Entrevistas
13/09/2020

Horacio González

“La debilidad del gobierno tiene que ver con la inmovilización social”

“La debilidad del gobierno tiene que ver con la inmovilización social” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El sociólogo y ex director de la Biblioteca Nacional planteó que “hay una debilidad producida por la pandemia” y por la imposibilidad de los actores sociales de movilizarse. Sostuvo que el gobierno manejó bien el conflicto policial porque lo puso “en términos de una demanda gremial” y no como “un golpe”.

Diego Colao

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Horacio González, sociólogo y ex director de la Biblioteca Nacional, sostuvo que vio la protesta de la policía bonaerense “con un grado profundo de gravedad”, que se “resolvió de la mejor manera” porque “el gobierno propuso unos términos de la negociación donde no se tomaba en cuenta que era la protoforma de un golpe, y se prefirió tratarlo como una demanda gremial o sindical”.

Agregó que “de lo contrario, el gobierno no tenía instrumentos de fuerza capaces de remover la situación insólita que se había creado”, aunque aclaró que “ha dejado en el aire un sentimiento de amargura democrática”.

“Me parece que hay una debilidad que está producida por la pandemia”, planteó González en diálogo con Va Con Firma, y aseguró que tiene que ver con que las organizaciones sociales, el Partido Justicialista, los sindicatos “están excluidos de movilizarse”.

“Una ciudad donde hay espectáculos, donde hay teatros, donde hay cines, donde hay movilizaciones políticas, es también una ciudad política, una polis; donde sin duda la manifestación ciudadana tiene que acompañar a un gobierno para fortificarlo”, remarcó el docente universitario y destacó que “la actual debilidad del gobierno que tiene bastante que ver con la inmovilización social, puede volcarse a favor del gobierno” cuando finalice la pandemia. 

En cuanto al hostigamiento de los medios al gobierno, el sociólogo consideró que “el periodismo fue reemplazado por la operación periodística”, a la que caracterizó como “modelos de producción de hechos, que pueden ser inexistentes incluso”, y que tiene que ver con lo que “se supo llamar posverdad”.

“¿Quién moviliza permanentemente la manijita de una máquina que se llama la grieta, para expender y propagar toda clase de inverosimilitudes?”, se preguntó González y planteó que “no fue el gobierno kirchnerista, ni el peronismo” sino que “la grieta es un concepto golpista, que finalmente, evita la discusión política”.

Sobre el contexto producido por el Covid 19, señaló que “si hay un pensamiento de derecha, bolsonarista hoy en la Argentina pasa en primer lugar por desconocer la fuerza que tiene la pandemia en cuanto a producir una situación inédita”.

“Se ve a muchos jóvenes alegremente, en nombre de un libertarismo hueco, desafiando con su cerveza artesanal en la mano a la pandemia”, algo que implica un “desafío a la vida”; que “no es un desafío a ningún gobierno, y eso también es grave”, describió.

-¿Cómo analiza lo que ocurrió esta semana con la policía bonaerense?

-Con un grado profundo de gravedad. Me parece que esa doble ocupación, la de la residencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires y la del presidente de la República, son extremadamente graves, exigen una hipótesis de tratamiento de estos temas rigurosa. Se resolvió de la mejor manera, por supuesto. El gobierno propuso unos términos de la negociación donde no se tomaba en cuenta que era la protoforma de un golpe y se prefirió tratarlo como una demanda gremial o sindical. Creo que eso estuvo bien, porque de lo contrario, el gobierno no tenía instrumentos de fuerza capaces de remover la situación insólita que se había creado. Porque por otro lado también es cierto que esas reivindicaciones gremiales, aunque la policía no es como cualquier otro gremio, o por el momento no lo es, si son justas, se las debe atender de una manera compatible con la de otros gremios. De hecho se las ha atendido con creces, el aumento no fue el propuesto, que era de una dimensión que el Estado no podía abarcar, pero es muy grande. También se han hecho anuncios novedosos como la creación de una universidad policial. El gobierno nacional y el provincial han tenido la mejor voluntad para atender esta reivindicación que se hizo con el revólver en la nuca. Como esto último no fue asumido, se lo pudo tratar como se trataría un conflicto sindical difícil, y al borde del abismo. Pero esto es algo más. No son tomas de edificios pero son cercos, que tienen un valor estratégico; más allá de que la policía fue con bombos y parecía una manifestación de la Unión Obrera Metalúrgica, pero era la policía con bombos y con familias, lo cual le daba un aspecto más admisible, una reivindicación que todos estamos en condiciones de entender, una reivindicación salarial que se subsume en todas las que hay en el país. Pero esta tiene esa dimensión que la convierte en una situación agravante, que son hombres armados y actúan con prepotencia. Y que además es una fuerza policial, la bonaerense, por más que sean justas sus reivindicaciones gremiales, tiene que ver también con el modo en que se instala como policía a través de toda clase de procedimientos que no siempre son legales, el modo de recaudación de esa policía es un modo muy oscuro que todo el mundo conoce y hay aspectos a investigar como la desaparición de Facundo Astudillo Castro, de modo tal que no es una policía fácil, aunque todavía la justicia no dio su veredicto. Entonces no estamos hablando con un sujeto sindical, con un gremio de farmacéuticos, estamos hablando con la policía bonaerense, que son casi 100 mil hombres, mal entrenados para la función policial que cometen todo tipo de irregularidades en la calle. Por eso veo con profunda gravedad lo que pasó.

