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Es conocida la afición del gobernador Omar Gutiérrez por lograr una instantánea con funcionarios y empresarios y replicarla de inmediato a las redes sociales. Una reunión, una foto. Otra reunión... y así hasta cada vez que se produce un encuentro que merezca ser difundido.
La del gobernador no es una práctica exclusiva, sino más bien le pertenece a una generación de dirigentes que utiliza esta herramienta con el objetivo de construir más una imagen que una idea. Forma parte de una rutina de comunicación en la que se sienten seguros y muchos de ellos están convencidos de que así se gobierna mejor.
Gutiérrez desfiló esta semana por no menos de media docena de despachos oficiales del gobierno nacional, citas que fueron ilustradas con un click y sonrisas adecuadas al momento protocolar. Pero mientras el gobernador saltaba de un despacho a otro, en la zona caliente de Vaca Muerta se producían nuevos temblores y se conocía una denuncia sobre ocultamiento de información de los microsismos, a partir de una declaración del geógrafo Javier Grosso en una entrevista con .
El hombre de la Universidad Nacional del Comahue no le pierde pisada a los movimientos telúricos y se ha transformado en la piedra del zapato de Vaca Muerta, mientras desde el gobierno hubo comportamiento errático desde que los temblores comenzaron a agrietar las paredes de las casas en Sauzal Bonito. Primero hubo negación del problema y después del reclamo recurrente actuó, en modo lento, con un programa de colocación de sismógrafos que registra datos que después no se difunden.
En este punto, Neuquén tiene similitudes con lo que ocurrió esta semana en Mendoza. La presión y el control social funcionaron como punto de partida para la reflexión colectiva y como freno. En la provincia cuyana, el gobernador radical macrista, Rodolfo Suárez, impulsó una flexibilización de la ley minera provincial que autorizaba a la industria a usar químicos como el cianuro, mientras la comunidad, de perfil conservador, se alzó para detener la iniciativa que finalmente será derogada.
No es fácil encontrar alguien con voz autorizada que conecte, como la galería de fracturas que se acumulan en la roca madre de Vaca Muerta desde hace ya casi una década, a los sismos con la hidrofractura. Pero ya nadie deja de mencionarlo, con la salvedad de que se necesitan estudios científicos que avalen la hipótesis.
El de los temblores es un tema sensible para una provincia como Neuquén que respira dólares por los caños tubing. Pero más allá de la montaña de dinero que hay en juego, para las petroleras, para la provincia y el país, Neuquén merece una explicación consistente por parte de las autoridades de la provincia. Los vecinos de Añelo y Sauzal Bonito, en principio ellos que lo sufren directamente, tiene derecho a saber si viven en un lugar seguro.
Las respuestas lentas y el ocultamiento de datos construyen la idea de cierta desidia en el involucramiento del problema. No sería buena señal esperar a que tiemble el Rincón Club de Campo, el barrio privado donde vive buena parte de la representación del poder de la provincia, o se raje alguno de los edificios nuevos y caros de calle Leloir, la zona más cotizada de la capital, para tomar con seriedad y responsabilidad los daños colaterales que puede estar ocasionando Vaca Muerta.
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