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Casos sucedidos días atrás en Bolivia y semanas antes en Colombia mostraron nuevamente como blanco de protestas a estatuas de colonizadores y en general de personajes esclavistas, racistas y genocidas. Los hechos recientes dieron continuidad a situaciones similares que se produjeron con intensidad desde fines de 2019 -aunque se detuvieron en los primeros meses de la pandemia- y que ocurrieron tanto en América Latina como en Estados Unidos y Europa occidental, aunque con especificidades en cada caso.
La modalidad de expresar el rechazo de amplios sectores sociales a figuras emblemáticas de la historia oficial, ya fuere mediante el derribo de estatuas o daños parciales o pintadas que las ridiculizan, así como a esculturas, monumentos, etc. se extendió con innumerables episodios por todo Chile en el contexto de la rebelión popular que comenzó en octubre del año antepasado.
Posteriormente, en 2020 ocurrieron decenas de acciones contra representaciones de personajes repudiados en Estados Unidos, como parte de las grandes marchas contra la violencia racial luego de que un policía asesinara por asfixia y en plena calle al ciudadano afroamericano George Floyd. La oleada de manifestaciones alcanzó a ciudades europeas.
En territorio suramericano, un caso reciente ocurrió en La Paz, Bolivia, el 2 de este mes. Decenas de personas que participaban de una protesta colocaron una soga al cuello, arrancaron la nariz y pintaron de negro el rostro de una estatua de Cristóbal Colón ubicada en el Paseo del Prado, lugar emblemático de la capital boliviana.
La acción más directa la protagonizó un joven que trepó hasta lo alto de la figura erigida, mientras en la parte baja de la plaza un importante grupo de manifestantes expresaban consignas, tocaban tambores y agitaban wiphalas, la bandera cuadrangular de siete colores que simboliza a los pueblos originarios de los Andes suramericanos. La protesta fue dispersada por policías.
En 2020, la misma estatua había sido objeto de pintadas el 12 de octubre, que en Bolivia es considerado el “Día de la Descolonización”. Un mensaje escrito decía “Bolivia no es colonia”, y además se habían pintado una calavera y una cruz encima para recordar las masacres ejecutadas por los colonos españoles contra las comunidades originarias. En otra parte de la ciudad, la estatua de la reina Isabel La Católica fue vestida con la ropa tradicional y el sombrero que usan de las mujeres andinas.
Antecedentes en Suramérica
Este mismo tipo de acciones se han observado en distintos países suramericanos como Colombia, Venezuela y el ya nombrado Chile. Hace dos meses ocurrió uno de los episodios en Bogotá, la capital colombiana, cuando ciudadanos indígenas de la etnia misak intentaron derribar también una estatua de Colón.
El hecho tuvo como marco las prolongadas movilizaciones que se denominaron “Paro Nacional” y que se prolongaron durante meses desde fines de 2019. Tras ser interrumpidas por la pandemia, las manifestaciones recomenzaron este año. Así fue que el 9 de junio último un grupo de pobladores misak tomó como blanco la representación de Colón en cercanías del bogotano aeropuerto El Dorado.
También en Colombia pero hace casi un año, personas de la misma etnia tumbaron una estatua del conquistador español Sebastián de Belalcázar ubicada en Popayán, capital del departamento (provincia) del Cauca. “Al suelo un símbolo de 500 años de esclavitud. De Belalcázar fue un genocida que masacró a los pueblos que conquistó. Nuestro respeto a los misak que hoy reivindican a sus muertos”, dijeron esa vez voceros del Movimiento Alternativo Indígena y Social (MAIS).
La generalización de esta forma de protestas en un país suramericano sucedió en el contexto del estallido social iniciado en Chile 18 de octubre de 2019. El primero y más emblemático hecho tuvo lugar en la Plaza Baquedano de Santiago, el tradicional centro de las grandes convocatorias políticas y que era llamada popularmente “Plaza Italia”.
