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Difícil papel el de la oposición en Neuquén. Difícil porque desde hace 57 años Neuquén está en manos de un partido que casi siempre practica un oficialismo de toma y daca con todos los gobiernos nacionales. Arduo también porque las más de las veces esos gobiernos prefieren llevarse bien con el MPN antes que apostar al desarrollo sus propias fuerzas en la provincia.
Les pasó, para no hablar de las dictaduras militares, a los peronistas, a los radicales, a la Alianza, a los del Pro.
Así, por ejemplo, en su momento Raúl Alfonsín cubrió de elogios a Felipe Sapag y los radicales se vieron en figurillas para ejercer la oposición en Neuquén. Sobisch encontró en Menem la quintaescencia de la astucia política y el riojano lo compensó con las “joyas de la abuela”, mientras los peronistas tomaban aceite de ricino. De la Rúa y ‘Chacho’ Alvarez anduvieron a los besos y abrazos con don Felipe y este los correspondió ayudándolos a ganar.
Sólo Sobisch eligió el contrapunto con Néstor Kirchner, pero porque lo animaba un delirio presidencialista. Fue la excepción que confirma la regla, porque cuando le tocó el turno a Jorge Sapag surgió de la noche a la mañana el “federalismo de coordinación”, un eufemismo para cubrir el alineamiento pragmático con el gobierno kirchnerista.
Llegó Macri, en fin, y el MPN sacó del closet su corazoncito neoliberal –lo había hecho antes con Menem-, para abrazarse con el hombre que fundió a la Argentina.
Ahora, ya se sabe, el gobierno de Neuquén ha vuelto a ser nacional y popular y Alberto Fernández lo recompensó en Villa La Angostura con un saludo cariñoso. Y el peronismo neuquino se confronta nuevamente a su trauma histórico frente a un partido que, en parte, le ha arrebatado su rol.
Mientras todo esto sucedía -sucede- radicales, peronistas, frepasistas y macristas tuvieron que remar en dulce de leche para crecer políticamente en Neuquén, para explicarle al electorado local que estaban en contra de un gobierno local que se llevaba muy bien con la administración nacional de sus propios signos. En oportunidades, incluso, debieron soportar reprimendas por su comportamiento díscolo con un ‘aliado natural’.
¿Una fatalidad? Sí, pero no tanto.
Estas limitaciones no impidieron que durante años la oposición tomara la iniciativa con proyectos audaces que significaban ampliaciones de derechos para la gente y que el MPN no tuvo más remedio que encajar dentro de sus planes. Por ejemplo, la enmienda y la reforma de la Constitución, la proporcionalidad por sistema D’Hont en la Legislatura, y las leyes de niñez y adolescencia, del cupo femenino, de salud sexual y reproductiva, seguro por granizo, y muchas más.
Esto por la positiva, pero también la oposición supo torcer el brazo a los gobiernos del MPN impidiendo algunas de sus maniobras más cuestionadas o logrando neutralizar en alguna medida el rumbo de algunas de sus iniciativas más polémicas. Por mencionar algunas, el nombramiento de jueces amigos del gobernador (Sobisch) en el Tribunal Superior, el supercrédito que impulsaba Felipe Sapag en su último gobierno hipotecando las regalías hidrocarburíferas, los créditos del Iadep para el clientelismo VIP, o los subsidios para sostener el aparato electoral a través de un clientelismo desbocado.
A veces, también, sus críticas y planteos sólo sirvieron para poner a la luz del día que algo estaba mal. Por caso la estafa de Temux al Banco Provincia, o el escándalo del PIS (Plan Integral de Seguridad) que se llevó 60 millones de dólares en compras poco claras.
Brilló entonces la oposición al MPN, en oportunidades también insuflada por feroces internas dentro del partido gobernante. Oscar Massei, Roberto “Caito” Natali, Raúl Radonich, Alicia Giollone, Aldo Duzdevich, o el propio Horacio Forni (que dejó el ombligo emepenista para combatir las iniciativas más polémicas del sobischismo), son algunas de las figuras que jalonaron etapas en las que la oposición tuvo brillo y presencia.
Pero en los últimos tiempos la oposición parece no haber encontrado un rumbo preciso. Salvo en los años electorales, que por su naturaleza son campo propicio para denuncias y planteos, la política en esta provincia discurre en una suerte de pax romana, donde nada sobresale demasiado, salvo cuando reverdece la lucha política en el propio seno del partido gobernante, como ocurrió hace poco con la puja Figueroa – Gutiérrez.
Hay que decirlo, aunque su rol es controlar no es forzoso que la oposición destaque en el escenario político. No sería imprescindible si el MPN por sí solo fuera capaz de acometer, como hizo en el pasado, los desafíos y los cambios que plantea la realidad. Pero es un hecho por muchos aceptado que el partido gobernante hace rato que ha perdido su capacidad para motorizar esos cambios. El viejo partido de don Felipe y don Elías es una vaca que ya da poca leche y si la oposición no atina a enhebrar una propuesta renovadora el perjuicio será para todos.
No se trata solamente de planes e ideas, sino de ir construyendo en la práctica diaria un camino de conquista de derechos y presencia política, beneficiosos para la gente y apreciables para cualquier observador. Lo demás, lo demás vendría solo.
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