Neuquén está cambiando de estatus entre las provincias. Sigue siendo una provincia marginal por su peso electoral, pero Vaca Muerta la ha colocado en un primer plano desde el punto de vista económico.

En un país postrado por el endeudamiento que contrajo el gobierno de Cambiemos, sediento de dólares y jaqueado por la inflación (que también es resultado de la falta de divisas), el gas de Neuquén aparece como una gran posibilidad. No fue casual el interés de fuerzas nacionales por participar en estos comicios en los que la interna del MPN librada por afuera del partido, como una “externa”, se presentó como una gran oportunidad.

Los grandes partidos nacionales nunca tomaron demasiado en serio a sus propias fuerzas en Neuquén. Más bien siempre optaron, por derecha e izquierda, por no invertir demasiado esfuerzo en unas elecciones que no mueven el amperímetro nacional y negociaron después con el partido hegemónico. Eso también retroalimentó la vigencia del MPN.

Pero ahora es diferente, Neuquén importa cada vez más. Sobre todo para la derecha, que la tiene en el radar de sus negocios. A mediano plazo puede convertir al país en exportador neto de energía y ya es fuente de buenos dividendos para el “círculo rojo” de la insaciable burguesía argentina.

Así las cosas, la escisión del partido provincial no sólo atrajo espontáneamente a aquellos cansados de tanto MPN y deseosos de un cambio, también sedujo a quienes apuestan a una cuota de poder en el lugar donde se administra tanta riqueza.

Estas reflexiones vienen a cuento de las dificultades que se pueden presentar a partir del 10 de diciembre al nuevo gobierno, surgido de una alianza pragmática, no programática, entre Figueroa y distintos grupos políticos. Dificultades que se pueden traducir en presiones sobre la nueva administración local en caso de que la derecha acceda al gobierno nacional.

Más aún teniendo en cuenta que la Legislatura, en su nueva composición tendrá fuerte presencia de expresiones de derecha: la que acompañó en distintas colectoras a “Rolando”, la de la Eguía y la del propio JxC.

Por lo pronto, en los casi 10 meses que restan hasta la asunción del nuevo gobierno se abre una etapa de transición en la que se producirán reacomodamientos, como corresponde al fuerte cambio experimentado con la derrota del partido que, con algunas interrupciones producto de los golpes militares, viene gobernando desde 1963.

Figueroa no tiene tantosdiputados propios y varios de sus aliados responden a concepciones ideológicas conservadoras, lo que podría convertirlos en polea de transmisión de presiones de un eventual gobierno de JxC.

En lo que respecta a la relación con el MPN, del que reiteró en varias oportunidades que se sigue sintiendo parte, Figueroa pasará a manejar los cuantiosos recursos del Estado, lo que en un partido cohesionado por el poder y no por la ideología puede ayudar a que algunos busquen un lugarcito al calor del poder.

Pero más allá de eso, el tema es cómo Rolando va a alcanzar la gobernabilidad y si eso se va a producir por un acercamiento a la derecha o volviendo a dirigir su mirada hacia el MPN.

De hecho ya se conocieron las primeras señales de dispersión por la derrota, con las críticas veladas de Rucci a Gaido y Domínguez, y con las explícitas de Pereyra a Sapag haciéndolo responsable de la derrota, según dijo porque le cerró la puerta a Rolando en vez de dejarlo ser el candidato.

Otra luz roja en el tablero la encendió la renuncia al bloque actual del MPN de un diputado petrolero, en principio la primera deserción después de la derrota.

El MPN se enfrenta a una etapa difícil, en la que deberá enfrentar el desafío de mantener cohesionada a la fuerza. Para ello será preciso un fuerte liderazgo. El de Sapag está puesto a prueba: si puede conservarlo ya no podrá ejercerlo desde las sombras. Algo que, en parte, también explica el revés electoral.

Sin embargo, a pesar de haber sufrido un duro revés, el MPN sigue siendo la segunda minoría y tiene un poder nada desdeñable, por cuanto de mínima tiene el intendente de la ciudad más poblada y 11 diputados (podrían ser 12, cuando se conozca el escrutinio definitivo).

Todo depende de hacia dónde apunte el país, y hacia dónde vaya Figueroa, que hasta ahora políticamente se ha manejado en un plano de ambigüedad ayudado por la dichosa “grieta”, pero que a partir del 10 de diciembre deberá optar por algún camino para no perder gobernabilidad.