Allí, en los días iniciales de la rebelión fue tomada por la multitud la estatua, precisamente, del general Manuel Baquedano, un militar chileno que representa la victoria en la Guerra del Pacífico de fines del siglo XIX. Además fue derribada la escultura del “militar desconocido” que acompañaba a la anterior. El lugar fue renombrado popularmente como “Plaza de la Dignidad”.
Entre un sinnúmero de hechos similares en ciudades de todo Chile puede mencionarse que en Arica, situada en el extremo norte, fue derribada una escultura en piedra de Colón. En La Serena, 470 kilómetros al norte de Santiago, manifestantes arrancaron una estatua de Francisco Aguirre, militar de la colonización española, y en su lugar se colocó una escultura de una mujer diaguita como representación de ese pueblo originario.
En la sureña ciudad de Temuco, cuyos pobladores tienen en gran parte origen mapuche, se removió el busto de Pedro de Valdivia. La cabeza fue colgada en la mano del guerrero Caupolicán, quien representa la resistencia ante el imperio español.
Sobre el extremo sur del país, en Punta Arenas, el blanco de las protestas fue la escultura de José Menéndez, empresario español a quien se le atribuye la extinción de la etnia Selk’nam. La efigie fue destruida y llevada a los pies de la estatua del Indio Patagón, la cual rinde homenaje a los pueblos que habitaban la zona antes de la llegada de los conquistadores. Son solo unos pocos ejemplos.
Estados Unidos y Europa
Acontecimientos similares, aunque con sus especificidades, tuvieron lugar en Estados Unidos y en países de Europa tras el asesinato de George Floyd, perpetrado el 25 de mayo de 2020 en la ciudad norteamericana de Mineápolis (estado de Minesota). Grabado en un video que recorrió el mundo, el documento audiovisual se constituyó en una cruda evidencia del accionar criminal de la Policía estadounidense contra los afroamericanos y en general contra migrantes y pobres.
Las protestas multitudinarias que entonces comenzaron, incluyeron la decapitación de una estatua de Colón en la ciudad de Boston (estado de Massachusetts). Otra del mismo personaje pero en Miami (Florida) fue cubierta con pintura roja y con la inscripción que haría historia: “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan). Una tercera fue arrancada y arrojada a un lago en Richmond (Virginia).
También en 2020 peroen ciudades europeas, hubo casos por ejemplo en Bristol (Inglaterra, Reino Unido), donde manifestantes antirracistas derribaron una estatua de Edward Colston. El personaje fue un alto cargo de la Royal African Company a fines del siglo XVII, que envió a la esclavitud en Norteamérica y el Caribe a cientos de miles de personas originarias de África occidental.
Ese derribo fue determinante para que autoridades de distintas jurisdicciones quitaran del espacio público otros monumentos históricos que podían ser objeto de igual cuestionamiento. Así, en la ciudad de Bournemouth retiraron una estatua de Robert Baden-Powell, fundador del movimiento “scout” y acusado de racismo, homofobia y vínculos con los nazis.
La Universidad de Liverpool dispuso cambiar el nombre de un edificio que llevaba el nombre de William Gladstone, debido al vínculo de este con la trata de personas. En el este de Londres se quitó una imagen que recordaba a Robert Milligan, integrante de una familia esclavista propietaria de plantaciones de azúcar en Jamaica.
También en Bélgica ciertos emblemas fueron objeto de protestas. El caso más resonante fue la estatua ecuestre del rey Leopoldo II (1835-1909), la cual en junio del año pasado apareció con pintadas antirracistas. Además de la consigna “Las vidas negras importan (Black Lives Matter)”, manifestantes escribieron “este hombre mató a 15 millones de personas”, en referencia al genocidio sobre la población de El Congo (África) entre los años 1885 y 1909.
Con el correr de los días hubo episodios similares en diferentes ciudades belgas contra representaciones de homenaje al mismo ex monarca. Resultado de ello fue una iniciativa ciudadana para retirar sus efigies de otros lugares del país.
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