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La Unión de Trabajadores de la Tierra se hizo visible estos últimos dos años a partir de la participación en los “verdurazos”, en los que distribuyeron gratuitamente miles de kilos de verdura y luego con los “feriazos”, vendiendo el paquete de verdura a $10.
En esas acciones los integrantes de la UTT plantearon la situación que atraviesan como productores y la desatención que reciben desde el Estado, teniendo en cuenta el importante rol que cumplen -abastecen más del 60% de los alimentos que consumimos- frente a los beneficios que el Estado brinda a las empresas concentradas del campo como exención de retenciones, créditos por sequía, etcétera.
La UTT es una organización que partiendo de un grupo muy pequeño de pequeños agricultores ha ido creciendo hasta agrupar alrededor de 15.000 familias que viven principalmente en la provincia de Buenos Aires pero también en otras provincias, desde Jujuy hasta Chubut.
Los integrantes de la organización han definido tres ejes alrededor de los que definen su accionar: lucha de acceso a la tierra; soberanía alimentaria (teniendo a la agroecología como herramienta); y género.
Estos tres ejes están profundamente entrelazados y se conciben como una totalidad transformadora, que modifica profundamente el modelo productivo.
En un tinglado con techo de plástico negro y piso de tierra, varios productores sentados sobre cajones de madera escuchan a Berno.
Es en Florencio Varela, cordón agrícola, en un tiempo zona de floricultores, donde ahora miles de agricultores cultivan toneladas de verduras, flores y frutos que abastecen principalmente a la ciudad de Buenos Aires y al conurbano.
Berno es el capacitador de la UTT, quien junto a Javier y Manuel, también productores y a Cristián, ingeniero agrónomo, desarrollan talleres sobre el manejo sustentable del suelo y los cultivos utilizando productos y técnicas libres de contaminantes.
Forman parte del Consultorio Técnico Popular de la organización (CoTePo), explican cómo hacer y para qué sirven distintos preparados, como por ejemplo el "Sulfopacha" (o Sulfocálcico), una combinación de azufre, cal y agua que funciona como fertilizante y fungicida o el "purín " de ortiga.
"No es un insecticida, porque no mata, creamos barreras biológicas para mantener una cadena, un equilibrio entre insectos y plantas" aclaran. "Aplicamos vida, no muerte, si creen que esto solo se trata de reemplazar agrotóxicos, fertilizantes y químicos que se venden a valor dólar, por un producto más económico, están equivocados. Esto es aplicar vida, restablecer la cadena ecológica que nutre el suelo y las plantas y nos evita enfermedades, tanto por la manipulación de tóxicos, como por la ingesta de alimentos contaminados. Es adoptar una forma de vida."
El conocimiento se transmite entre pares, según las particularidades y modalidades de cada productor, que aprende sobre cuestiones que se plantean respecto al tratamiento del suelo y los vegetales y como solucionarlas en el terreno. De esta manera se crea una red expansiva en forma horizontal, que en pocos años ha integrado alrededor de 200 productores al método orgánico.
El modelo de agricultura orgánica está ligado a la idea de la soberanía alimentaria, que consiste en qué y cómo producir de acuerdo a las necesidades de la población y no de acuerdo a los negocios implantados por las grandes corporaciones del campo, ya sean semillas, agrotóxicos o modos de cultivo.
Manuel, de 29 años, también preparado como capacitador, vive y trabaja en El Pato, Berazategui, en un predio de una hectárea y media, integralmente trabajado en forma ecológica desde hace ya dos años. El cambio del método convencional al ecológico fue en forma progresiva, avanzando por parcelas hasta llegar a la totalidad. El rendimiento mejoro, la calidad también y en este momento es el sustento de las cinco familias que lo trabajan.
Manuel es un entusiasta del modelo agroecológico y de organización colectiva propuesto por la UTT. Destaca la importancia del cooperativismo para avanzar en las reivindicaciones y la construcción de una alternativa.
En su quinta, donde se cultivan hasta 27 variedades de vegetales, que van rotando según la estación, también se hacen talleres.
En uno de estos participa una ingeniera agrónoma del INTA, Camila. Pertenece a un sector reducido del organismo que está vinculado al desarrollo agroecológico. "A los técnicos les cuesta aceptar una forma de trabajo que no esté validada académicamente, aunque ya este probado que funciona", plantea.
Los talleres son un eje importante de la organización. Consisten en cuatro encuentros durante cuatro días, donde el primer día está destinado al estudio de la composición del suelo, su diversidad y la forma de enriquecerlo por medios naturales. En el segundo se instruye sobre la preparación de preparados en caliente y el tercero en frío. Finalmente el cuarto día se analiza el diseño de parcelas, teniendo en cuenta variedades, distribución, malezas, corredores naturales, etcétera.
