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Panorama Político
16/04/2017

Diálogo versus palos

Diálogo versus palos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

A diferencia del macrismo, que ignoró la paritaria nacional y se dio el gusto de aplicar una dosis de palos a los maestros que intentaban armar la “escuela itinerante”, el gobierno de Neuquén parece haber tenido claro que la espiral de violencia impulsada desde el Estado no conduce a nada bueno.

Héctor Mauriño

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El gobierno neuquino tiene motivos para respirar más tranquilo. Esta semana finalmente se resolvió el conflicto docente y mañana se normalizará el ciclo lectivo del que se perdieron en total 23 días de clase.

El conflicto se extendió por casi dos meses de la mano del gremio más numeroso y combativo de la provincia, afectando la vida cotidiana de numerosas familias que llevan sus hijos a la escuela y poniendo una vez más en jaque al gobierno, responsable último de la educación en Neuquén.

Su resolución, más allá de que puede no haber dejado totalmente  conforme a las partes, fue suficientemente buena para ambas y es un triunfo del diálogo como vehículo de conciliación social. Algo que no puede exhibir el gobierno nacional de Cambiemos, inclinado como está a resolver los conflictos mediante la presión, la descalificación y la violencia.

A diferencia del macrismo, que ignoró la ley que lo obliga a realizar la paritaria nacional y se dio el gusto de aplicar una dosis de palos a los maestros que intentaban armar pacíficamente la “escuela itinerante”, el gobierno de Neuquén parece haber tenido claro que la espiral de violencia impulsada desde el Estado no conduce a nada bueno.

Este panorama es el de un círculo vicioso: una economía al servicio de los ricos que profundiza brutalmente la brecha entre los que más y los que menos tienen, desencadenando la protesta social que luego es reprimida violentamente.

El nivel de confrontación que propone el macrismo Neuquén ya lo conoce, es el que llevó adelante Jorge Sobisch cuando alentaba el delirio de llegar a la presidencia de la Nación y con ese propósito procuraba forjarse una imagen de gobernante de mano dura frente a la protesta.

El gobierno y las organizaciones políticas, sindicales y sociales de la provincia también conocen cómo terminó aquello: con el asesinato del docente Carlos Fuentealba, producido por el impacto de una granada de pistola lanza gases que le disparó un policía por la espalda.

No casualmente el actual secretario de Seguridad de Macri, Eugenio Burzaco, el hombre que llevó adelante la incursión punitiva contra los manifestantes en la Panamericana durante el último paro general, es quien asesoraba a Sobisch en materia de seguridad el 5 de abril de 2007 en Arroyito, cuando la Policía de Neuquén perseguía con gases y balas de goma a los docentes que ya habían desistido de hacer un corte de ruta y se estaban retirando.

Hasta ese día aciago en que murió Fuentealba Macri era socio de Sobisch, en política y en algunos negocios poco claros que nunca se terminaron de dilucidar, como el muy mentado plan Integral de Seguridad y la increíble estafa al Banco Provincia de Neuquén definitivamente impune desde el año pasado.

Empero, para bien de todos, los gobernantes de esta provincia parecen haber tomado debida nota de adónde conduce la violencia ejercida desaprensivamente desde el Estado. No por nada, el año pasado Neuquén fue una de las pocas si no la única provincia que se atrevió a desafiar al macrismo negándose a aceptar el denominado “Protocolo antipiquetes” impulsado por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.

“No podemos firmar, esta es la provincia de Fuentealba” dijeron, palabra más palabra menos, funcionarios del gobierno local para explicar su rechazo a la inicua receta punitiva del macrismo.

Por eso, el acuerdo docente del miércoles pasado no sólo es un logro del gobierno neuquino digno de ser exhibido en un contexto de arrebatos autoritarios y violentos en provincias como Buenos Aires o Jujuy, sino que es también un acierto del sindicato docente ATEN.

Para lograr la aprobación del acuerdo, la conducción provincial que encabeza Marcelo Guagliardo debió sortear las dificultades que presenta un sector gremial ganado por el tremendismo izquierdista.

Si para algo está una organización sindical es para defender los intereses de los trabajadores y no para tensar la cuerda en procura de supuestos cambios, que en realidad nunca se producen porque sus inspiradores tienen una lectura divorciada de la realidad y en los hechos terminan perjudicando a aquellos que dicen defender.

29/07/2016

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