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El MPN necesita imperiosamente demostrar su masculinidad, palabra de moda en la agenda de temas de género, para mantener viva su identidad provincial y vigente una idea de federalismo "combativo", construida con paciencia a lo largo de las últimas décadas y vital para marcar, sólo cuando resulta conveniente, la diferencia entre un "ellos", el gobierno nacional, y un "nosotros", la provincia.
Cuando el partido de gobierno exhibe esta fuerza masculina, lo hace con la intención de marcar el territorio, defender intereses económicos y trabajar culturalmente un sentido de pertenencia. El discurso inflamado de Guillermo Pereyra el jueves último ante los afiliados del gremio de los petroleros en Añelo, donde transmitió el relato de un triunfo gremial y provincial en la resolución del conflicto por los despidos que estaban en suspenso, es una demostración más de esa construcción por goteo de la llamada “neuquinidad”.
Resulta sencillo comprender que sin la decisión política del gobierno de Alberto Fernández de abrir el espacio adecuado para saldar las diferencias con intervenciones a nivel ministerial, no hubiera sido posible frenar el primer gran conflicto sindical que le planteaba el pool petrolero que incluye a las empresas, a la provincia y al gremio. La jugada en marcha debía ser desactivada, no sólo por los despidos, sino por el costo político que le querían hacer pagar al gobierno nacional.
La política petrolera, tema excluyente de preocupación de la economía para los gobiernos del MPN, tiene tres actores que suelen ensamblar sus intereses para alcanzar objetivos que en algún punto se cruzan. La provincia, dueña de los recursos naturales, pone la materia prima y recauda; las empresas son generosas y aliadas estratégicas con los gobiernos provinciales desde Jorge Sobisch en adelante y los gremios consiguen buenos acuerdos y actúan en línea con las otras dos patas del negocio.
El problema para el “nosotros” es el gobierno nacional, el cuarto integrante, cuando se planta con política propia, no pone a un ministro que viene de la industria a manejar la cartera de Energía y empieza a ver el tablero completo del país y a evaluar cómo se pueden articular mejor las necesidades de los que producen en sus distintas variantes, con las que tienen los que consumen la energía en grandes y pequeñas cantidades. El manejo en torno al precio del dólar es la clave de toda esta discusión, porque define el nivel de ganancias empresariales y los ingresos de la provincia. Ahí se muestra en toda su dimensión la fiereza de los lobos, que habrá que ver si se calman cuando se conozca el proyecto de la nueva ley de hidrocarburos que pronto llegará al Congreso.
En todo este tiempo se discutió de políticas para el desarrollo de la industria energética y el lugar de privilegio que le había otorgado el macrismo al MPN en esta materia. Desde el triunfo de la fórmula presidencial Fernández-Fernández, el pool petrolero plantó la discusión acerca de qué camino hay seguir y colocó en blanco o negro el futuro de Vaca Muerta.
¿Qué hizo el gobierno del MPN para acompañar? Tiró números, estadísticas, ayudó a instalar la idea de que Vaca Muerta desaparece. Para ello operó en todos los medios permeables al relato oficial y construyó sobre los cimientos de ese federalismo "combativo" que permite disimular los intereses económicos en juego.
El apocalipsis finalmente no alcanzó a Vaca Muerta y ahora hay que desandar el camino de los pronósticos sombríos de la primera etapa. Para eso, y para participar de una feria internacional de turismo, viajó Omar Gutiérrez a España y se reunió el viernes en Madrid con representantes de tres operadoras de Vaca Muerta. Los ejecutivos y ejecutivas de las compañías le dijeron al gobernador que no se preocupe, que todo lo que habían planificado sigue en marcha y hasta en algún caso le hablaron de nuevas promesas de inversión.
El vínculo del MPN con la industria de los hidrocarburos tiene una línea divisoria con la privatización de YPF en la década del ´90 del siglo pasado. Cuando el exgobernador Felipe Sapag defendía o se enfrentaba con el gobierno central por decisiones que involucraban a YPF, a la ex Gas del Estado o a la ex Hidronor, no lo hacía desde el mercado, como ocurrió a partir de Sobisch. En los tiempos fundacionales del MPN, el propio Estado era el actor principal del mercado, por lo que la discusión con el gobierno central transitaba por un federalismo más genuino que el que se vio defender tiempo después.
El éxito cultural del mensaje que lleva el sello emepenista ha sido plenamente logrado, toda vez que el "nosotros" está controlado por las mismas manos desde hace más de 50 años, y el "ellos" fue rotando en la Casa Rosada cada cuatro, seis, ocho o diez años en tiempos democráticos, todo esto sin sumar que el "nosotros" también compartió gestión con una de las dictaduras de la Argentina.
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