Entrevistas
02/04/2019

“Para la gente de nuestra generación Malvinas es un pedazo del corazón”

“Para la gente de nuestra generación Malvinas es un pedazo del corazón” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Cristina Ganem es arquitecta, desde chica nada y lo hace tanto y tan bien que ya ha nadado en mar abierto en varios cruces temerarios. Su última aventura se dio el 13 de marzo, cuando atravesó el Estrecho de San Carlos para unir las islas Soledad y Gran Malvina. Lo hizo por los ex combatientes.

Fernando Barraza

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Cristina Ganem es noticia por estos días. De seguro te la has topado en alguna de las entrevistas radiofónicas, televisivas o gráficas que han salido aquí y allá, al regreso del que por ahora es su último gran desafío como nadadora: haber cruzado los cinco kilómetros que separan las dos islas Malvinas a través del Estrecho de San Carlos.

En el afán de comunicar uno puede buscar la palabra exacta que defina el titánico cruce que Cristina realizó y por eso se elige, por ejemplo, algo como “desafío”; pero hay que ser menos perezosos con el idioma y honestos también, y hay que reconocer que a ella, aplicada a esta experiencia en particular, no le gusta ni medio la palabra “desafío”, tampoco la palabra “cruce”. Ella prefiere hablar de “unión”. Y es enfática con eso: te lo explica, se toma su tiempo, refrenda la elección de los términos con los que ha decidido llamar a su aventura en cada palabra que dice, con locuacidad, pero sin atolondrarse, paso por paso, oración por oración. Su ritmo es especial. Cristina habla como lo que es, Cristina habla como nadadora. Y no solo eso. Entrevistar a Cristina resulta bastante sencillo: a Cristina se le nota todo lo que le pasa por la mente cuando te habla, porque Cristina todo el tiempo te mira a los ojos mientras conversa y pareciera que no le preocupara en lo más mínimo ser transparente. Eso, en materia comunicativa, te allana el camino al cien por cien.

Quizás todas esas características gestuales que uno va encontrando en ella inmediata e intuitivamente (solo basta conversar con ella un par de minutos) son la primera puerta para hallar una explicación al “por qué” de cosas como ésta travesía malvinera, retribuirle la confianza de mirar a los ojos y esperar sus tiempos dialécticos te conecta directamente con la esencia misma de esa decisión personal que la llevó el 13  de marzo a las 8.18 AM a tirarse de cabeza a un mar austral de aguas con menos de 10 grados de temperatura, desde un velero, en la costa de la Isla Gran Malvina y nadar sin parar durante cinco kilómetros para llegar a la costa de la otra hermana, la Isla Soledad, uniendo así ambos territorios para “poder abrazar a quienes quedaron en ese lugar y a quienes aún hoy sobreviven”, como ella misma suele definir ese acto de amor y solidaridad que se planteó efectuar y –en definitiva- concretó.

Hoy es 2 de abril, y vos estás empezando a leer ésta, la nota sobre la mujer que cruzó ese estrecho y unió las Malvinas en un gesto simbólico poderosísimo. Aprovechemos esta instancia de comunicación y veamos como sucedió todo esto. Dejemos que la misma protagonista nos vaya contando algunos pedazos de este rompecabezas que mezcla positivamente la honra a las personas que vivieron la guerra -a los que “la quedaron allá” y a los que volvieron- con el mensaje de paz y entendimiento que puntualmente le interesa destacar a Cristina. Acercarnos y ver de cerca esta experiencia, entender la esencia de lo que Malvinas “le dijo” a Cristina al oído, cara a cara, a través del sol, el viento, los riscos y el agua del mar, es una oportunidad que no debemos perder por nada.

Por eso vamos a dividir la nota en varios puntos importantes y vamos a dejar que la que hable sea ella, la mujer que conversó con el mar para no olvidar a sus hermanos.

Primero: ¿Por qué hacerlo?

