Columna Invitada
18/12/2021

Del “corralito” de 2001 a hoy: similitudes y diferencias

Del “corralito” de 2001 a hoy: similitudes y diferencias | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El autor de esta nota publicada en “El País Digital” observa algunas semejanzas entre “el contexto” monetario y social de hace 20 años y la actualidad, pero remarca las “diferencias abrumadoras”. Descarta de forma “absoluta” que pueda ocurrir algo similar y apoya la decisión de “cuidar los dólares”.

Nicolás Dvoskin

Este diciembre se están cumpliendo veinte años del fatídico último mes del año 2001, cuando la Convertibilidad estalló por los aires en medio de masivas protestas sociales, cinco presidentes, saqueos y una represión institucional que se cobró cuarenta vidas. Uno de los detonantes fue la decisión del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, de limitar las extracciones de efectivo a 250 pesos por semana, lo que redundó en una profundización de la crisis, una interrupción de las cadenas de pagos y la radicalización de un conflicto social que venía en crecimiento. Esta restricción rigió durante un mes, el último de vida de la Convertibilidad, pues con la devaluación de la moneda en enero de 2002 se levantaron todas las restricciones a la extracción de efectivo. Claro está, la devaluación trajo aparejada una pesificación asimétrica y un “corralón” sobre los plazos fijos que se resolvería mucho después. Cabe aclarar que no se limitó el uso del dinero por medios electrónicos, como tarjetas de débito o algunos incipientes canales digitales.

En el actual contexto de escasez de divisas y restricciones a la compra de las mismas surgen muchas veces mensajes confusos que pretenden comparar ambas situaciones. Las recientes noticias falsas respecto de una posible prohibición a la extracción de los depósitos bancarios en dólares alimentaron estas versiones. En este sentido, en estas líneas proponemos dar cuenta de las diferencias y similitudes entre un contexto y otro.

Empecemos por las principales similitudes. Estas refieren principalmente al contexto y no a las políticas implementadas. Tanto en 2001 como en 2021 el país atraviesa dificultades por la escasez de divisas, principalmente promovida por la salida de capitales a partir de decisiones de cartera. A su vez, tanto la Argentina de 2001 como la de 2021 se encuentran profundamente condicionadas por los vencimientos de la deuda externa y los compromisos con el Fondo Monetario Internacional. Los recientes y acelerados procesos de endeudamiento, públicos y privados, han estallado y los capitales quieren irse, dejando a su paso solo el lastre de la deuda.

El contexto social también muestra algunas similitudes. En el caso de 2001, la crisis social viene golpeando a los sectores más vulnerables desde hace mucho tiempo. La recesión se arrastra desde 1997, la pobreza crece desde 1996 y el desempleo desde 1992. Si bien el salario formal en dólares no es particularmente bajo, cada vez es menos la población que no está condenada al desempleo o a la informalidad. En 2021 el desempleo es mucho más bajo, la informalidad también, pero los salarios reales están por el piso. 2021 será el primer año de crecimiento luego de tres seguidos de caída del PBI: dos en la crisis del modelo macrista y uno en el epicentro de la pandemia.

En líneas generales, 2001 y 2019 muestran dos puntos de quiebre de los programas económicos basados en la apertura irrestricta de la cuenta de capitales, con su correspondiente ciclo de endeudamiento y fuga. Así, tanto el Corralito de 2001 como el cepo instalado desde 2019 y vigente hoy en día son instrumentos para evitar esa fuga y, entre otras cosas, sostener el tipo de cambio. Ambas medidas se presentan como alternativas a una indeseable devaluación de la moneda. En ambos casos, son llaves cerradas cuando la mayor parte del tanque ya se ha vaciado. El arribo de la pandemia a principios de 2020 ha hecho que muchos de los efectos económicos y sociales de la crisis de 2019 se prorroguen en el tiempo y que incluso se amplifiquen.

Sin embargo, las diferencias son abrumadoras. Justamente, porque estamos en 2021, no en 2019. En primer lugar, en diciembre de 2001 regía la Convertibilidad. Por un lado, la emisión de pesos por parte del Banco Central estaba restringida a la disponibilidad de dólares en las reservas. Así, cada dólar que se fugaba implicaba un peso que se destruía. Por el otro, el tipo de cambio estaba unificado en su valor de 1 a 1 y la compraventa de divisas siempre estuvo permitida. Es decir, durante el mes de vigencia del Corralito seguía siendo legal comprar dólares 1 a 1 en bancos o casas de cambio. Lo que no se podía hacer era sacarlos del banco en cantidades mayores a 250 pesos por semana. Pero incluso las transacciones con el exterior estaban habilitadas. La repatriación de utilidades de empresas extranjeras nunca se detuvo.

