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Ya se ha dicho desde este mismo espacio que el señor Milei no es un ultraderechista en el sentido estricto del término tal y como se conoce hoy en Occidente, es decir al estilo del inefable ex presidente estadounidense Donald Trump, la presidenta del Consejo de Ministros de Italia, Giorgia Meloni, el desbocado conservador con fuertes resabios franquistas Santiago Abascal, de Vox, o la actual diputada y ex candidata presidencial francesa Marine Le Penn.
Todos ellos comparten con Milei pensamientos autoritarios, ultraconservadores, chauvinistas y racistas, y son enemigos de las minorías, pero a diferencia del argentino aquellos son fuertemente nacionalistas. El singular “presidente” argentino tiene todo lo malo de sus pares de allende las fronteras pero además es un ultra cipayo, un súper servil con el imperio estadounidense y con su punta de lanza genocida en Medio Oriente, Israel. A punto tal -lo ha demostrado esta semana- que ya nadie se sorprendería si mañana estuviera dispuesto a convertir a este país en una estrella más de la bandera yanqui.
Con su viaje a Ushuaia exclusivamente para agasajar a la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Richardson, Milei ha terminado de poner a la República Argentina en la mesa de saldos del neocolonialismo norteamericano. Y no es casual que EE.UU. vea como una gran oportunidad el desgraciado rumbo por el que Milei lleva al país, el actual “presidente” se supera cada día en su esfuerzo por convertirla en una colonia, lo hace justamente en el contexto de la puja que el imperialismo estadounidense, en franco retroceso, libra con China por el comercio y la expansión en el continente.
Milei no sólo está llevando a los argentinos a la pobreza y la desocupación, recortando drásticamente sus derechos, sus conquistas y sus salarios; no solamente está derribando el federalismo y haciendo de los gobernadores un puñado de mendigos, sino que además está poniendo al país de rodillas ante la potencia hegemónica del continente.
De continuar con estas políticas suicidas para el país, el “presidente” arruinará por mucho tiempo las posibilidades que tiene Argentina de crecer, industrializarse y recuperar espacio frente el yugo estadounidense, precisamente en un mundo que ha comenzado a ser multipolar con la emergencia de China, Rusia e India.
En este plano el señor Milei, sostenido por los sectores más concentrados de la economía, que lo apadrinaron y lo alientan en una feroz revancha contra los sectores populares, para que ya no se vuelvan a levantar, no ha venido ahorrando esfuerzos para enemistar al país con sus principales socios comerciales, como la propia China y Brasil. Más aún, se ha convertido en un ariete contra la unidad continental, expresada en el Mercosur y la CELAC, y ha abortado una oportunidad histórica para el país rechazando la integración al Brics, con lo que le ha ahorrado a Estados Unidos un gran trabajo.
En marzo pasado el gobierno del líder “libertario” recibió con beneplácito al jefe de la CIA, William Burns y el jueves esta semana el “presidente”, en un gesto sin parangón en la historia argentina, voló raudo a Ushuaia exclusivamente para halagar a la generala Richardson.
Milei quien se declara ferviente admirador de la criminal de guerra Margaret Thatcher no participó de la vigilia que todos los años se realiza en Tierra del Fuego por los mártires de Malvinas, pero corrió a agasajar a una militar de la potencia que jugó abiertamente contra la Argentina y a favor del colonialismo británico en la Guerra del Atlántico Sur.
En otra de sus actos contrarios a la soberanía, Milei le ha entregado a los estadounidense el control del Paraná, nuestro principal río y la vía navegable por donde sale el grueso del comercio exterior del país.
El embajador de ese país, Marc Stanley, se entromete a cada rato en los asuntos nacionales sin que nadie del gobierno le exija explicaciones. Esta semana llegó a declararse “sorprendido” porque la Argentina permite -dijo- “que las fuerzas armadas chinas operen en Neuquén”, en alusión a la Estación de Monitoreo del Espacio Lejano establecida en Quintuco para trabajos científicos en conjunto con la Argentina y cuya construcción fue aprobada por el Congreso Nacional y el gobierno neuquino.
Estas y otras afrentas a la soberanía, juntamente con el feroz despojo económico a la población en beneficio de las clases dominantes, hacen que a cuatro meses de que la desgracia se abatiera sobre los argentinos, cualquiera tenga derecho a preguntarse: ¿hasta cuándo?
El señor Milei gobierna contra la ley y la Constitución. La gran mayoría de los desmanes que ha cometido, y son muchos ya, fueron posibles por el decreto de necesidad y urgencia (DNU 70/23) que no revestía ni necesidad ni urgencia y que derogó de un plumazo 35 leyes y modificó otras 36, cambiando de manera radical la legislación argentina eludiendo al Congreso y abatiendo conquistas conseguidas a lo largo de décadas por el pueblo argentino.
El Senado de la Nación ya votó por la derogación del DNU y ahora sólo queda que lo trate y lo derogue definitivamente la cámara de Diputados, pero el trámite se sigue demorando.
Se trata de poner a resguardo el pacto de convivencia entre los argentinos e impedir nuevos ataques a la soberanía nacional. ¿Qué están esperando los legisladores que se reclaman democráticos y republicanos para abocarse al tema más importante que les compete?
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