“Porque los desafíos nacen por situaciones de la vida. Cada uno de los desafíos que me he planteado como nadadora ha sido por algo que me pasó y entonces decidí hacerlo como respuesta  directa a eso que me pasó. Hay que tener en cuenta que yo no tengo un pasado de deportista, si bien tengo 52 años, lo mío no tiene que ver con rendimientos deportivos, a mí lo que me lleva a hacer estas cosas es lo que me moviliza internamente, cada meta de nado que me planteo viene porque algo me movilizó. En este caso lo que me movilizó fue… (Piensa, mira un poco hacia la calle)… sanar. Para mí Malvinas siempre fue un tema tapado, silenciado, un tabú. Sobre Malvinas siempre tuve miedo, vergüenza, me agarraba la cabeza pensando en toda la gente que había sido metida en esa situación de riesgo y muerte sin sentido. Yo creo que las Malvinas son argentinas, creo que hay que recuperarlas, pero estamos hablando de otra cosa ¿no? Estamos hablando de la manera en la que se hizo la guerra, en esa manera yo no creo, y más desde que volví de allá. Me quedó clarísimo que no había que exponer a la gente a esa locura de esa manera tan poco pensada, con cosas de la que no se vuelven para atrás. Cuando se acaba la vida del ser humano la cosa es fatal, puede ser en cuerpo, como mucho de los pibes que quedaron allá, pero también puede ser en el alma, como otros que volvieron y tienen una vida bastante apagada por eso que los cruzó para siempre. Es una vida de mucha lucha la de los que volvieron, y nosotros fuimos poco generosos, muy poco amorosos con ellos, por eso yo fui a Malvinas, porque sentía que hemos fallado, que no los reconocimos nunca como lo que son: nuestros héroes vivientes, nunca les dimos el lugar de importancia que le tenemos que dar en nuestra sociedad. Por eso nadé esos 5.600 metros…”

Segundo: la bandera y la arena

“Cuando se me ocurrió que iba a ir a nadar a Malvinas, quise tener bibliografía a mano antes de meterme al agua, quería tener un punto de vista humano del asunto, porque el bélico no me interesaba para nada. Ahí fue que di con Juan José Servidio y Diego Suárez, los autores del libro La Guerra en Mí. Juanjo me contacta entonces con excombatientes, pero eso fue apenas un mes antes de irme para allá. Me fui acercando tímidamente a ellos, fui trabajando internamente todo, porque es algo muy fuerte. Entonces un día voy a la Casa de los Ex combatientes y ellos generosamente me dieron una bandera, que con muchísimo amor me la entregaron, y me pidieron que la lleve y la traiga; luego otro de ellos me pidió que le trajera arena de las islas. Imaginate, de repente tenía esas dos situaciones humanas por delante, dos responsabilidades enormes. La bandera la llevé y la traje, pero con la arena fallé, porque tuvimos que hacer dos check in en Puerto Argentino y en el segundo me la quitaron. No sabés lo que fue ese momento, me sentí realmente despojada cuando me quitaron esa arena…(Hace un silencio)… Igual hoy lo vi a Jorge y le di un poco de la arena que traje pegada del gorro de nado y le avisé que dentro de poco le llega el pedido, porque una de las chicas rescatistas argentina que viajó conmigo trajo una bolsa melliza con arena y a ella… (Sonríe con todo el rostro)… ¡no se la quitaron! Que importante que suele ser un gesto simple a veces ¿no? Alguien dirá, pero es simplemente arena, y todas las cosas que pueden estar atrapadas en esa arena que le hagan bien a Jorge, que ayuden a sanar una historia de guerra ¿no? Todos los gestos son enormes, hoy ellos me invitaron a la presentación de La Guerra en Mí, y me presentaron y me aplaudían, y yo pensaba… ¡Noooo, pero que hacen, si los héroes son ellos! ¿Yo que hice? Yo solo fui y nadé, ellos dejaron todo y mucho más por todos nosotros”.

Tercero: el yo se vuelve nosotros

“Cuando los chicos me encargaron su bandera y la arena, cuando la provincia me nombró su representante en esta aventura, cuando se empezó a hacer un poco público y se dio a conocer por todos lados el sentido de esta unión que iba a hacer nadando, ahí mismo desapareció lo personal, para mí se convirtió en un hecho social, en algo colectivo. Ya no tenían que ver los parámetros físicos, ni mi entrenamiento previo, las distancias, el rendimiento, hasta te diría que desapareció esa cuestión de mi propia sanación en torno al tema de Malvinas, la mía personal. Y lo que quedó como espíritu de todo fue el reconocimiento, el homenaje a ellos. Me dije para adentro y después lo repetí en voz alta: pucha, si ellos hicieron eso que hicieron por todos nosotros ¿yo no voy a poder nadar para honrarlos?”