Así, en una economía cuyas transacciones se realizan en pesos, el Corralito terminó impactando mucho más sobre la demanda transaccional de dinero que sobre la demanda de atesoramiento. La imposibilidad de retirar efectivo se sumaba a un proceso que venía agravándose desde el año anterior: era la propia Convertibilidad, en un contexto de salida de capitales, la que sacaba pesos de la calle. Ni siquiera los Estados subnacionales tenían dinero para pagar sueldos y fue así que surgieron las cuasimonedas (bonos de los tesoros al portador, con bajísimo interés y altísima liquidez), las cuales efectivamente funcionaron como emisión monetaria encubierta y, al aceptarse como medios de pago en comercios y para las obligaciones tributarias, evitaron que la crisis fuera mucho mayor.

Con el Corralito se cortaron las cadenas de pago y se vieron imposibilitados de cobrar sus salarios muchos trabajadores informales. Incluso parte del salario formal se pagaba en efectivo, y esto se vio dificultado. Entonces, así como los efectos sobre el sector externo fueron limitados, las consecuencias sobre la economía local fueron desastrosas.

Las actuales restricciones a la compra de divisas, similares a las que se implementaron entre 2011 y 2015, se dan en un contexto macroeconómico diferente al de la Convertibilidad. La expansión de la base monetaria no está limitada a la cuantía de las reservas del Banco Central. Es decir, el gobierno puede ampliar la liquidez de la economía sin las ataduras que regían hace veinte años y, por supuesto, no tendría ningún sentido implementar cuasimonedas. Desde ya, tampoco tendría ningún sentido limitar la extracción de pesos de los bancos.

Por el contrario, las restricciones vigentes sí impiden comprar dólares en el mercado oficial y, por ende, afectar reservas. Así, rigen diferentes tipos de cambio: uno oficial, al que se realizan transacciones autorizadas; otros paralelos, que van desde los implícitos financieros hasta el ilegal. Precisamente, la inexistencia de estos tipos de cambio múltiples durante diciembre de 2001 es la principal evidencia de que el grifo de la fuga no se había cerrado.

De esta manera, si bien la brecha cambiaria genera perjuicios e inconvenientes varios, la restricción efectivamente previene la fuga sin romper con las cadenas de pagos ni desincentivar el consumo doméstico. Al contrario: en muchos casos las restricciones a la compra de dólares redundan en mayores gastos locales. A su vez, el cepo permite al Estado sostener tasas de interés elevadas en pesos que funcionen como atractivo para inversiones en la plaza financiera local y quiten presión al dólar. En un contexto de libre salida, estas tasas son el alimento de las bicicletas. Sin la libre salida, no hay bicicleta posible.

Entonces, a diferencia del Corralito, el cepo sí previene la fuga y, en la medida en que se arbitran los medios para que las importaciones de insumos se sigan realizando al tipo de cambio oficial, los beneficios sobre la economía local, dado el contexto crítico, superan a las desventajas.

Es decir, frente a un contexto de crisis de balance de pagos luego del estallido de un ciclo de endeudamiento y fuga tanto el cepo como el Corralito se presentan como dos alternativas para evitar simultáneamente un vaciamiento de las reservas y una devaluación del peso. En el segundo caso, se privilegian el 1 a 1 y la fluidez de las grandes finanzas a costa del empeoramiento de la situación de las mayorías. En el primero, se prioriza frenar la salida de dólares. Ambos mecanismos son incómodos, molestos, excepcionales. La diferencia entre ellos radica en qué uso se les dará a los escasos dólares: en 2001 se buscaba garantizar la remisión de utilidades y el pago de los servicios de la deuda y seguir sosteniendo un tipo de cambio apreciado; en 2021 lo que se intenta es que no se frene la actividad económica.

Modelos económicos diferentes conllevan instrumentos de política económica distintos. Los vaivenes de la economía argentina pueden ser muy confusos. Sin embargo, es imperioso contextualizar para evitar caer en equivocaciones y reproducir proyecciones insólitas que solo levantan pánico. Hoy no hay riesgos de Corralito, en absoluto. Pero sí hay que administrar los dólares.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]