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El Metrobus neuquino va camino de convertirse en un ejemplo de lo que no se debe hacer para solucionar los problemas del transporte público, el tránsito y el estacionamiento en la ciudad.
Esta obra acometida por las anteriores administraciones nacional y municipal tiene una estética vistosa, que podrá gustar o no pero que destaca en medio de una ciudad que no brilla por el esplendor de su arquitectura.
Sin embargo, desde el punto de vista de su utilidad práctica es una muestra de los perjuicios que ocasionan la falta de planificación urbana, la ideologización de los problemas y la inclinación irrefrenable a sacar provecho político o algo más de la jugosa obra pública del Estado.
En 2015, cuando asumió la administración macrista en el país y en la ciudad, hacía muy poco tiempo que se había alcanzado un viejo sueño regional: la recuperación del Tren del Valle.
Aunque en un principio el tren resultaba insuficiente por su recorrido regional acotado y presentaba algunas dificultades técnicas que luego se solucionaron, constituía sin duda un buen punto de partida para mejorar el deficiente servicio de transporte urbano local y regional.
Expertos en urbanismo, advirtieron entonces que era una buena oportunidad para desarrollar un sistema de transporte longitudinal este – oeste que vinculara no sólo a Neuquén, sino a las distintas ciudades del valle y tuviera varias paradas en la capital neuquina.
Comparativamente, el desarrollo del proyecto del tren era muy superior al del mentado Metrobus, un invento que lleva la marca registrada del Pro y que nació en la ciudad de Buenos Aires, cuando Mauricio Macri era intendente y Guillermo Dietrich su secretario de Transporte.
En vano urbanistas destacados de la zona advirtieron que en ningún lugar del mundo el problema del tránsito se resuelve con más calles y más autos porque eso es un círculo vicioso.
Pero la suerte del tren ya estaba echada. Dietrich y el municipio local aseguraron entonces que el proyecto del Tren del Valle era “más turístico que de pasajeros” y que lo usaba “poca gente”, sin contemplar en lo más mínimo que se trataba de un desarrollo con futuro que estaba apenas en su comienzos.
Ahora el Metrobus neuquino está hecho, y son incontables las voces que se alzan para denunciar que no soluciona el problema del transporte y complica el de por sí grave problema del tránsito en la ciudad.
Desde las protestas de los vecinos que no pueden estacionar, pasando por las de los comerciantes cuyas ventas se derrumban, hasta los incontables accidentes, hoy llueven las críticas que ponen en duda la efectividad del proyecto.
Más aún, la continuación de la obra en pleno centro de la ciudad a través de carriles exclusivos, ha sido severamente cuestionada por un estudio técnico que hizo público la Defensoría del Pueblo y que advierte sobre el caos vehicular que generaría esa decisión.
Entre una larga de lista de inconvenientes, se cuentan el de la seguridad de los ciclistas, el hecho de que algunas calles incrementarán el caudal de tránsito en un 40% y los graves problemas de circulación que acarrearía la eliminación del giro a la derecha en calles que hoy redistribuyen el tránsito y lo hacen más fluido.
Todo esto, al punto que el flamante intendente Mariano Gaido ha decidido suspender su puesta en funcionamiento.
Pero una de las principales objeciones que merece el Metrobus neuquino es que, a diferencia de lo que ocurre en Buenos Aires, donde proliferan las líneas de colectivos que circulan por una misma avenida, en algunas de las calles de Neuquén en las que se instalaron los carriles apenas si circulan dos o tres líneas.
Así las cosas y a diferencia de lo que ocurre en la capital federal, en Neuquén la mayor parte del tiempo los carriles exclusivos permanecen ociosos, mientras en el resto de las arterias, estrechadas por la obra, se producen embotellamientos.
Esto, sin contar con que en la capital argentina las frecuencias de los colectivos son muy seguidas y en Neuquén demasiado espaciadas.
En suma, si en Buenos Aires el Metrobus ayuda aunque no sea la solución –sin duda lo sería la ampliación del Subte, que Macri prometió y no realizó- en Neuquén se convierte en un problema.
Contrariamente a lo que planteaban las autoridades del gobierno saliente al descartar tempranamente el sistema ferroviario y condenarlo a un virtual olvido, el desarrollo del tren puede contribuir a solucionar, si no todo una parte importante del problema, haciendo que el transporte de los neuquinos sea más seguro, más barato, menos contaminante y más rápido.
El colectivo, con carril o sin carril, sin duda sobreviviría, pero en su caso el problema es otro: aumentar las frecuencias y conseguir una tarifa más accesible. Aunque el Estado nacional, provincial o municipal, o todos juntos, lo tuvieran que subsidiar fuertemente. Después de todo, eso es lo que ocurre en todo el mundo.
Es una pena, pero en este asunto los contribuyentes también han perdido tiempo y dinero.
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