Cuarto: el momento previo a tirarme al agua y lo que pensé al cruzar el estrecho

“Lo primero que hice antes de tirarme es lo que hago siempre: rezar, mucho. Me encomiendo a Dios, porque él es el creador de la naturaleza y creo que lo primero que hay que hacer es agradecerle a la naturaleza, por eso le rezo. Luego miré esas agua y ese cielo, tan increíbles, tan transparentes. Tuve miedo antes de tirarme, siempre tengo un poco de miedo, Malvinas no fue menos, es más, tuve un momento de mucho miedo. Inmediatamente busqué fuerzas en los motivos que me habían llevado a estar ahí, parada a punto de zambullirme. Una amiga me preguntó hace unos días si había sentido frío, y sabés que tuve que pensar para contestarle, porque no había pensado en ese tema: no sentí frío, a pesar de haberme tirado en aguas así de heladas, sin traje de neopreno, había un montón de cosas en medio que me hicieron olvidar por completo ese factor, aunque parezca increíble lo que te cuento. Ya en el trayecto, bastante avanzada, me vino un pensamiento fuerte, pensé en el contraste de estar nadando en ese lugar de aguas así de cristalinas y llenas de paz, con tanto relax, con ese cielo hermoso y gigante, qué contrario que era a lo que había pasado ahí, tanta guerra, tanta sangre, tanto humo y tanta muerte. Entonces pensé: nunca más nos merecemos esto, la guerra, la muerte, vamos a por más, vamos por la vida, sentía que cada brazada era como una metáfora de eso, ir dejando atrás lo que se recorrió, lo que ya es inevitable, pero tratar de buscar el horizonte que hay del otro lado, ese lugar que falta nadar y al que uno está yendo(hace silencio, piensa, se le humedecen los ojos)… Eso es nadar (sonríe)por eso yo siempre le digo a todo el mundo que lo haga”.   

Quinto: La isla. Un momento de Odio. Un momento de Amor

“En todo momento que estás allá la sensación es la de que no estás en Argentina, socialmente te lo hacen sentir. Hay gente muy amable, que es capaz de sentarse a conversar con un argentino y reflexionar sobre todos los temas, incluida la guerra. Otra gente te cierra la puerta, te destrata, no te dejan ni sacar una foto con el celular, te hacen sentir de manera tajante su desprecio. Supongo que es gente, como en todos lados, que los humanos somos de esas dos maneras, no hay mucha vuelta que darle a este asunto. Sentí un momento de odio cuando nos estábamos yendo de la isla, estábamos por hacer el check in para irnos y de repente nos llega un comunicado que decía que yo había sido denunciada por haber exhibido la Bandera Argentina antes de meterme al agua, fue supuestamente por la denuncia de un isleño, pero la foto que habían tomado es una foto mía con la bandera de Neuquén, en Neuquén, en el Lago Arroyito, que los medios habían usado para ilustrar el anuncio de que yo iba a ir a nadar a Malvinas, y nadie chequeó, y entonces me acusaban, y la mujer que tenía el control casi policial en referencia a estos nados, que tienen un montón de trabas y requisitos para hacerse, me quería acusar de algo que no había pasado con esa acusación totalmente falsa. Y un momento de amor, verdadero amor, el más puro amor, lo viví en el Cementerio de Darwin. Lo que vi ahí fue el amor más puro de los amores puros, el de los seres queridos que expresaban con objetos y gestos su amor a los suyos, que habían quedado allí, en el suelo de Malvinas. Ver Te Amo, esas palabras escritas con piedritas, al lado de una cruz, o Mamá…(Hace silencio, mira hacia afuera)… una rosa tejida al crochet, enganchada en una cruz. Todo lo que está en ese lugar es amor, es fuerte, porque supuestamente es un lugar de muerte, pero todo lo que está ahí te recuerda al amor”.   

El final: Lo que Malvinas me enseñó

“Yo creo que la juventud se está alejando un poco de Malvinas, como se aleja de muchas cosas, no estoy haciendo un juicio de valor, los chicos piensan de una manera más globalizada, por eso les cuesta acercarse a Malvinas. Para la gente de nuestra generación Malvinas es distinta, es un pedazo del corazón, tiene otro significado. Por otra parte está nuestra responsabilidad en lo que va quedando en los más jóvenes, yo, por ejemplo, que le puedo decir a mi hijo si a él o a su generación no le interesa tanto Malvinas. Nada le puedo reprochar, porque durante todos estos años para mí fue un tabú, y ¿qué le di yo entonces? Le di silencio. Ese puede ser un aprendizaje, no hacer silencio, pero el aprendizaje más grande que me dejó Malvinas fue claro: jamás a la guerra. Nunca más a la guerra. Ser más solidario con el que estuvo pasando por una guerra, en este caso Malvinas, pero también todas las otras guerras, mirar al de al lado y decirle ¿cuál es tu guerra? Que eso nos importe, las guerras que cada persona libra cada día. Eso me enseño Malvinas. Eso”.

29/07/2016

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