El Plan de Salud neuquino, considerado hace años un modelo en el país y en Latinoamérica y debilitado en las últimas décadas por el avance de la medicina privada y el dogma de la salud como negocio, ha resistido bastante bien hasta ahora la difícil prueba que implica la pandemia de coronavirus.

Basta comparar los resultados de la lucha contra la pandemia en la provincia con los de la vecina Río Negro, cuyo Plan de Salud creado en el ‘73 por el gobierno peronista y desmantelado por la presión del lobby médico privado, para darse cuenta de que a Neuquén no le va tan mal.

También es positiva la valoración que se hace del trabajo realizado por el Comité de Emergencia creado para enfrentar la epidemia y el papel desempeñado en la coyuntura por el gobernador Omar Gutiérrez.

Si se admite como cierto que el presidente Alberto Fernández ha observado una conducta muy correcta en el enfrentamiento de la pandemia, no puede menos que decirse que Gutiérrez también ha acertado en encolumnarse sin fisuras con esa política.

Al poner por delante la salud y la vida de la población y rodearse de científicos y médicos especializados en lugar de dejarse llevar por la queja plañidera de los defensores del “mercado” como hicieron sus pares de Estados Unidos, Brasil e Inglaterra, Fernández ahorró a la Argentina un gran costo en vida humanas.

La población así parece haberlo entendido, como lo confirma una encuesta del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Buenos Aires, publicada recientemente en , que el 87 por ciento de los consultados aprueba la gestión de la crisis que lleva adelante el presidente y su imagen suma 82 por ciento entre buena y muy buena. 

El mismo trabajo atribuye también un alto porcentaje de aprobación para Omar Gutiérrez por su manejo de la crisis: el 88 por ciento. 

Gutiérrez no sólo se ha alineado rápidamente con la política humanitaria y de responsabilidad del Estado adoptada por Nación (lo cual no sería ninguna novedad en una provincia que practica desde siempre el alineamiento automático), sino que ha recuperado de entrada la mejor tradición del sistema de salud creado por el MPN, al rodearse de epidemiólogos, infectólogos y directores de hospitales y zonas sanitarias portadores del conocimiento necesario.

Sería necio negar que todo esto se pudo hacer de manera medianamente eficiente porque el sistema de salud de la provincia sigue ofreciendo una estructura de red y de complejidad creciente que en buena medida contribuye a alivianar la tarea. Y también por su gente. Porque el sistema de salud sobrevive en sus médicos, enfermeros, auxiliares… en los que mantienen la mística original contra todas las dificultades.

Pocos dudan que si Macri hubiera estado al frente de la Argentina en esta grave circunstancia, los argentinos estarían viviendo una tragedia similar a las que pares ideológicos del ex presidente, como Bolsonaro, Trump o Johnson, desencadenaron en sus propios países.

En ese contexto sería legítimo interrogarse también sobre cómo habría sido la crisis de la pandemia en Neuquén. Después de todo, como se lleva dicho, el alineamiento con los gobiernos nacionales no importa de qué signo es un dogma emepenista del que el actual gobernador no se ha apartado.

Pero lo anterior es contrafáctico, habrá que contentarse con celebrar que en estas circunstancias haya un presidente como Fernández y un gobernador que, de mínima, hace bien los deberes. En todo caso, agradecer por una vez que el MPN no le haga asco a ningún gobierno.