Sus desplantes y los de sus socios en la aventura presidencial no tienen límites e incluyen desde el papa hasta el ‘círculo rojo’, pasando por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los familiares de desaparecidos, los políticos y hasta los empresarios a los que sin embargo quieren servir. Todo eso sin contar con su desprecio por las instituciones, de la Constitución para abajo, y por el planeta entero, que no estaría sufriendo ninguna agresión ambiental.

¿Qué ha hecho este esforzado país, la mayoría sacrificada de su población, sobreviviente de un genocidio, varias dictaduras, dos hiperinflaciones y numerosos engaños y desengaños, para tener que aguantar a uno que habla con su perro muerto, mantiene una dependencia enfermiza con su hermana, exhibe un nivel de agresividad e incontinencia pocas veces visto y amenaza con romperlo todo?

Gato o león, el candidato de las promesas incendiarias habla de cosas que claramente ignora y teoriza sobre cuestiones que pisotean el funcionamiento institucional del país, la vigencia de la Constitución, las leyes y derechos y garantías. Se complace con escandalizar a la audiencia prometiendo hazañas tan traumáticas como difícilmente realizables.

Aunque supere la capacidad de cualquiera para escandalizarse y a muchos los condene a un mutismo deliberado “porque criticarlo puede ser peor”, ahí está y sigue haciendo lo mismo o peor; abrazado al hijo de Bussi, a la motosierra, a Villarruel, al “no son 30 mil”. Y a pesar de todo se lo escucha y se lo tiene en cuenta, “no vaya a ser cosa…”.

Miente, fabula y no solo miente: es un producto acabado de las redes y de las “fake news” y como ellas parece que a fuerza de inventar y ocultar ya no distingue claramente entre mentira y verdad. Para él y sus seguidores la verdad es un bien relativo en un mundo donde realidad y fantasía se confunden, la conciencia se nubla, el ánimo se encrespa y todo da un poco lo mismo: “Lo voto igual, total eso que dice no lo va a poder hacer”.

Tanta bronca, tanto desplante, tiene mucho que ver con el odio sembrado por los medios y la derecha contra los sectores populares. Con su determinación de impedir gobernar, con su ataque irracional al gobierno que intentaba proteger a la población de la más terrible pandemia en cien años. Con la “grieta”, alimentada con fruición por esos medios para esmerilar al gobierno y correr por derecha a la oposición.

Se los vio con los anticuarentena, quemando barbijos, con los “flota flota”, haciendo el ridículo y gritando desaforados en torno al Obelisco, todos fogoneados por conocidos referentes de Juntos por el Cambio que clamaban histéricos por su “libertad” supuestamente avasallada por los que los querían proteger de la peste.

Al personaje lo animó y lo empujó la propia derecha, cuando ésta todavía creía que le podía servir. No sólo Macri, la propia Bullrich le encontraba aristas simpáticas y razonables, cuando pensaba que no le podía competir y de paso lo ayudaba en su pulseada con Larreta.

Pero al final se les fue la mano; la cosa se salió de madre y ahora no hay quien la pare. Ese sí que fue un “exceso”. Terminaron por crear la criatura que amenaza con devorarlos. Ya no hay más grieta: se cayó el favorito que era “Horacio”, tambalea “Patricia” y “Mauricio” juega con fuego. ¿Qué queda?