Hace mucho que se sabe: el antiperonismo es tan fuerte o por momentos más que el peronismo. Pero lo que está a prueba en esta oportunidad, de cara a la segunda vuelta del próximo 19, es no solo si eso se verifica una vez más sino también si el antiperonismo es más fuerte que la propia democracia.

La vertiginosa emergencia de un personaje autoritario, agresivo y mesiánico como Javier Milei y especialmente su alianza posterior a la derrota en la primera vuelta con alguien dotado para la simulación, la estafa y el daño como es Mauricio Macri, más allá de su improbable funcionamiento en la práctica, pone en juego precisamente la tensión entre antiperonismo y democracia.

Es preciso decirlo, no es la primera vez que esto ocurre en la historia. Las fuerzas políticas antiperonistas que apostaron a los sucesivos golpes militares del siglo pasado y proporcionaron sus cuadros a esas dictaduras, eran conservadoras, falsamente “liberales” y antipopulares, pero fundamentalmente antiperonistas.

El centrifugado que sigue por estos días a la derrota de Juntos por el Cambio y la inmediata traición de su principal inspirador, coloca a los integrantes de esa coalición -muchos de ellos antiperonistas- ante una alternativa de hierro para la reconquistada democracia que por estos días cumple 40 años.

También pone a prueba al conjunto de la sociedad argentina que, más allá de que muchos de sus integrantes todavía no lo adviertan, está siendo llevada al borde del abismo al tiempo que algunos la animan a dar un paso adelante.

Por estos días abundan las encuestas más disímiles, algunas que dan ganador a Milei y otras a Sergio Massa, la mayoría acusan una pronunciada paridad. Pero como reconocen muchos consultores las encuestas ya no son confiables, no solo porque los resultados de casi todas las últimas elecciones las desmienten, sino porque la gente ya no confía en quienes exploran sus decisiones y prefiere no hablar u ocultar lo que piensa.

Esta vez se agrega cierto sentimiento vergonzante. Por un lado, de quienes votarían a Milei pero son conscientes de que decirlo significaría reconocer que están con la venta de órganos, el alambrado del mar, la rifa de YPF y Aerolíneas, el fin de la educación y la salud públicas, el tráfico de órganos y la reivindicación del terrorismo de Estado. En suma, reconocer que están dispuestos a empujar la democracia al abismo con tal de evitar que gobierne el peronismo.

Y por otro lado de aquellos que esta vez votarían por Massa a pesar de ser antiperonistas con tal de evitar un mal mayor a la democracia. Aunque prefieran no reconocerlo porque sería un baldón frente a sus pares.