Argentina
02/07/2016

Del ALCA a la Alianza del Pacífico

El zorro duerme en el gallinero

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A una década de la derrota del ALCA el gobierno de Mauricio Macri desanda el camino a través de la Alianza del Pacífico. Apertura indiscriminada, Estado bobo y realineamiento con Estados Unidos vuelven a formar parte del menú al que apuesta Argentina.

Néstor Kirchner había observado la costumbre de George W. Bush de apoyar una mano sobre la rodilla de los presidentes cuando conversaba con ellos. Fue así que decidió adelantarse y poner su mano sobre la rodilla de su par norteamericano. Un gesto simbólico que adelantaba lo que iba suceder: Bush había perdido. Corría noviembre de 2005 y en Mar del Plata se celebraban las exequias del ALCA, el proyecto de subordinación a los Estados Unidos que ahora intenta reeditarse con la Alianza del Pacífico, a la que Mauricio Macri procura sumarse como sea.

El 4 y 5 de noviembre de 2005, la negativa de los presidentes Néstor Kirchner (Argentina), Lula da Silva (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela), Nicanor Duarte Frutos (Paraguay) y Tabaré Vázquez (Uruguay) al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), hizo naufragar la IV Cumbre de las Américas, que se realizaba en Mar del Plata con la participación de su principal impulsor, el presidente de los Estados Unidos George W. Bush.

“No se trata de ideología, ni siquiera de política, se trata de hechos y de resultados. Son los hechos los que indican que el mercado por sí solo no reduce los niveles de pobreza” Kirchner

El ALCA proponía la creación de una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego y suponía la eliminación de barreras arancelarias, la liberalización de servicios, acuerdos de protección de inversiones extranjeras intrazona y limitación de la capacidad estatal para orientar las compras públicas.

Lo que estaba en juego no era poco. El ALCA hubiese significado la mayor zona de libre comercio del mundo, con un mercado de casi 800 millones de personas, basado en la desregulación económica, la libre circulación de capitales y mercancías y la privatización de los servicios públicos.

Las consecuencias también eran obvias: estados nacionales debilitados, con escasa autonomía y puestos al servicio de los grandes conglomerados transnacionales (fundamentalmente norteamericanos) y sus aliados nativos. Para los trabajadores y  pequeños y medianos empresarios, una perspectiva ruinosa.

La hora de los pueblos

Los vientos de cambio quedaron claros con los discursos de varios presidentes. Néstor Kirchner, ante el gesto adusto de Bush, cuestionó las políticas impuestas por el “Consenso de Washington” y denunció “las consecuencias nefastas que las políticas de ajuste estructural y del endeudamiento externo tuvieron para el pleno ejercicio de los derechos humanos”.

“No se trata de ideología, ni siquiera de política, se trata de hechos y de resultados. Son los hechos los que indican que el mercado por sí solo no reduce los niveles de pobreza y son los hechos también los que prueban que un punto de crecimiento en un país, con fuerte iniquidad, reduce la pobreza en menor magnitud que en otro con una distribución del ingreso más igualitaria", insistió Kirchner.

Pero la derrota del ALCA también se sellaba en la calle. En paralelo a la cumbre oficial se desarrollaba la "III Cumbre de los pueblos", encabezada por el propio Hugo Chávez y por Evo Morales (quien sería electo presidente unas semanas después), junto a un amplio abanico de organizaciones sociales, sindicales y populares que habían protagonizado la resistencia a las políticas neoliberales de los noventa.

“Sumarse a la Alianza del Pacifico es como integrarse a la desintegración, es rendirse ante las demandas de las multinacionales” Aronskind

Desde un escenario montado en el Estadio Mundialista de Mar del Plata, en el que estaban desde Diego Maradona y el músico Silvio Rodríguez hasta el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y las Madres de Plaza de Mayo, Chávez advirtió que “hemos venido con una pala, porque en Mar del Plata está la tumba del ALCA”.Enseguida, sintetizó el resultado de aquellas jornadas con un histórico: "ALCA, ALCA, Al carajo".

Las crónicas periodísticas de la época señalan que al despedirse de su anfitrión, Bush dijo: "Estoy un poco sorprendido. Acá pasó algo que no tenía previsto". A tal punto esperaba otra cosa que las mismas reseñas recuerdan que 140 periodistas norteamericanos habían viajado a cubrir el nacimiento del ALCA a instancias del gobierno de su país. Incluso, 20 de ellos, lo hicieron junto a Bush en el Air Force One.

Contraofensiva

Con el fracaso del ALCA la estrategia norteamericana (la de su complejo industrial-militar, más allá de quien gobierne) fue establecer tratados de libre comercio bilaterales. Primer paso de un plan mucho más ambicioso, el Acuerdo Transpacífico (TPP), que incluye a los países de la Cuenca del Pacífico de América (sin el Ecuador de Rafael Correa) y de Asia (sin China). La Alianza del Pacífico, a la que el gobierno de Macri se sumó como Observador, es un capítulo de esa contraofensiva.

El TPP es la reedición del ALCA, pero mucho más ambicioso. Desde comienzos de 2008 Estados Unidos negoció su constitución en el más absoluto secreto y ya logró sumar a once países: Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur, Vietnam, Canadá, México, Perú y Chile. Lo que está en juego es un tratado de libre comercio que involucra a 1.000 millones de habitantes, al 25% de las exportaciones globales y al 40%del PBI mundial.

