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El presidente Alberto Fernández acaba de cumplir el viernes un mes en el gobierno y ya dio vuelta como una media partes centrales de las políticas del macrismo que arruinaron la vida de millones de compatriotas. En Neuquén, transcurrido el mismo lapso de tiempo, no hay sorpresas, no se esperan grandes cambios ni tampoco un rumbo diferente.
La mayor transformación en la provincia de las últimas semanas fue el aterrizaje del MPN en la nueva plataforma política nacional, un clásico movimiento estratégico del partido utilizado para sobrevivir como fuerza política “independiente” y motorizado, no por principios sino por puro pragmatismo.
De modo alguno es comparable la dimensión del timón que tiene entre sus manos un presidente con el de un gobernador. Pero es válido reflexionar acerca de las expectativas de cambio y transformación, algo que no puede ofrecer un partido como el MPN que, con 58 años de historia y un ejercicio real de poder en forma casi ininterrumpida, es como el vecino antiguo del barrio que repite ritos y al que se le conocen las mañas.
Para aquellos que aún defienden la teoría de que Neuquén tiene rasgos progresistas, el período de tiempo que acumula el MPN en el gobierno va en línea opuesta a tal razonamiento. La suma de triunfos electorales del partido provincial, habla más de una sociedad políticamente conservadora que de lo contrario. Y la explicación a un récord que convierte a Neuquén en una provincia única en materia de derrotas electorales de la oposición, se puede hallar no sólo en méritos del partido provincial, que los tiene, sino fundamentalmente a una combinación de factores, entre los que se destacan las intervenciones políticas deliberadas sobre las fuerzas de la oposición mediante mecanismos de división, vía cooptación u otros.
El MPN, en el juego del ajedrez político, se ha transformado en el más experto practicante del divide y reinarás, y mientras va perdiendo votos propios a medida que transcurre el tiempo, se mantiene a flote con una ingeniería política que, mediante colectoras o listas espejo, le permite romper armados opositores que le hagan fuerza. Es una política que mantiene bajos los principios y las convicciones, se construye con billetera y por ese motivo al MPN le resulta cada vez más oneroso mantenerse sobre la alfombra roja.
¿Cuáles son entonces las diferencias entre Fernández y Gutiérrez en estos 30 días? Varias y centrales desde la concepción de la política como instrumento de cambio. Alberto llegó al gobierno por un voto mayoritario que esperaba justamente lo que está sucediendo: un nuevo rumbo que recupere cierto bienestar para las mayorías postergadas y el retorno a una construcción colectiva, con eje privilegiado en el auxilio a los sectores que resultaron más afectados por las políticas neoliberales del macrismo.
Gutiérrez, en cambio, llegó por un voto mayoritario que no esperaba grandes modificaciones, sino la continuidad de un modelo ya conocido. ¿O acaso alguien pensó que el MPN podía aumentar la alícuota de Ingresos Brutos a las empresas petroleras en la ley impositiva que se aprobó para el 2020?, ¿o abandonar la línea de fuego junto a las empresas petroleras para que se mantenga la política energética del macrismo que dejó todo liberado a las fuerzas del mercado y perjudicó el bolsillo de millones de argentinos?
Fernández es la novedad política y, si le va bien, puede pensar en seguir más allá del 2023. Mantiene en potencial el brillo del poder. El gobernador, en cambio, enfrenta un período de particular debilidad. El 10 de diciembre comenzó el fin de su ciclo, sin chance de re-reelección, excepto que meta mano en la Constitución, algo que dijo que no iba a hacer, aunque llamativamente lo mencionó sin que nadie hablara del tema en el discurso de asunción del nuevo y último mandato, al menos en forma continua.
Mientras Alberto cerró acuerdos con los gobernadores, obtuvo apoyo para aprobar la ley fundacional de su gestión en tiempo récord y hace un gran esfuerzo por reemplazar el concepto de individualismo por el de solidaridad, el gobernador neuquino dedicó gran parte de su tiempo a sumarle lobby al gobierno nacional para que la nueva política energética se mantenga similar a la del macrismo y siga en la dirección esperada por la provincia y las empresas petroleras.
El presidente gobierna desde el minuto cero, e incluso desde antes, con un frente opositor muy fuerte desde los medios concentrados que le discuten la agenda a cada paso y venden como malo todo lo que puede llegar a resultar bueno, mientras que Gutiérrez, en esta materia, la tiene bastante más livianita.
¿Cuándo hubo expectativas de cambio en Neuquén? En la pelea grande por la gobernación, muy pocas veces. La mayoría de ellas se construyó la idea de evolución en las internas del MPN. Y la más potente fue la pelea entre los hermanos Felipe y Elías Sapag, tercerizada a través de Jorge Sobisch en 1991, un dirigente que llegó al gobierno con cierto perfil innovador para los criterios del MPN y no tardó en declarar la independencia de su mentor, hasta terminar alineado, en pensamiento y acción, con la derecha argentina.
Otro sacudón en la política provincial provino de otra interna. Fue en 1995 con la exitosa campaña de "dinosaurio amarillo" de Felipe Sapag, que marcó el regreso al gobierno de unos los fundadores del MPN y devolvió a Sobisch al banco de suplentes durante cuatro años. Y por último, la "expectativa de cambio" retornó en el 2007, con otra interna, en este caso más dialogada, con otro Sapag, Jorge, que después de esperar pacientemente el fin del segundo ciclo del sobischismo, recuperó el gobierno y el comando del MPN para la familia, el mismo que había sido transferido (¿prestado?) por su padre 16 años atrás al ahora demócrata cristiano Sobisch.
La interna última, la del 2018, fue un boxeo, breve pero intenso, entre la “renovación generacional”. No produjo ningún cambio porque el retador perdió y el ciclo se renovó apenas maquillado.
El espacio vacío del 2023 ya es visible en una provincia donde la centralidad está puesta en el MPN. Hay que preguntarse si "los Gutiérrez" también irán por la independencia de su padrino, el que impulsó el recambio generacional, el por ahora consultor de todas las dudas y el custodio final de los hidrocarburos y de la continuidad de la influencia de un sector de la familia Sapag en el partido. La respuesta se podrá visualizar con mayor claridad recién al promediar el actual mandato de Gutiérrez que tiene, al igual que Sobisch cuando se la creyó, la lapicera en la mano para comenzar a volar.
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