en la Plazza de los Tres Poderes, protegida por la tropa de choque de la policía de Brasilia.
"No aceptamos medidas o acciones fuera de la Constitución. Tampoco podemos seguir aceptando que una persona específica siga barbarizando a nuestra población. No podemos aceptar más prisiones políticas en nuestro Brasil", dijo.
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