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Omar Gutiérrez tiró la piedra y escondió la mano. En el discurso de apertura de sesiones de este año, se pronunció a favor de reformar el esquema de coparticipación vigente en Neuquén. Esa sola referencia alcanzó para armar flor de batahola.
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Luego de ello se llamó a silencio, o a formular frases del tipo “lo vamos a resolver trabajando en equipo”, que suele ser lo mismo.
Mientras tanto, la anquilosada ley 2148 tiene olor a naftalina por su poco uso. La norma que rige la coparticipación, de la década del 90 del siglo pasado, destina el 15% del presupuesto de la provincia para que sea repartido entre los municipios.
Por supuesto, la ley no es salomónica y no les toca a todos lo mismo. La cantidad de dinero que le llega a cada uno depende de cuatro coeficientes, entre los que se destaca la cantidad de habitantes y el cumplimiento de los pactos fiscales.
Como era esperable, pasado el tiempo en algunos municipios aumentaría la población más que en otros y eso arruinaría el dividendo. Para subsanar el previsible problema, la ley estableció la creación de una comisión integrada por el gobierno y algunos intendentes, que tendría por misión ir actualizando los coeficientes. Y el dinero para cada ciudad.
Y así sucedió que algunos municipios hoy reciben más de lo que merecen. Y viceversa. Entre los primeros campea el silencio –cuando no la resistencia abierta y franca- ante cualquier intento de reforma o actualización. Y entre los segundos la batalla sorda contra la injusticia.
Por eso no debe llamar la atención que la intendenta de Zapala se manifieste descreída y considere “difícil” de concretar este anuncio del gobernador. La ciudad del centro de la provincia es una de las que perdería cerca del 14% de ingresos por ese ítem.
Martínez ofreció a cambio otro desafío. Propuso que antes de pensar en cambiar el régimen, “se discuta el proyecto de provincia en el que queremos vivir”.
En el otro lado de la grieta se ubican ciudades como Plottier y Centenario, que han crecido exponencialmente de la mano de la gran capital, conformando un conglomerado urbano de dimensiones estrafalarias para el tamaño de esta pequeña región. Estos dos municipios, don suerte diversa en sus administraciones, reciben un 40% menos de lo que podrían percibir.
En idéntica situación se encuentra San Martín de los Andes, que tiene en su diputado Guillermo Carnaghi al luchador solitario por la actualización de la “copa” (ver aparte).
Si nadie cede, se cumplirá la sentencia del sabio baqueano que sostenía que “es al cuete rempujar cuando el tiento es corto”.
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