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A siete días de las elecciones presidenciales los candidatos suben la apuesta. El presidente Mauricio Macri maximizará el cóctel de movilización callejera y promesas de campaña que despliega desde hace tres semanas. En tanto, Alberto Fernández llegará al tramo final sin tanta “territorialidad”, mostrándose como candidato “virtualmente electo”.
Los cinco días que quedan de campaña electoral (hasta el próximo viernes a las 8) serán frenéticos para los principales candidatos. Sobre todo para Macri, quien se juega la posibilidad de forzar un balotaje o, como objetivo de mínima, obtener un caudal de votos que lo deje como líder de la oposición a partir del 10 de diciembre.
En la vereda de enfrente el postulante del Frente de Todos buscará que nada altere el “estado de gracia” en el que lo colocó el triunfo por más de 15 puntos que obtuvo en las primarias del 11 de agosto y que dejó en shock (devaluación incluida) a su principal adversario.
Alberto Fernández intentará mantener su propia agenda (hambre, ingresos, deuda) los pocos días que restan para los comicios. Además, querrá evitar que se cuelen aquellos temas en los que el oficialismo se siente más cómodo (narcotráfico, corrupción, seguridad). También responsabilizará a Macri por la crisis, en un intento por captar “todo lo que pueda” del descontento social.
Los principales contendientes se cruzarán por última vez, al menos como candidatos, esta noche en el debate que protagonizarán en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Sin embargo, tal como ocurrió el domingo pasado en Santa Fe, todo indica que les resultará muy difícil traspasar la frontera de quienes ya están convencidos de votarlos.
De una campaña a otra
El amplio triunfo del peronismo en las PASO cambió la campaña. La diferencia entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio (49,49% a 32,93% de los votos afirmativos, que son los que se tendrán en cuenta en la elección general) obligó a unos y otros a repasar su estrategia. Es que si estos números se repiten el próximo domingo la elección estará resuelta.
“El gran tránsito de una campaña a otra, de la primaria a la general, tiene que ver con al menos tres de las campañas más importantes”, destaca el politólogo Mario Riorda a , para quien, en el caso del oficialismo, el reordenamiento está relacionado con que “claramente entiende la imposibilidad de ganar”.
Según el experto, Juntos por el Cambio “se recuesta en términos de valores sobre la derecha, pisando o intentando superponer el esquema de valores que propone la competencia de ese espacio, Gómez Centurión y José Luis Espert, abandonando así algo del voto centrista, que se iría hacia Roberto Lavagna”.
Para Riorda, el oficialismo trata “de mostrar una campaña de contraste, en términos de estilo, apuntando mucho más a una dimensión épica-territorial que tecnológica, independientemente de los niveles de eficacia que se consigan”. De ahí que el uso de las redes sociales quedó relegado a la campaña “Sí, se puede”, basada en la movilización callejera y el contacto directo con el votante.
En cuanto al Frente de Todos, el titular de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales observa “una postura mucho más moderada” respecto a las primarias y, fundamentalmente, a su principal adversario.
La campaña de Alberto Fernández “deja de ser una propuesta electoral pura para ubicarse en una lógica híbrida y sui generis que está mucho más cerca de un proceso de transición que de una campaña electoral en sí, tratando de tener baja intensidad y evitar errores políticos o polémicas fuertes”.
“También es interesante el cambio de Roberto Lavagna -subraya Riorda-, que se convierte en un candidato spoiler (que obstaculiza) de Mauricio Macri, que trata de robarle votos asimétricamente a él, descartando toda chances de obtener votos del Frente de Todos y, por lo tanto, como se vio en el debate, recostando su campaña en una posición crítica al oficialismo”.
Ruidos y nueces
El reacomodamiento de las campañas de Macri, Fernández y Lavagna al escenario post-PASO también se manifiesta en el debate presidencial, donde le presidente aparece disputando el mismo universo ideológico que Gómez Centurión y Espert, dejando al resto de los candidatos el amplio espacio que se abre a partir de la derecha.
