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Panorama Político
01/03/2020

Tierra

Tierra | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Los últimos cuatro años, de retroceso económico nacional y relativa bonanza provincial por los precios desmesurados del gas, no alcanzaron para que gobierno y oposición pensaran un poco más allá de sus narices y diseñaran una política sustentable de tierra y vivienda.

Héctor Mauriño

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Es curioso –dice mi amigo David Lugones, un NIC genuino siempre preocupado por los problemas de Neuquén-, la toma Casimiro Gómez, la mayor de estos tiempos, lleva el nombre del primer terrateniente que tuvo la ciudad.

El tema de Gómez, un talabartero español que recibió las tierras de la Confluencia como recompensa por su ayuda a la llamada Campaña del Desierto, viene a cuento de un problema que la ciudad de Neuquén, capital nacional de las tomas, parece arrastrar desde siempre.

Un total de 1.658 familias, alrededor de 5.000 personas en números redondos, que ocuparon tierras entre enero y febrero pasados, dan fe de la magnitud del problema de tierra y vivienda que afecta a esta ciudad y que ningún gobierno provincial ni municipal ha podido (o tal vez no ha querido) resolver.

Ya sabemos que Neuquén es ‘la mejor provincia’ y también ‘la isla de la felicidad’, pero a pesar de toda esa dicha, infortunadamente, esta provincia no ha podido resolver lo principal, que la gente común se haga de un terreno donde construir una casa y poder vivir.

Hasta la década del ’90, cuando el Fonavi y el Instituto Provincial de la Vivienda se aplicaban a paliar mínimamente el problema, Neuquén construyó miles de viviendas, así surgieron Barrios como San Lorenzo, Gregorio Alvarez, 1.099 Viviendas y muchos más.

Es cierto que algunas de esa casas tenían deficiencias, sobre todo para lo que le costaban a un Estado, acostumbrado a garantizar el negocio a un club de empresas constructoras de “casitas” (Jorge Sobisch dixit).

En todo caso, ese modelo servía para garantizar dos formas de clientelismo simultáneas, el de los ‘humildes’ que lograban el techo propio pero quedaban atados al compromiso político con el partido provincial y el de alta gama para los empresarios amigos.

Aun así, la gente que venía a radicarse en Neuquén en busca de trabajo, los nativos o los hijos de unos y otros, accedían a una fracción de terreno y una casa.

Todo esto a despecho de que ese sistema imperfecto nunca fue capaz -acaso por eso del clientelismo o tal vez por mera ineficiencia- de recuperar la inversión que hacía el Estado. Es notable, pero el IPVU -la Provincia- nunca fueron capaces de cobrar las ‘casitas’.

Pero desde el menemismo en adelante la receta neoliberal, abrazada con fervor por el gobierno de Sobisch, abandonó abiertamente la política de vivienda ‘para los humildes’. El discurso al respecto se pareció mucho al que lubricó las privatizaciones a precio vil de las empresas públicas: ‘si no funcionan hay que pasarlas a manos privadas’.

La nueva etapa fue confiada a la Adus, la Agencia de Desarrollo Urbano Sustentable, un nombre un tanto pomposo para designar el mecanismo de  financiar unas pocas casas para los pocos que pueden pagarlas. Nada o muy poco para los que trabajan en negro o hacen changas, para las mujeres solas con hijos y para los jóvenes.

Desde ese entonces Neuquén vive la era de las tomas. Un fenómeno que domina más de la mitad de la urbanización de la ciudad y la única salida para muchos que, aunque trabajen, no pueden sufragar una alquiler y mucho menos comprara un terreno y una vivienda aunque se las financien.

No sólo el MPN, que ha gobernado todos estos años, también la oposición, que está muy cómoda como para tomarse algunas molestias, son responsables de este cuadro desgraciado.

Los últimos cuatro años, de retroceso del país y de bonanza económica provincial producto de los precios desmesurados del gas que impusieron ‘Mauricio’ y sus cómplices, tampoco alcanzaron para que gobierno y oposición pensaran un poco más allá de sus narices y diseñaran una política de tierra y vivienda.

Ahora, ahora sí, hay que pagar la cuenta de la devastación macrista y los problemas, como el de las tomas siguen allí. Peor aún, se multiplican.

29/07/2016

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