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Primero el MPN ganaba solito y solo, con la fusta bajo el brazo, pero la cosecha de votos fue cada vez más magra e hizo falta dividir para reinar. Así nacieron las “colectoras”, un engendro que insufló vida al viejo partido al costo, eso sí, de mercantilizar la política. Pero luego, como con los satélites no alcanzaba, se intentó una vuelta más de tuerca que se inauguró con Mariano Gaido en la intendencia: compartir espacios en la gestión con partiditos o sellos de goma aptos para todo servicio.
Ahora el oficialismo emepenista va por más: si Marcos Koopmann se impone en la interna, podría replicar en las generales el modelo “frentista” del municipio a nivel provincial.
Por lo pronto, algunos integrantes de esa entente pergeñada para encumbrar a Gaido y recuperar la capital, participaron del mega acto de El Chocón y durante la semana protagonistas de uno y otro lado admitieron que la posibilidad de multiplicar el artificio en gran escala está en marcha.
El recurso de buscar aliados hasta en la mesa de saldos, tanto como el enorme despliegue de El Chocón, hablan de la preocupación que existe en el sector Azul del partido provincial ante lo que sus líderes consideran la amenaza violeta de Rolando Figueroa. Tanto arresto contrasta, sin embargo, con el silencio guardado hasta ahora por el interesado, que más tarde o más temprano deberá optar entre una prudente retirada o la decisión de doblar la apuesta enfrentando al temible aparato del partido y el Estado.
De hecho, El Chocón sirvió para unificar la campaña por la conducción partidaria y los cargos electivos, sumando el peso de Sapag, Gutiérrez y Gaido a la hasta ahora relativamente modesta performance de Marcos Koopmann.
También sirvió para alinear la tropa, porque como es necesario presentar precandidatos a 700 cargos y no solo a cuatro, los interesados están notificados de que el resto de la lista se irá conformando con aquellos que demuestren subordinación y valor. Hay para todos pero no para cualquiera, los elegidos tendrán que garantizar votos para merecer el honor, u optar por la aventura de alinearse con un retador que puede llegar a encarnar lo nuevo, pero no contará con tan cuantiosos recursos.
El despliegue protagonizado por los azules resulta abrumador e intimidatorio, pero aun así no garantiza el triunfo, porque a pesar de todo la gente opina y vota por intereses pero también por convicciones (y emociones).
Por otra parte, el acto del pasado sábado 30 es también un punto de no retorno para sus organizadores, que después de semejante puesta en escena difícilmente podrían apelar a un plan “B”, como cambiar el candidato o hacer las paces con el adversario. Están jugados.
Por lo demás, sorprendió en un partido que se pretende plebeyo y “popular”, que uno de los argumentos usados para justificar el encumbramiento de Koopmann, haya sido el de su prosapia emepenista. Está bien que sea confiable, pero además ¿con sangre azul? Hasta se llegó a decir que para proclamarlo se escuchó “la palabra sabia del pueblo”. Debe ser que el mentado “pueblo” se lo dijo al oído a los dirigentes, porque que se sepa nadie de a pié escuchó nada.
Les respondió bien su compañero Marcelo Rucci cuando les recordó que esta no es una cuestión de sangre. El posible precandidato de Pereyra, encarna la decisión de ese sector, dueño de una parte del partido, de no quedarse fuera del convite. Su irrupción en la interna es un riesgo para tirios y troyanos, porque si bien no es una fuerza decisiva podría ayudar a inclinar el fiel de la balanza. Por otra parte, aunque los “azul y blancos” no se lo propongan, su participación puede servir a los “azules”, a quienes conviene dividir por tres.
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