Sin embargo, la efectividad del debate entre los candidatos para modificar el escenario actual parece ser más una expresión de deseo que una posibilidad. “Un debate electoral generalmente es un proceso publicitario-comunicacional más de una campaña electoral, perfectamente editado y controlado, donde el riesgo es mucho menor de lo que se cree”, advierte Riorda.
Según el especialista en comunicación política, “si son muchos los contendientes y el modelo es rígido, como es el caso de los debates que estamos viendo en la Argentina, la tesis dominante es que se confirman las tendencias previas o solidifican los puntos de vista que se tenían antes de la confrontación”.
El oficialismo, que es quien tiene la expectativa de revertir el resultado adverso de agosto último, puede esperar mayor rédito de las movilizaciones en apoyo a la fórmula Macri-Pichetto que del intercambio con sus oponentes.
Tal vez por eso el macrismo apuesta fuerte al acto que tiene lugar al cierre de esta nota en el Obelisco de Buenos Aires y también al que cerrará, la semana próxima, la campaña en Córdoba. En ambos predicen una participación “masiva y contundente” en apoyo a la reelección del presidente.
“La campaña territorial y épica de Juntos por el Cambio es bastante coherente con muchos de los procesos que se vieron en el oficialismo a lo largo de su gestión”, subraya Riorda, para quien el Pro “intenta instalar una agenda muy ruidosa, muy potente, que no necesariamente se condice con la realidad”.
“Cuando uno analiza lo que pasó en las primarias ve que había una clara polarización discursiva que no significó, de ninguna manera, una polarización electoral real”, señala el analista para destacar la distancia entre lo que discursivamente se intentaba dirimir y aquello que efectivamente se votó.
Riorda subraya que “hoy, con la campaña de movilización, territorialidad y activación de Juntos por el Cambio sucede algo parecido. Es una especie de gran fuego de artificio, una ficción comunicacional muy potente, pero que a juzgar por los números que se evidencian en las encuestas no estaría siendo efectiva”.
Al fondo a la derecha
De una campaña electoral centrada de las redes sociales y los medios digitales a otra con preponderancia en la movilización territorial y el contacto directo con los votantes, Juntos por el Cambio buscó la manera de salvar el proyecto reeleccionista de Mauricio Macri.
Es muy probable que ni uno ni otro camino le alcance, siquiera, para llegar al balotaje. Es que más allá del marketing político se encuentra la vida cotidiana, que es donde hoy mandan las consecuencias de la crisis.
La inflación de septiembre, según informó el Indec el miércoles pasado, fue del 5,9%. La más alta de un año que probablemente termine con un aumento de precios del orden del 57 %.
A esto debería sumarse una caída del PBI del 2,6 %, de la inversión de un 23,4 % y del consumo privado del 5,7 %, entre otros números que se suman al de la pobreza, ubicada en un 39 % para 2019. Con estos indicadores socio-económicos es casi imposible realizar una campaña exitosa.
“Creo que Mauricio Macri está intentando solidificar una oferta que se sitúe en un tercio de los votantes”, destaca Riorda al señalar el objetivo de fondo de la Casa Rosada para elección de la semana próxima.
Es que aun siendo derrotado, el macrismo puede emerger como una fuerza política competitiva que, explica Riorda, “por primera vez aglutinaría una oferta democrática explícita sin la necesidad de esconder su escala de valores de pertenencia”.
Por eso, asegura el experto, “la puja del oficialismo está corrida hacia la derecha, para que ese tercio siga siendo tal y no necesariamente un cuarto, compartiendo su caudal de votos con Gómez Centurión y Espert”.
“En cualquier caso -concluye- sí hay una especie de apuesta a futuro para consolidar una expresión explícita de derecha”.
Cuando se abran las urnas la semana próxima no sólo habrá nuevo presidente sino también una reconfiguración de las dos principales fuerzas políticas que, de uno u otro modo, dominan el escenario político nacional desde el comienzo del nuevo siglo.
Ni el frente que encabeza el peronismo ni la coalición que hoy expresa Juntos por el Cambio serán a partir del 27 de octubre lo que fueron en los últimos cuatro años.
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