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Argentina
31/03/2024

Redes, trolls y nuevas formas de violencia política

Redes, trolls y nuevas formas de violencia política | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Silvio Waisbord: “Milei es un troll”.

Las redes sociales se convirtieron en el escenario político-comunicacional privilegiado por el presidente Javier Milei. Tuits furibundos o simples likes pueden habilitar el hostigamiento, la agresión e incluso las fake news. El paralelo con Donald Trump y los interrogantes sobre el futuro de la convivencia democrática.

Daniel Giarone

De la cantante Laly Espósito a la conductora televisiva Mirta Legrand, del senador radical Martín Lousteau a la mismísima vicepresidenta Victoria Villarruel, del Congreso de la Nación a los jueces que cuestionaron la constitucionalidad del DNU, en apenas cien días de gobierno de Javier Milei nadie parece estar a salvo de la furia tuitera.

El uso de las redes sociales para descalificar, amedrentar o directamente insultar a quienes se oponen a las políticas oficiales, e incluso a aquellos que esbocen alguna crítica tibia, se convirtió en una herramienta política de primer orden, que despliega una prédica virulenta que no excluye los discursos de odio.

Con intervenciones directas en la red social X (ex Twitter) o a través de likes a otros usuarios, el propio primer mandatario protagoniza esta novedosa modalidad que asume la disputa política en la Argentina y que tiene en la irrupción de Donald Trump en la política estadounidense una referencia ineludible.

“Twitter se convirtió en la herramienta preferida del gobierno para los señalamientos y acusaciones. Los otros poderes, referentes, funcionarios(as), periodistas, artistas, medios de comunicación y organizaciones, son frente de ataque. Se despliega una abierta cacería contra todo aquel que critique o señale”, advierte Amnistía Internacional en un documento donde traza un balance de los primeros cien días de gobierno de La Libertad Avanza.

“En varias partes del mundo -señala la organización humanitaria-, los lideres políticos promovieron y promueven narrativas de demonización y división para ganar apoyo popular, basando sus estrategias, entre otras, en culpabilizar a grupos enteros por problemas económicos, sociales o de seguridad”.

Yo troleo, tu troleas, ¿nosotros troleamos?

Para el Diccionario de la Real Academia Española un troll es el usuario que en Internet o a través de las redes sociales “publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación”.

Es esta figura la más temida por los adversarios del presidente. Pero también por sus funcionarios. Semanas atrás el diario Página 12 dio cuenta del malestar (y el temor) que buena parte de los ministros del propio gobierno sienten ante los trolls. Según publicó el matutino, en los despachos oficiales rige una máxima: “Si caes en manos de los trolls, es que te van a echar”.

El secretario de Bioeconomía, Fernando Vilella, debió disculparse ante el vocero presidencial, Manuel Adorni, después de haber likeado un post crítico al gobierno del titular de la UCR, Martín Lousteau. El funcionario había sido amenazado por un tuitero libertario y optó por pedir clemencia para no ser despedido “en la conferencia de prensa de las 11”, consignó el diario.

Las intervenciones de los trolls no siempre son genuinas. Los hay con nombre y apellido, pero también con identidades falsas; convencidos “de la causa” y otros que operan al mejor postor. En cualquier caso, lo que predomina es una virulencia en la que asoma una nueva forma de violencia política. Amenazas, insultos y noticias falsas o tergiversadas integran el combo del terror digital.

Pero los trolls no suelen estar solos sino “acompañados” por bots, programas informáticos diseñados para generar contenido que actúan como si fueran humanos. Cuando los bots son “activados” se convierten en “usuarios” que, por ejemplo, pueden atacar directamente a quienes emiten alguna opinión contraria a quien ordena el ataque.

Una tercera forma de este tipo de acciones esel llamado "doxeo". Es decir, recopilar y hacer públicaen redes sociales toda la información que existe en internet sobre determinado actor político, social o cultural al que se pretende denostar. Algo así como el ya conocido “carpetazo” pero en versión digital.

Los especialistas advierten que es cada vez más común encontrar en las redes sociales grupos que realizan jornadas para atacar a personajes públicos, a colectivos e incluso a individuos ignotos. En los días previos al 24 de marzo, agrupaciones y referentes de los derechos humanos sufrieron este accionar en carne propia.

En sus campañas estos grupos coordinados envían cientos de mensajes a la víctima, muchas veces ofensivos, que suele incluir "memes" e intimidaciones. Hay usuarios aprovechan estas acciones para sumarse voluntariamente a los ataques, aumentando su alcance y capacidad de daño.

Donald y Javier

“¿Cómo se derribó la ilusión de un diálogo transparente y libre de manipulación, liderado por el buen usuario, para construireste mundo #hobessiano donde cada troll es en emigo de otro t roll?”, se preguntan Ernesto Calvo y Natalia Aruguete en “Fake news, trolls y otros encantos”.