El intercambio entre los técnicos y los productores es fundamental porque a través de este se genera conciencia acerca de la importancia de mantener un sistema equilibrado y donde además la transmisión es entre pares y los capacitadores forman a otros, generando así una red expansiva donde se combinan los conocimientos técnicos con los saberes que traen los agricultores de años de experiencia en un intercambio horizontal.
Todos los productos orgánicos se comercializan a través de organizaciones y de los almacenes de la UTT y del link https://www.facebook.com/ramosgeneralesAlmacen/ y periódicamente realizan ferias en Jáuregui.
El acceso a la tierra fue uno de los primeros problemas que se plantearon. Actualmente más del 70% de los productores son arrendatarios y están sujetos a condiciones impuestas arbitrariamente.
Muchos de ellos viven en precarias viviendas de madera ya que los propietarios les impiden edificar con materiales y los plazos impuestos impiden una planificación razonable.
La UTT ha planteado la posibilidad de ocupar tierras cedidas por el Estado para ponerlas a producir y la opción de créditos blandos para la compra.
Franz Ramos, delegado, forma parte de las 56 familias que ocuparon el predio del ex Instituto Ramayón, en Jáuregui, hoy Colonia Agrícola Integral de Abastecimiento Urbano Darío Santillán
Planta acelga colorada, cebolla, zanahoria, entre otras variedades, en forma totalmente orgánica después de haberse dedicado toda la vida a cultivos en forma convencional.
El predio del ex instituto fue cedido a través de un comodato con el (en ese momento) ministerio de Agroindustria a fines del gobierno de Cristina Kirchner.
Una de las condiciones del comodato es que todo lo que se produce sea en forma orgánica.
Víctor, ingeniero agrónomo residente en la Colonia de Jáuregui, especialista en control biológico, estimula a que cada uno de ellos sea quien prepare sus propios productos. Tiene una visión global de la agricultura, cree que la soberanía alimentaria es fundamental para un proyecto político. "Se vienen tiempos muy duros a nivel mundial, el alimento va a ser un bien muy preciado". Mauro, otro agricultor lo mira y le dice "vos sos muy político".
"Sin entender la política, no hay nada", contesta Víctor.
"Las mujeres criticábamos desde antes este modelo de las multinacionales de los agrotóxicos que se apoya sobre los hombros del patriarcado". Suena muy terminante pero tiene una lógica irreductible.
Las mujeres conocen el valor de la tierra ancestralmente. Fueron las iniciadoras de la agricultura en la historia de la humanidad. "Los varones llevaron adelante este modelo de veneno y muerte", dice Rosalía, de la secretaría de genero de la organización.
La cuestión de género fue surgiendo a partir de casos particulares de violencia que necesitaban intervención y solidaridad y se generando espacios de reflexión donde entre otras cosas se cuestionaba el machismo interno de la organización, a la vez que se capacitaban promotoras de salud entre las mismas compañeras.
Muchas mujeres fueron encontrándose en esta lucha y empezaron a valorarse. A salir de un esquema opresivo por ser mujeres y además pobres. No hablaban de feminismo en esos inicios. Hoy dicen " el feminismo de las mujeres rurales lo tenemos que construir nosotras, no nos identificamos con las mujeres del poder, tenemos condiciones particulares, extremas".
Han conformado una Secretaría de género en la organización y son una parte activa en las asambleas y en las decisiones que se toman.
También en Florencio Varela, 50 mujeres, algunas con sus hijos, participan del taller de plantas medicinales. Tiene algo de tribal. Traen las plantas que tienen en sus casas, manzanilla, aloe, diente de león. Plantas silvestres que curan. Las que saben más explican. Una capacitadora muestra cómo preparar tintura madre y como utilizarlas.
El encuentro funciona como un vehículo para hablar y escuchar a través de las plantas de las problemáticas propias de las mujeres rurales y se genera un clima de empatía entre todas, principalmente durante el almuerzo, preparado magistralmente por Leo, de quien se podría decir que es el cocinero oficial de la UTT.
"La sanación comienza con la interacción de nos otras con las plantas. Esa sanación es un proceso muy profundo y extenso en comparación a la simpleza de tomar un medicamento", está escrito en un folleto que reparten con las líneas básicas de lo tratado en el taller.
Si hay algo que impacta profundamente al observar el funcionamiento de la UTT es su forma de organización, de capacitadores y capacitadoras que hablan el mismo lenguaje de sus miembros y generan un desarrollo horizontal, avanzando en la conformación de una organización social que hace un aporte a la construcción de alternativas de poder popular.
Como dice Zitarrosa en su canción: "Crece desde el pueblo el futuro/crece desde el pie/ánima del rumbo seguro/crece desde el pie".
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