-¿Le parece que se inscribe en un clima de constante hostigamiento de la oposición y de los medios?

-Por supuesto, el hostigamiento tiene que ver primero con los medios, que crean climas muy duros, con acusaciones infundadas, con estridencias que conocen muy bien, con operaciones periodísticas que dejan muy atrás el estilo periodístico habitual. El estilo periodístico conocido se hizo trizas, en todo los países, en la Argentina quizás mucho más. El periodismo fue reemplazado por la operación periodística. Es decir, no por la noticia sobre algo que ocurre sino por la creación de la noticia por parte de los mismos que tendrían que esperar que se produzca un hecho para comentarlo u opinar sobre él. Son modelos de producción de hechos. Que pueden ser inexistentes incluso. Lo que existe es esa producción de lo inexistente de modo tal que se convierte en un hecho, que como elaboración de profunda gracia se lo supo llamar posverdad. Evidentemente esos hechos, reales o imaginarios, comentados de un modo donde se utilizan conceptos góticos o terroríficos o teológicos como grieta, suponen que hay un mal que hay que erradicar del país. Ese mal sería un gobierno popular elegido en una elección correcta, pero también atravesada por toda clase de operaciones y que es un gobierno que se mueve con cierta debilidad debido al acoso permanente al que está siendo sometido por una cadena de medios, sobretodo la encabezada por Clarín, que no es solo un diario sino el mayor monopolio de las comunicaciones que hay en la Argentina. Entonces la policía actúa en el interior de esa trama, la ciudadanía en general actúa en el interior de esa trama, aun los que no estamos de acuerdo con esa trama, también estamos insertos en ese sistema de redes, de noticias, de operaciones, de comunicaciones que constituye este gran monopolio. Que tiene una voz escrita, a la vieja usanza, la escritura todavía existe, pero es una escritura maniatada, porque ya no hay más noticias ni periodismo. Es la escritura del programa de una operación de desestabilización que cuenta con redes telefónicas, redes de internet, de Facebook, de todos los sistemas que se anudan en una sustitución muy grande del ámbito político tradicional donde las cosas se discutían en el parlamento y la legalidad más o menos funcionaba. Y cuando no había legalidad había un golpe militar. Esto ha sido sustituido por un conjunto de golpes que serían golpes de tipo emocionales, golpes en la trama íntima de la conciencia pública; son mazazos de características morales.

-¿Es entendible que a 10 meses de haber asumido el gobierno tenga esa debilidad de la que usted habla? ¿Es débil o parece débil?

-Acá el ser y el parecer se aproximan bastante. Me parece que hay una debilidad que está producida por la pandemia. El gobierno tiene organizaciones sociales, un partido, que por más que es un partido muy machucado tiene muchos afiliados, me refiero al Partido Justicialista; hay movimientos sociales muy activos, hay sindicatos, el conjunto de los sindicatos se pronunció en contra de este movimiento policial, y todos están excluidos de movilizarse. Creo que la política no va a excluir las movilizaciones masivas, me parece que sería muy inhumano, convertir las grandes metrópolis, incluso una ciudad mediana como es Neuquén, convertirlas en ciudades inertes donde las personas van de su casa al trabajo y del trabajo a casa, por vehículos de movilización que son como inertes también, y las personas se convierten en objetos, en figuras cosificadas. Creo que las ciudades son de actividad de lo político, de lo social, de lo cívico, de lo artístico, de lo productivo de lo industrial que mueven a las personas no de una manera mecánica, sino que los mueven como sujetos cívicos, productivos y también estéticos. Por lo tanto una ciudad donde hay espectáculos, donde hay teatros, donde hay cines, donde hay movilizaciones políticas, es también una ciudad política, una polis, donde sin duda la manifestación ciudadana tiene que acompañar a un gobierno para fortificarlo. Y en ese sentido, la actual debilidad del gobierno que tiene bastante que ver con la inmovilización social, puede volcarse a favor del gobierno. De todas maneras los problemas existentes no van a desaparecer por encantamiento, la negociación con el fondo no va a ser fácil, la oposición no es una oposición que a pesar de sus proclamas legalistas sea de observancia fiel a la legalidad que proclaman. Los personajes de la oposición por todos conocidos, comenzando por la doctora Carrió, pero también gran parte de los diputados, los senadores, están dispuestos a cualquier cosa contra algo en lo que no creen, que hayan perdido las elecciones. Lo tenían todo, los jueces, el control de los medios de comunicación, el control de la circulación financiera, un endeudamiento gigantesco donde aparentemente estaba todo bien con el Fondo Monetario; por qué razón un grupo de alocados le va a ganar una elección y en términos totalmente genuinos a pesar de los obstáculos irreales que ellos pusieron. ¿Cómo es posible creer en eso? Como no lo creen se creen habilitados para hacer cualquier maniobra y cualquier operación que esté fuera de las reglas más o menos republicanas; si hay que decir una paradoja fundamental en este país es que es este gobierno es el que las cumple, no los que se decían republicanos.

