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Panorama Político
10/11/2019

Para qué sirven las PASO

Para qué sirven las PASO | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Las primarias obraron como una luz roja en el tablero político de la sociedad conservadora y las elecciones del 27 pasado fueron en la práctica una segunda vuelta.

Héctor Mauriño

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Las PASO del 11 de agosto dejaron en claro que uno de los candidatos presidenciales contaba con una amplia ventaja para llegar a la presidencia, pero en el lapso que transcurrió entre esas elecciones y las del pasado 27 muchos sintieron que para un país sumergido en una profunda crisis esos dos meses y medio -76 días- era demasiado tiempo para una puja que ya estaba decidida.

Los costos de haber prolongado esa agonía fueron sin duda enormes para el país y para la gente, empezando por los muchos que padecen hambre y siguiendo por la fuga de 23 mil millones de dólares, incinerados en el altar de la campaña oficialista pero que incrementarán la enorme hipoteca social que deberá afrontar el pueblo argentino.

Concebidas para dar definitiva transparencia a las internas partidarias, las PASO sólo han cumplido parcialmente con su cometido. Muchos contendientes, en lugar de competir en la interna de la fuerza que integran arman su propio partido. Por añadidura la primarias han derivado en un propósito no previsto: el de constituirse en la práctica en una primera vuelta.

Un ejemplo es lo ocurrido en esta última oportunidad, en la cual la fórmula Fernández - Fernández obtuvo en agosto una ventaja abrumadora de 15 puntos, empujada por la catástrofe económica y social desatada por la derecha. Una ventaja que ante los ojos de todos los analistas y observadores, apareció como irremontable para el oficialismo.

En el transcurso de esos dos meses y medio se produjo el estallido de Ecuador y luego el de Chile, y muchos se plantearon en ese momento qué efectos tendrían esos hechos, sobre todo los ocurridos en país vecino, en la conciencia de la gente. 

Las lecturas que se hicieron al respecto fueron al menos dos: que contribuirían a hundir al gobierno de Macri porque el Chile que ahora se precipitó al abismo ha sido para todos los gurúes del neoliberalismo el ejemplo a mano de un presunto modelo “exitoso”. 

La otra interpretación fue que las imágenes de las multitudes enfrentando al ejército, los saqueos y los tumultos nunca vistos en la chilena, dispararían en muchas conciencias locales el celoso gatillo del miedo, y que por encima de cualquier análisis racional los partidarios del “orden” se abroquelarían en torno a las posiciones más conservadoras.

Mientras tanto el gobierno local, pisoteando su propia doctrina, descerrajaba una serie de medidas “populistas” para contener el cataclismo y, sobre todo, para mejorar su performance electoral. Todo muy improvisadamente y a un costo altísimo.

Lejos de darse por perdido y a contrapelo de la moderación del Frente de Todos, Mauricio Macri se largaba a recorrer el país fogoneando la grieta desde el peor antiperonismo, disparando los resortes más oscuros de la cultura conservadora argentina.

Así llegó el 27 de octubre y a pesar del enorme alivio que la mayoría sintió por el contundente triunfo de la fórmula Fernández – Fernández, al analizar la diferencia a favor algunos paladearon cierto gusto a poco y muchos un cierto estupor: la fuerza que destruyó la economía del país, que hambreó y maltrató a los argentinos de a pie, cuenta con la complicidad de un sector importante de la sociedad.

Sin embargo, una mirada más detenida sobre esta conducta electoral permite observar que lo ocurrido no obedece tanto a la voluntad de apoyar al verdugo, sino al impulso de cerrar filas contra ‘lo que venía’, contra la vuelta del calumniado y mil veces injuriado “populismo”.

Lo cultural tiene razones que la razón no entiende y el antiperonismo, ese sentimiento antipopular que anida en el corazón de muchos argentinos, es más fuerte que muchos argumentos. Ello, sin contar con el discurso envenenado que inocula a diario la prensa concentrada.

Así las cosas, las PASO fueron una suerte de primera vuelta, obraron como  una luz roja en el tablero político de la sociedad conservadora y las elecciones del 27 pasado fueron una segunda vuelta, una oportunidad si no para “darla vuelta” porque la suerte del desastroso gobierno de Macri estaba echada, para mejorar un poco una relación de fuerzas que para la derecha asomaba muy adversa.

Ahora bien, la reflexión que se impone en las actuales circunstancias es que si las PASO no cumplen del todo con su verdadero cometido, porque se convierten en los hechos en una primera vuelta, y a la luz de lo ocurrido el 27 de octubre pasado la primera vuelta opera en la práctica como un virtual balotaje, la Argentina se ha convertido en el único país del mundo que tiene tres vueltas electorales. ¿No será demasiado?

29/07/2016

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