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03/11/2019

La Argentina que viene

La Argentina que viene | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Alberto Fernández es la contracara del discurso del odio sembrado por el macrismo con el auxilio de los monopolios de la comunicación, el Poder Judicial y los servicios de inteligencia. En Neuquén También asoma un panorama diferente. Se termina el sueño de la isla y viene una provincia que crece en un país que también lo hace.

Héctor Mauriño

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El contundente triunfo del Frente de Todos del domingo pasado, que derrotó al proyecto neoliberal de la derecha por entre 9 y 10 puntos de ventaja, alumbra un nuevo tiempo en la Argentina.

Lo ocurrido es el resultado de una jugada estratégica de Cristina Kirchner, que dejó sin respuesta al gobierno de Macri e hizo naufragar mediante el voto la estrategia continental de Estados Unidos.

Alberto Fernández es la contracara del discurso del odio sembrado por el macrismo con el auxilio de los monopolios de la comunicación, y el Poder Judicial y los servicios de inteligencia usados como armas contra los opositores.

Es una apuesta a los humildes y a los postergados, pero también a la unidad de los argentinos y a dejar atrás el enfrentamiento. Es el camino para superar las diferencias entre los que piensan parecido y respetar a los que piensan diferente. Es la reafirmación de la democracia contra la violencia autoritaria de los que tienen más.

Por primera vez desde el final de la última dictadura un presidente que busca la reelección no lo ha logrado y ha perdido ampliamente en la primera vuelta. El peor gobierno de la democracia se va repudiado por las mayorías a las que empobreció y despreció.

Algunos han planteado que un 39 o 40% de los votos es demasiado para un gobierno que destruyó la economía del país e hipotecó su soberanía. Pero esos votos no son a favor de Macri ni del modelo neoliberal, sino en contra del peronismo.

Son el resultado de la demonización permanente de las fuerzas populares y del miedo agitado por una campaña que buscó profundizar la grieta con la ayuda de los medios.

Ahora asoma un panorama diferente, la posibilidad de recomponer el salario de los trabajadores y los jubilados, y una apuesta al trabajo y a la producción que deje atrás para siempre la especulación financiera, el capitalismo parasitario y la fuga de los recursos del país. 

Un gobierno que establezca una relación soberana con Estados Unidos, basada en la defensa del interés nacional y que multiplique el vínculo con los países hermanos de la patria grande sudamericana.

La derecha, en su fracaso, heredará en cambio la dispersión. Difícilmente Macri pueda conducir ese espacio luego de llevar el país a la ruina. Seguramente personajes como Horacio Rodríguez Larreta o el radical Alfredo Cornejo le disputarán los títulos para hacerlo.

El radicalismo, cómplice del hundimiento de la Argentina, comienza a recorrer una etapa amenazada por la fractura entre aquellos definitivamente ganados por la derecha y los que aún piensan que debe cumplir un papel como fuerza de raigambre popular.

En ese contexto, habrá que ver si el Pro logra seguir siendo un partido de proyección nacional o vuelve a ser lo que fue antes de la convención de Gualeguaychú: un agrupamiento de la capital federal que solo representa a sectores acomodados.

En Neuquén

En Neuquén asoma también un panorama diferente. El MPN se ha quedado sin representación en el Senado y con apenas una diputada en la cámara Baja. Nunca, desde el regreso de la democracia, el partido provincial había quedado tan desprovisto para llevar adelante uno de sus principales dogmas: negociar con los gobiernos de turno con algún saldo para Neuquén.

Además, el gobierno local comienza a pagar el costo de su promiscuidad con el macrismo. No por nada, Sapag tuvo que salir a rescatar sus lazos con el peronismo para evitar a que el gobierno neuquino se quede afuera. Los que sirvieron de puente fueron el tucumano Juan Manzur y Sergio Massa.

No es el único problema que tendrá que remontar en esta etapa el MPN. Como es de esperar, el gobierno nacional pesificará las tarifas de la energía, algo indispensable para mejorar la situación de los usuarios y la industria, y promover una política de desarrollo.

Eso afectará las finanzas locales, obligando a las autoridades a un cierto tipo de ajuste, aunque el nuevo gobierno seguirá potenciando Vaca Muerta y Neuquén seguirá teniendo asegurados fuertes ingresos por gas y petróleo. Se viene un Neuquén que crece en un país que crece en lugar de la ínsula próspera en un país empobrecido. 

En el plano político interno también se viene un replanteo. Gutiérrez comienza su segundo período y ya no puede ser reelecto. La apuesta de Sapag al relevo generacional manteniendo su liderazgo detrás de escena, será puesta a prueba en la elección del heredero.

En ese juego probablemente entren a tallar los partidarios del gutierrismo, el vice gobernador Marcos Koopmann y el intendente Mariano Gaido. Además, Figueroa baja al llano, pero no ha abandonado la intención de pujar por la gobernación.

Como decía el desaparecido diputado peronista Roberto “Caito” Natali, cuando un partido alcanza la hegemonía se diluye la contradicción externa con la oposición, pero esta se traslada al interior de la fuerza. Es posible que en adelante surja una interna fuerte en el MPN.

En la derecha y en el llamado “centro”, la muerte de Horacio “Pechi” Quiroga, la segunda figura de peso en el panorama político provincial, ha roto el equilibrio ecológico y su sucesión es un enigma.

En el peronismo, lo que está en juego es también el relevo de lo viejo por las nuevas figuras jóvenes. Darío Martínez, Marcelo Zúñiga y los delfines que surjan del parrillismo seguramente tendrán algo que decir.

29/07/2016

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