En el nuevo escenario que se ha abierto en el MPN y en la provincia con la denuncia contra Jorge Sapag por supuestos sobornos de la industria petrolera, todavía son muchos los interrogantes y pocas las certezas.

Más allá de lo que establezca la justicia -que en la Argentina establece poco y mal- la figura del ex gobernador ha sido dañada y con ello, en una medida que sólo el curso de los acontecimientos puede terminar develar, su fuerte liderazgo, excluyente en la última década en el partido gobernante y en Neuquén.

Para un partido pragmático y gregario como es el MPN, que oscila entre el conservadurismo popular desarrollista y el neoliberalismo atenuado, Sapag jugaba -¿juega aún?- un rol indispensable, difícil de ser reemplazado por cualquiera de las figuras de menor peso que aparecen en el escenario actual.

Por eso mismo, el riesgo ahora es que se produzca un desequilibrio ecológico en el interior del MPN. Algo que, en buena medida podría desencadenar un cambio radical en el panorama político de una provincia que, en los hechos, viene siendo gobernada hace más de medio siglo por una suerte de partido único.

Por fuera del partido gobernante, en el campo de una oposición que casi siempre se ha resignado a jugar un papel secundario, esta situación puede ser vista como una gran oportunidad. Fundamentalmente por la derecha encarnada por Quiroga y el Pro -que no son lo mismo- pero también desde la óptica del peronismo-kirchnerismo y de otras expresiones del campo popular, como Rioseco y sus aliados.

Desde luego, en el seno del partido gobernante este nuevo escenario puede ser observado por algunos como una gran ventaja. Si se debilita la figura que toma las decisiones de fondo y distribuye el juego, no faltarán quienes puedan pensar que están frente a una chance histórica de avanzar con su esquema de poder personal.

Pero por otro lado, y aunque algunos no lo vean así, esta situación entraña un gran riesgo para todos los que forman parte del MPN, porque al debilitarse la figura central dejaría de existir un límite para algunas pretensiones exageradas y eso podría derivar en serio riesgo para el proyecto en común.

En el caso del gobernador Omar Gutiérrez, ungido y respaldado hasta aquí por Sapag, se abre una perspectiva de mayor libertad para llevar a fondo su propio proyecto, pero también de mayor soledad frente al resto de los sectores internos.

Si, como todo parece indicarlo después del encuentro de Loncopué, Gutiérrez profundiza su campaña en pos de la reelección, deberá neutralizar y contener por sus propios medios a sus competidores internos jugando a consolidar un liderazgo que hasta ahora no ha terminado de cuajar totalmente.

También, si quiere evitar que el Movimiento Popular Neuquino naufrague, deberá encontrar un justo medio a su relación con el gobierno nacional. Es un dato de la realidad que el gobernador está hoy demasiado pegado al macrismo.

El MPN es algo más que una experiencia de negocios al frente del Estado para gerentes con la cara muy dura. Es un partido que se reclama popular e independiente, y una cosa es que transe a cambio de ventajas y otra muy distinta que acompañe a Macri hasta el cementerio.

En principio, y por lo que se pudo saber, lo ocurrido precipitará las decisiones del gobernador, quien profundizará su campaña por la reelección con una serie de iniciativas. La primera de ellas será respecto de las internas para la renovación de autoridades partidarias de este año. El gobernador y presidente de la junta de Gobierno ya tiene decidido convocarlas para agosto, “después de las vacaciones de invierno”.

Gutiérrez ya decidió ampliar la participación femenina en el partido, al anunciar que en las listas habrá un 50% de mujeres y un 50% de varones. Y su próximo paso será avanzar en la reforma de la carta orgánica para introducir, aunque parcialmente, el sistema proporcional en el reparto de los cargos partidarios.

Establecerá un nuevo sistema en el que la Convención se integrará por sistema proporcional D’Hondt, y la Junta de Gobierno en un 51% por el sistema actual de mayoría y minoría, y el 49% restante por el sistema proporcional.

Además, en lo inmediato Gutiérrez profundizará su campaña con una serie de actos. En Zapala, en San Patricio del Chañar y en Aluminé.

Es probable que Sapag bendiga estas y otras decisiones del gobernador. Al parecer, el ex mandatario provincial ya tenía decidido no ser candidato y, aún con su imagen afectada, lo más probable es que siga conservando suficiente peso como para poder insuflar -o eventualmente vetar- iniciativas como las que parece haber encarado el gobernador.

Resta por saber qué harán el vicegobernador Rolando Figueroa, el senador y líder del sindicato petrolero Guillermo Pereyra y el ex gobernador Jorge Sobisch. A ellos también los afecta el cambio de escenario.

Después del impasse alcanzado con Gutiérrez y a la luz de lo ocurrido con Sapag, el vice tendrá que optar entre profundizar su desafío al gobernador e ir por la gobernación o intentar recomponer con él para reeditar la fórmula gobernante en 2019. Una tercera opción sería declinar ambas cosas y buscar un perfil más bajo a la espera de una mejor coyuntura histórica.

Pereyra sabe que constituye una parte consistente del partido que gobierna la provincia, pero es un hombre realista y no es probable por lo mismo que acaricie el sueño de quedarse con todo.

En la oposición, Quiroga y el macrismo deben pensar que lo ocurrido con Sapag los beneficia. Y no se equivocan, a condición de que no se conviertan en una amenaza tan ostensible que termine por cohesionar al MPN y de que Macri no vuelque en la próxima curva.

El peronismo también puede tener una oportunidad, sea levantando su propia propuesta o a través de una salida frentista.