Entre otras consecuencias, la huelga de los “autoconvocados” abrió la puerta a la discusión de la carrera sanitaria, un debate pendiente desde hace varios años planteado por profesionales del sector, y que mucho tiene que ver con la posibilidad de recuperar un sistema público de salud que supo ser ejemplo en Argentina y Latinoamérica.

El Plan de Salud neuquino nació en los ’70 por la claridad política de Felipe Sapag y tuvo entre sus principales impulsores a figuras como Elsa Moreno, Néstor Perrone y Alberto del Vas. El eje estuvo puesto entre otros aspectos en la atención primaria de la salud, la dedicación exclusiva y un sistema de complejidad en forma de red que abarca toda la provincia.

El sistema creció y adquirió niveles de excelencia alimentando una fuerte mística entre sus miembros y ganándose el respeto de la población, beneficiaria de este modelo de equidad y universalidad en materia sanitaria, que fue excepción en el país.

Pero desde hace por lo menos dos décadas el sistema se fue deteriorando con la pérdida de la dedicación exclusiva, la desinversión, los bajos salarios y una fuerte transferencia de recursos al sector privado. De ello se puede juzgar por el hecho de que este último era todavía minoritario en los ’80 y adquirió a partir de esos años un gran volumen.

Hoy día el sistema público conserva algunas de las virtudes que le dieron renombre y sus trabajadores se siguen esforzando por mantener un nivel de excelencia y una mística que todo el mundo les reconoce, el último ejemplo lo vienen dando en esta pandemia, pero “Salud”, la histórica Salud Pública neuquina, ha ido perdiendo pujanza.

En la mesa técnica legislativa que está revisando el proyecto de carrera sanitaria se está dando un debate interesante, del que participan médicos de toda la provincia, diputados funcionarios y sanitaristas, y donde surgen los múltiples problemas que enfrenta el sistema.

De allí se extrae que uno de los mayores déficit es la pérdida del acento en la dedicación exclusiva, que en los hechos ha provocado un fuerte deterioro de los salarios y un drenaje permanente de cuadros profesionales formados en el sistema hacia la medicina privada.

Quienes trabajan en Salud saben que antes, cuando había cinco lugares vacantes se presentaban 30 postulantes hoy cuando hay 30 o más vacantes sólo se presentan cuatro o cinco concursantes.

Se trata de retener a los trabajadores de salud dentro del sistema y lo que está faltando son pautas salariales atractivas y desmontar dispositivos perversos como guardias que sirven para redondear ingresos degradados.

La transferencia de recursos al privado se viene dando desde hace un cuarto de siglo y ello tiene que ver no sólo con la transferencia de profesionales sino con el uso de la alta complejidad y las derivaciones que se efectúan desde los hospitales públicos a las clínicas y que se podrían evitar.

En su último gobierno Jorge Sobisch se ufanó de promover estos cambios regresivos al advertir sin rodeos: “tenemos tan buen servicio de salud en la provincia de Neuquén que los privados se están fundiendo" y actuar en consecuencia.

Seguramente si no hubiera sido por la larga huelga en medio de la pandemia, el gobierno no hubiera accedido a discutir la ley de carrera sanitaria que plantean los profesionales del sector. De hecho el tema le provoca fuertes contradicciones con ATE, gremio con el que firmó en 2018 el convenio colectivo actual -que no satisface a los profesionales- y que ha venido acompañando las políticas del gobierno en la materia.

Sin perjuicio de que el oficialismo se encuentra en este tema entre dos fuegos y se desconoce cómo saldrá del brete, es un avance saludable que la carrera sanitaria se pueda discutir en el ámbito legislativo entre todos los sectores involucrados.

Probablemente sin carrera sanitaria el sistema de salud siga condenado a un progresivo deterioro y ésta oportunidad puede ser útil para revisar y cambiar lo que haga falta con miras a que vuelva a ser lo que alguna vez fue.