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05/11/2017

“La foto”

“La foto” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Si bien el alineamiento con los sucesivos gobiernos nacionales es casi un dogma de la doctrina emepenista, los magros resultados de las legislativas auguran un replanteo en el interior de esa fuerza.

Héctor Mauriño

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La derrota del pasado 22 de octubre y la emergencia de Cambiemos como un adversario de peso de cara a la puja por la gobernación, parecen destinados a poner en crisis el actual esquema de gobierno que lleva adelante el Movimiento Popular Neuquino y a abrir un debate interno en el seno de esa fuerza sobre la sucesión en 2019.

Si bien el alineamiento con los sucesivos gobiernos nacionales es uno de los dogmas de la doctrina emepenista, los magros resultados de las elecciones legislativas auguran un replanteo en el interior de esa fuerza.

No fue sólo el MPN, lo ocurrido con varios gobiernos peronistas como el de Juan Manuel Urtubey en Salta o el Juan Schiaretti en Córdoba para poner los dos ejemplos más a mano, indicaría que las políticas seguidistas o complacientes -para no hablar de las serviles- con el gobierno de Mauricio Macri no sirven para acumular desde la oposición.

Por el contrario, la impresión generalizada es que, al cabo de dos años, esas políticas sólo llevaron agua para el molino de Cambiemos.

Según un dirigente local de primer nivel, desde la jefatura de Gabinete de Marcos Peña se realiza un monitoreo permanente de los actos en los que participan gobernadores o legisladores de la oposición y funcionarios del gobierno nacional, y en todos los casos “la foto” sólo acumula para el Pro.

En Neuquén, otro ejemplo lo proporcionaron los alrededor de 22.000 votos anulados en las PASO. En una lectura apresurada, el MPN los atribuyó a fuerza propia que, confundida por la existencia de dos listas que participaban en la interna, metió ambas boletas en el sobre.

Pero los hechos demostraron que no era así. El aumento considerable de votos que tuvo Cambiemos el 22 de octubre indicarían que los sufragios anulados correspondían en su mayoría a gente que pensaba votar a Macri -o a Quiroga, o a ambos- e introdujo en el sobre las boletas de Schlereth y de Vidal.

Es lo que ocurre actualmente con un sector de la población que, hipnotizado por la propuesta macrista y el poder del arma mediática, mantiene firme su apoyo al gobierno, no importa que haya ajuste, endeudamiento externo desbocado, bicicleta financiera, persecución judicial, gases, balas, presos políticos o desaparecidos.

En un contexto como este, cabría preguntarse si es conveniente que los legisladores del MPN sigan levantando la mano frente a todos y cada uno de los controvertidos proyectos de Cambiemos, y si conviene o no a un gobierno que al fin de cuentas se reclama popular y federal aplicar la dosis de ricino social que anunció el bueno del presidente el lunes pasado en el centro Cultural Néstor Kirchner (las iniciales CCK son un eufemismo de la era Cambiemos).

La otra cuestión que deja planteado el resultado de las elecciones legislativas en el seno del MPN, es la de la sucesión de Omar Gutiérrez cuando culmine su mandato.

No son pocos los dirigentes del MPN que tomaron nota del revés electoral y plantean que frente a la ofensiva de Cambiemos, el partido gobernante debería llevar “al mejor candidato”. El problema, es que, de entrada, el mejor candidato no es el mismo para todos los sectores internos del partido.

Es un dato de la realidad, que el esquema de “renovación generacional” aplicado por Jorge Sapag, consistente en elevar las figuras de Omar Gutiérrez y Rolando Figueroa a los más altos cargos del gobierno y del partido, adolece desde el primer día de un flanco débil: la competencia entre ambos.

De manera que si Gutiérrez acariciara la posibilidad de repetir -cosa humana y políticamente comprensible- habría que ver si Figueroa -quien probablemente acaricia sueños similares- se encolumna automáticamente detrás o plantea -digamos- alguna resistencia de tipo político.

Como el desafío del 2019 aparece lo suficientemente crucial como para tomarlo muy en serio, cabría preguntarse también si el padre de la criatura, es decir el mentor de la ‘renovación generacional’ no considerará necesario volver al primer plano de la escena para ser candidato él mismo.

Pero, ¿quiere Sapag volver a ser gobernador? ¿O se contenta con seguir moviendo los hilos detrás del escenario? Y si quiere -o no tiene más remedio, bah-, ¿ha evaluado los riesgos que entraña un desafío de esa naturaleza en una etapa de auge del macrismo?

Por otra parte, falta saber qué hará ese otro actor de peso en el escenario partidario que es Guillermo Pereyra. El “Caballo” se plegó a la lista de unidad que armaron Sapag y Gutiérrez, pero no parece demasiado conforme con los resultados. Aunque ha evitado las críticas frontales, ya hizo saber que reflotará su propia lista, y si bien parece haber abandonado definitivamente la idea de pujar por la gobernación, seguramente quiere asegurarse la renovación de su banca de senador.

Como es obvio, el tema de encontrar el “mejor candidato” para evitar que el partido se estrelle, está íntimamente ligado a la política que desarrollará institucionalmente el gobierno. Es decir, el eventual triunfo del 2019 se construye gobernando y para gobernar hay que tener cuidado de que “la foto” no beneficie exclusivamente a Cambiemos.

29/07/2016

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