-¿Cree que la grieta destruye la discusión pública, la discusión democrática en el país?

-Está destruida, pero por los que inventaron el concepto de la grieta. Ese concepto no existe más que para sustituir la discusión política. ¿Quién acusa de la grieta? ¿Quién inventó ese concepto? ¿Quién moviliza permanentemente la manijita de una máquina que se llama la grieta, para expender y propagar toda clase de inverosimilitudes? Eso no fue el gobierno kirchnerista, no es el peronismo en general; la grieta es un concepto golpista finalmente, evita la discusión política. Quién inventa conceptos para no ir al parlamento, no es este gobierno. Lo que hay que hablar es de conflicto social, eso sí. El conflicto social es genuino, se trata discursivamente y se trata con movilizaciones. La grieta no es un concepto genuino, implica acusar de actores de una suerte de malignidad, de sujetos diabólicos que quieren perjudicar a las grandes empresas, que quieren hacer que el señor Rocca gane un poquito menos, que el señor Magnetto no domine todas las comunicaciones del país, estas personas que dominan el país a través de las fórmulas que combinaron legalidad e ilegalidad permanentemente, fuga de capitales, fuga de impuestos, capitales en el exterior no declarados. ¿Todas esas personas acusan de grieta? Construyeron una gran novela que finalmente presenta el hueco de debilidad donde se instalan los golpistas. Hay que aclararlo nuevamente, con razones gremiales verosímiles pero con actos que son absolutamente intolerables desde el punto de vista de la democracia. Creo que el gobierno lo manejó bien, con serenidad, sin movilizar a nadie pero efectivamente ha dejado en el aire un sentimiento de amargura democrática. Un sentimiento donde la democracia vive en el medio de la amargura producida por estos acontecimientos.

-¿Cómo ve el proceso post pandemia para el gobierno?

-Confío en las movilizaciones democráticas que alimentan de vitalidad a las instituciones, este es un gobierno institucional. Quien conoce a Alberto Fernández sabe que su trayectoria es absolutamente institucional, es un político de carrera, hoy ya no lo es, es un político en la tempestad, ahí no hay ninguna carrera política, ahí hay solo decisiones dramáticas, ya no es el político en un café, eso lo fue y lo hizo bien. Es un político de los tantos políticos argentinos que hacen eso bien. Ahora él es una persona singular que vive un drama fuerte, tiene que defender un gobierno y hacerlo ante fuerzas en las que eventualmente está en disparidad y tiene que hacerlo con ingenio, con locuacidad, con discursos. Eso lo hizo, es alguien que encara con serenidad las situaciones pero falta el instrumento del apoyo social, de la ciudadanía y la movilización del frente político que lo llevó al gobierno. Eso no existe en la Argentina, no está movilizado. Y también hay que decir que el gobierno trató bien la pandemia hasta que un conjunto de factores, en los que mucho tienen que ver estos sectores golpistas, han permitido que la pandemia se resquebraje. Y eso es muy dificultoso. La pandemia no está amesetándose, está creciendo lentamente, pero está creciendo. Tiene que en algún momento decrecer para que se empiece a pensar la política sin la fuerte intervención que tiene este aspecto tan hondamente preocupante, acá y en todo el mundo, que hay muchísimos irresponsables que salen a la calle propagando y demorando el momento en que se cierre este ciclo de pandemia que va a marcar en toda la humanidad un sentimiento de que hay que comenzar la vida con otros atributos, con otros parámetros, con otra visión de la ciencia, de la vida, de las humanidades, de la condición humana. De modo que este gobierno está en condiciones de hacerlo. En cambio, los que en nombre de interceptar palabras y darles vuelta su sentido, como la palabra libertad, toman las calles, que sería genuino si no hubiera la posibilidad de que el virus así se propague, no están con el derecho a poder decir políticamente lo que se les ocurra si pasan por alto las mínimas normas de respeto que se debe tener con la pandemia. Y lo que ha ocurrido es que hay cierta irracionalidad en las manifestaciones de la oposición donde desconocen la fuerza contaminante y letal que tiene la pandemia. Diría que si hay un pensamiento de derecha, bolsonarista, hoy en la Argentina, pasa en primer lugar por desconocer la fuerza que tiene la pandemia en cuanto a producir una situación inédita en la historia del siglo XXI y del siglo XX también, porque salvo la peste española a principios del siglo XX, no hubo una situación de este tipo. Desconocer su gravedad, de cualquier grupo etáreo, no solo lo que es población de riesgo, sino incluso jóvenes, porque se ve a muchos jóvenes alegremente, en nombre de un libertarismo hueco, desafiando con su cerveza artesanal en la mano, a la pandemia. Ese desafío es un desafío a la vida. No es un desafío a ningún gobierno, y eso también es grave.

29/07/2016

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