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19/05/2019

La centralidad de Cristina

La centralidad de Cristina | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Aunque todavía es temprano para ver las consecuencias últimas de la jugada de la ex presidenta, su decisión de resignar la candidatura presidencial cuando todas las encuestas le otorgan sobrada ventaja sobre sus adversarios y detractores, es una muestra de desprendimiento pocas veces vista en la política argentina.

Héctor Mauriño

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Una vez más Cristina Kirchner demostró su centralidad en la política argentina. El anuncio conocido ayer de que resignará ser candidata a la presidencia para convertirse en la acompañante de Alberto Fernández, es una jugada que transforma todo el tablero político nacional y hasta regional.

También una demostración más, luego de la arrolladora presentación de su libro “Sinceramente” en la Rural, de inteligencia política y de que sigue conservado la iniciativa frente a un gobierno fracasado y sin rumbo, que comienza a pagar las consecuencias de haber precipitado el país al abismo.

Sin perjuicio de que todavía es temprano para ver las consecuencias últimas de la jugada de Cristina, su decisión de resignar la candidatura presidencial cuando todas las encuestas le otorgan sobrada ventaja sobre sus adversarios y detractores, es una muestra de desprendimiento pocas veces vista en la política argentina.

Más aún, su gesto es una contribución a superar la grieta, fogoneada hasta el hartazgo por la derecha y la prensa canalla, para recomponer la unidad del campo popular y contribuir a pacificar los ánimos de aquellos que, aún en contra de sus propios intereses, actúan bajo la perversa hipnosis de los medios concentrados.

Por ahora, es imposible saber en qué medida esta inédita autolimitación de la mayor figura política del país contribuirá a hacer reflexionar a sus detractores, pero por lo pronto Cristina ha introducido una nota diferente en el concierto de la devastada política nacional.

El hecho de que haya elegido para encabezar la fórmula presidencial a un hombre como Alberto Fernández, hasta hace poco crítico de algunas de sus políticas, entraña también una autocrítica implícita. Implica admitir que el principal error -bien que compartido por otros dirigentes- fue dejar que se dividiera el campo popular.

El costo de aquellos desencuentros ha sido enorme. Como dijo la propia Cristina en su notable, conmovedor video, el país está aún peor que en 2001, tal es el grado de miopía y de crueldad de un gobierno cuyos integrantes sólo se han ocupado de hacer negocios para ellos y para sus amigos, desentendiéndose del resto de los argentinos.

Como se dijo la semana pasada desde esta misma columna, la Cristina de estos días recuerda al Perón de la unidad nacional. Sólo que la ex presidenta, no por casualidad mujer como Eva Perón y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, parece haber ido un paso más allá: ella misma se despojó de un lugar que le correspondía por derecho propio, porque una y otra vez se lo han conferido las multitudes populares.

Sólo resta esperar que el amplio espectro opositor, empezando por los dirigentes del peronismo -los gobernadores y los gremialistas- hasta ayer reacios a la unidad con la figura más representativa del país, tomen debida nota de lo ocurrido y procedan con la misma consecuencia. Como advirtió Cristina, el país lo necesita.

29/07/2016

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