La investigación señala como punto de inflexión la irrupción de Donald Trump en la escena política estadounidense. El magnate, que en noviembre próximo intentará volver a la Casa Blanca, inauguró a mediados de la década pasada un nuevo tiempo, donde las redes se convirtieron en un intermediario central entre su presidencia y los votantes.

Admiración mutua, cosmovisión cultural (de sesgo neoconservador) compartida y algún grado de articulación entre sus espacios políticos, otorga a la relación entre Donald Trump y Javier Milei un lugar imprescindible para entender el nuevo escenario comunicacional que vive la Argentina.

“Trump no tenía pasado político y de alguna manera fue una creatura de los medios. Había sido el conductor de un reality show que lo puso en la estratósfera de la atención pública. La analogía es que también Milei es una creatura de los medios, de los programas de discusión política, donde se genera atención a partir de conflictos, gritos y discusiones”, dice desde Washington a Va Con Firma el sociólogo argentino Silvio Waisbord.

Radicado en los Estados Unidos desde hace más de tres década, Waisbord encuentra otro analogía. “Trump usa los medios sociales, donde Twitter (hoy X) se convierte en una herramienta esencial que apoya su capacidad de atraer la atención tanto de los medios tradicionales como de la audiencia inmensa de la propia red social, utilizando un lenguaje que genera twits y likes, que genera acción y reacción. Milei maneja estos mismos códigos”.

Juego de troles

“Milei es un troll en el sentido de cómo provoca conversaciones, cómo se la agarra con ciertas personalidades públicas, lo que genera un volumen de atención constante. Trump hace lo mismo, es un troll de la vieja escuela porque viene de una tradición predigital”, advierte Waisbord, quien además es docente de Periodismo y Comunicación Política en la Universidad George Washington.

“El del troll es un discurso ofensivo, agresivo, de desprecio, de participar en ataques constantes. Vi un calendario de alguien que anotó con quien se las agarró Milei cada día de febrero. Esto genera un nivel de atención, y de distracción, porque tiene la capacidad de lograr que hoy se hable de su disputa con Mirta Legrand y una semana antes con Laly Espósito, y no de otras cosas, marcando una agenda de lo que se habla y de lo que no”.

Para el autor de “El imperio de la utopía. Mitos y verdades de la sociedad estadounidense”, las acción de trolls y bots “son nuevas formas de violencia política que tienen su impacto también en el mundo real”. “Cuando se la toman con alguien a esa persona le llueven amenazas y acoso digital y, en algunos casos, violencia retórica y física. El troll legitima o valida una forma de vincularse agresivamente con otro”, subraya.

Este tipo de acciones no sólo constituyen una forma de hacer política sino que establecen un tipo de liderazgo e influencia. “Los trolls son parte de un culto a la personalidad, que en Trump es muy claro. En el caso de Milei, hasta donde sabemos, hay muchas personas que se sienten identificadas con él desde lo emocional, la empatía. Y esto genera que sus seguidores utilicen una retórica similar para dirigirse a los demás”.

Un mundo (in)feliz

A lo largo de las dos últimas décadas las redes sociales se convirtieron para buena partede la sociedad en una vía de acceso privilegiada a las noticias y a la política. Pero laspantallas construyen “la realidad” con retazos de telas diferentes: títulos de medios tradicionales, interpelaciones de blogueros, acciones furibundas de trolls y bots, comentarios de usuarios y amigos de lo más diversos.

Sea como fuere que se conforme ese mosaico ecléctico (y por momentos delirante), las redes parecen haber dejado atrás y para siempre la promesa de una comunicación horizontal, transparente y democratizadora. O, desde una perspectiva más alentadora, son por lo menos un campo de batalla aún en disputa.

“En las redes, asistimos a formas organizadas de la violencia, pero también a lógicas de organización colectiva que forjan una comunicación horizontal y democrática. Los mismos mecanismos que favorecen la propagación de conflicto y polarización pueden facilitar dinámicas de activismo social y de comunión política”, destacan Calvo y Aruguete.

Por lo pronto, en la Argentina de hoy Amnistía Internacional no deja de advertir que “con esta receta infalible -confrontación, odio, temor y noticias falsas– Milei ha podido romper todos los límites. Y al hacerlo, se garantiza un plafón absoluto donde todo vale y no hay reglas”.

De la posibilidad de establecer reglas y límites a un estado de cosas gobernado por la intolerancia y el insulto, por la estigmatización de la política y de buena parte de sus identidades (del radicalismo al peronismo y la izquierda), parece depender el futuro de la democracia. Y con ella la libertad y los derechos de todos los ciudadanos.

29/07/2016

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