“Malcorra es la CIA misma” Cabello

El acuerdo, firmado en octubre del año pasado, va por el mismo camino del ALCA, ya que establece: eliminación de barreras arancelarias, resignación de las jurisdicciones nacionales para dirimir litigios, garantía supranacional para que las corporaciones trasnacionales concreten sus negocios, extensión de las patentes exclusivas durante más de una década para la industria farmacéutica y la flexibilización de toda legislación laboral.

Organizaciones sociales y humanitarias, e incluso parlamentarios de los países firmantes del TPP, cuestionaron el secretismo que rodea a la iniciativa, la imposibilidad de acceder a sus documentos y las fuertes medidas de protección a la Propiedad Intelectual que podría afectar, por ejemplo, la producción de medicamentos genéricos en los países en desarrollo. Un borrador de este polémico capítulo fue filtrado por Wikileaks en noviembre de 2013.

“Sólo estos últimos meses se han abierto espacios de transparencia por parte de Cancillería, pero sin ninguna capacidad de influir en lo que se ha negociado por más de cinco años”, denunció el filósofo chileno Carlos Figueroa, vocero de “Chile mejor sin TPP”, y advirtió que “no puede permitirse un tratado hecho a espaldas de la gente y que puede poner en juego nuestra soberanía”.

La Alianza del Pacífico es parte de esa estrategia. Constituida formalmente en Chile en 2012 tiene cuatro miembros plenos (Chile, México, Perú y Colombia) y casi 50 países en calidad de observadores. Se trata de un acuerdo entre gobiernos en línea con lo establecido por el TPP, con capítulos sobre cultura, integración, comercio y economía, pero que deja a las naciones a merced del gran capital, interesado en tener una plataforma de negocios. 

La iniciativa es puesta como ejemplo por los medios de comunicación conservadores de nuestro país, que ven en su crecimiento el certificado de defunción de instancias de integración autónomas como Unasur, Mercosur, ALBA, Celac o PetroCaribe.

Para la Argentina, en términos geopolíticos y económicos, significa avanzar en la inserción internacional que busca el gobierno de Cambiemos: especialización en exportaciones primarias y agroindustriales bajo el ala de Estados Unidos.

“Sumarse a la Alianza del Pacifico es como integrarse a la desintegración, es rendirse ante las demandas de las multinacionales que ven a nuestra región como un lugar de extracción de materia prima y de colocación de sus productos industriales y de su capital extranjero excedente”, advierte el economista Ricardo Aronskind.

Volver al ALCA

Para sumar a la Argentina a la Alianza del Pacífico como miembro pleno Macri debería firmar Tratados de Libre Comercio con por lo menos la mitad de sus integrantes permanentes (dos en la actual composición), algo que no es posible sin violentar los estatutos del Mercosur, que establecen que ningún estado-miembro puede adherir individualmente a otro bloque comercial.

Los pasos dados hasta ahora no tienen efectos comerciales ni económicos, pero sí políticos. El mensaje es claro: devaluar el Mercosury las asociaciones Sur-Sur que intentó el kirchnerismo, como así también las alianzas estratégicas con países como China o Rusia, que pasarán a un segundo plano. Es decir, retrotraer las cosas hasta la fallida Cumbre de las Américas de Mar del Plata: alineamiento con las políticas neoliberales y con los Estados Unidos.

“No puede permitirse un tratado hecho a espaldas de la gente y que puede poner en juego nuestra soberanía” Figueroa

El 3 de mayo pasado la canciller Susana Malcorra no dejó dudas al respecto. Durante su exposición ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado advirtió que “hay que desideologizar la política exterior” (un eufemismo para renunciar a la política de no alineamiento con el Norte) y que “el Mercosur necesita un vínculo de salida hacia el Pacífico”.

Entre los principales perjudicados de este giro se encuentran los gobiernos que en la última década apostaron a una integración regional basada en la autonomía y que apuestan a otro tipo de inserción internacional. Tal vez por eso, más que por pruritos ideológicos, el diputado venezolano Diosdado Cabello (hombre fuerte del chavismo) cuestionó la política esbozada por Malcorra con una sentencia contundente: “Malcorra es la CIA misma”.

En este contexto hay que leer el debut de Macri como “observador” en la cumbre de la Alianza del Pacífico que se celebró ayer en Chile, donde dijo que el Mercosur debe "salir del congelamiento" para converger en un acuerdo de libre comercio con ese bloque comercial.

Según la economista y ex Subsecretaria de Comercio Exterior Paula Español el planteo presidencial “va en detrimento del Mercosur, dirigiéndose hacia la Alianza del Pacífico, que a largo plazo será el TPP”.


”Este viraje en la política exterior –agrega- tiene que ver con el perfil productivo que se quiere establecer en el país y con el tipo de inserción que se pretende de la Argentina en el mundo, abandonando los lazos con América Latina y vinculándonos con estos otros actores”. 


En la misma dirección que Macri camina el Presidente interino de Brasil, Michel Temer, quien después del Golpe de Estado que suspendió a Dilma Rousseff dijo que es necesario flexibilizar el Mercosur para permitir acuerdos individuales de sus países miembros. Cualquier semejanza con el planteo argentino no es mera coincidencia.

Macri y Temer son la punta de lanza de la restauración conservadora que los Estados Unidos estimula en la región, por lo que no es extraño que busquen desandar el camino recorrido por el kirchnerismo en la Argentina y el PT en Brasil.

Para ello proponen avanzar en esquemas de integración global como el TPP y la Alianza del Pacífico, bajo la lógica de la apertura comercial y financiera, con desregulaciones al capital y un ordenamiento económico-social guiado por las reglas del mercado. Aunque todavía no se animen a decirlo, esto significa volver al ALCA. 

29/07/2016

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