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Panorama Político
29/03/2020

La generación del coronavirus

La generación del coronavirus | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Superada la vigilancia epidemiológica será necesario instrumentar otro tipo de vigilancia estricta, para que las agendas que marcaron el progreso social en el mundo, ganadas con luchas populares, y muchas de ellas con derramamiento de sangre, no retrocedan en nombre del miedo.

Gerardo Bilardo

Qué difícil es escribir entre nubes oscuras, en medio de lo desconocido, cuando tiembla el piso de las certezas y las garantías se derrumban. Resulta complejo ordenar el pensamiento cuando un nuevo orden, no sabemos cuál, está pariendo en este mismo momento, cuando se toma conciencia de que la humanidad está cruzando el umbral de una nueva etapa en la historia que dejará atrás a muchas de las seguridades que hoy escapan a una velocidad difícil de asimilar.

La población mundial está paralizada frente a esta inteligente variedad de coronavirus que aprovecha nuestras “debilidades” cotidianas para entrar en el cuerpo. La mayor parte pertenece a generaciones que no vivieron a escala global nada parecido. Ya casi no están vivos los protagonistas de la Primera Guerra Mundial y quedan, en parte, los de la Segunda gran Guerra. 

La humanidad contemporánea conoció la muerte, pero en una escala territorial más reducida. Sabe más del juego de ajedrez de la guerra fría y de la prepotencia de Estados Unidos en Vietnam y Cuba; fue testigo del auge del patrón de occidente y su influencia en los golpes de estado en Latinoamérica, de la confirmación de un capitalismo "triunfal" con el derrumbe del muro de Berlín, del desmoronamiento de la Unión Soviética, de los nuevos “modelos exitosos” de países asiáticos sobreexplotados y disciplinados, de la desaparición de las fronteras en Europa, de la reinserción de Rusia y del auge de China. 

La lista de tensiones y cambios ocurridos durante el siglo XX y el actual, podría ser mucho más amplia. Pero ese mundo que va quedando atrás es el que dio confianza, el que organizó un sistema hiperconectado que ahora hay que desenchufar para salvar vidas. 

Esta generación del coronavirus comprende a hijos, nietos y biznietos de los que aportaron grandes saltos científicos y tecnológicos, y a los nuevos cerebros que retomaron la posta del saber para que el conocimiento siga avanzando. Pero también incluye a los responsable de haber alcanzado la mayor desigualdad en el mundo, a los sobreexplotadores de los recursos naturales y a los que provocan, con la concentración de la riqueza, hambre y sufrimiento desde hace mucho tiempo, otra pandemia que suma más víctimas que el coronavirus, pero que tiene menos prensa. ¿Alguien puede imaginarse a los medios que sostienen al sistema transmitiendo en cadena durante todo el día las muertes de niños por enfermedades prevenibles o por hambre y explicando por qué ocurre eso? 

El ataque global y en un tiempo que da pocas ventajas, el virus frenó la rueda de producción, hizo que el mundo cerrara las puertas de los países y sembró un miedo desconocido en esta escala, un gran disciplinador del presente, pero también del futuro.

La humanidad saldrá de esto dañada, pero saldrá, porque la ciencia, combinada con el uso de la tecnología, hace más veloces los avances del saber hoy que hace 50 años. El final del camino será con más o menos muertos, y eso dependerá, en buena medida, de lo que hagan los líderes en sus respectivos países. 

Hoy se puede ver en el mapa en tiempo real cómo les está yendo a los que priorizan la vida por sobre la economía, y cómo la están pasando los que no tomaron en serio la amenaza del coronavirus en nombre de la libertad de mercado, o porque desarmaron en las últimas décadas a sus sistemas de salud pública. 

Tal vez en el futuro, este comportamiento de ignorancia supina se transforme en un delito de lesa humanidad.

Al virus lo protege una capa de grasa. Es su única defensa y por ese motivo el agua y el jabón es una combinación que, aplicada adecuadamente junto a otros cuidados, lo deja fuera de combate. Pero esta fórmula de defensa que parece tan sencilla de aplicar, en rigor no lo es, porque el virus aprovecha las ahora "debilidades" de nuestras costumbres. Se ha metido con las construcciones culturales más afianzadas para golpearnos a escondidas, en silencio y aprovechando lo que ahora son “descuidos” para llegar hasta las células de las mucosas nasal, ocular o bucal, y de ese modo mutar en células que se multiplican y agreden a nuestro cuerpo.

Será difícil volver al beso y al abrazo sin pensar en el riesgo, compartir el mate, subirse a un avión, cruzar una aduana, juntarse a comer un asado y brindar de cerca, vivir intensamente la explosión de un estadio repleto para ver un partido de fútbol o ser protagonista de un multitudinario recital a cielo abierto rodeado de “sospechosos”. El daño social, además del económico, ya está hecho, y será difícil de revertir, aun cuando el virus haya sido controlado.

Lo que vendrá después de salir de esta crisis que amenaza la vida en proporciones que impactan, será otro gran desafío. Buena parte del mundo que conocimos se está despidiendo todos los días y el que está por venir aún no lo podemos ver con claridad. Superada la vigilancia epidemiológica será necesario instrumentar otro tipo de vigilancia estricta, para que las agendas que marcaron el progreso social en el mundo, ganadas con luchas populares, y muchas de ellas con derramamiento de sangre, no retrocedan en nombre del miedo, un arma que puede servir para imponer modelos más autoritarios, con pérdida de derechos y garantías.

El coronavirus ha generado nuevos e impensados consensos para poder vencerlo, pero no puede ser un punto de partida para tolerar retrocesos ni va a eliminar las ideologías, la diversidad, el pensamiento crítico ni las formas de ver el mundo. 

Argentina se encuentra entre los países que optó por el camino que privilegia la vida antes que la economía. El presidente Alberto Fernández marcó el rumbo adecuado desde el minuto cero. Un liderazgo recién estrenado ayuda a sostener una línea de trabajo que, en la coyuntura y en ese tránsito hacia lo desconocido, abre un surco esperanzador. 

29/07/2016

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