Entrevistas
09/08/2020

Guillermo Levy

“No creo que Macri tenga lugar en la política grande en la Argentina”

“No creo que Macri tenga lugar en la política grande en la Argentina” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El sociólogo y docente, autor del libro La caída, sobre “la ilusión y el derrumbe de Cambiemos” sostuvo que el ex presidente es la figura “más dañada de la derrota electoral”, a diferencia la fuerza política que “salió bien parada”. Aunque señaló que “no hay posibilidad de que vuelva al Estado” si el Frente de Todos logra “generar crecimiento y una expectativa” luego de la pandemia.

Diego Colao

[email protected]

Guillermo Levy, sociólogo y docente universitario sostuvo que en la derrota electoral de 2019, “la figura de Macri es la más dañada, más que la fuerza política de Juntos por el Cambio” que según analizó, “salió bien parada en la elección y expresa una construcción política que tiene presente”. 

“No creo que Macri tenga un lugar en la política grande en la Argentina, no quiere decir que pueda ser una persona que circule, que tenga su peso, o que pueda ser diputado nacional, pero no puede aspirar a volver a ser presidente de la Nación”, expresó en diálogo con Va Con Firma.

El autor del libro “La caída, De la ilusión al derrumbe de Cambiemos”, analiza el derrotero de esta fuerza política que “fue una excelente estrategia para ganar elecciones pero una pésima coalición para gobernar el Estado argentino, que es muchísimo más complejo que ganar elecciones”.

Para Levy, el “gran talón de Aquiles de todo ese proyecto es el sujeto que no tiene para llevarlo a cabo”, porque “no hay una burguesía, una clase capitalista en la Argentina o una élite empresarial argentina que esté dispuesta a llevar adelante un proyecto modernizador que implique inversiones, que implique audacia”; por el contrario, consideró que “hay un empresariado argentino que está muy lejos de ese capitalismo serio, moderno, productivo, que genera inversiones”.

Y aseguró que este “límite” que tuvo Cambiemos también “es un problema que tiene un gobierno progresista, porque “un esquema capitalista que pretenda integración, que pretenda crecimiento” se encuentra con que la “élite económica difícilmente quiera hacerlo”.

El docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Avellaneda señaló que “la posibilidad de supervivencia en la política grande que tiene Juntos por el Cambio es el fracaso del Frente de Todos” y agregó que “no hay posibilidad de que vuelva al Estado esta derecha que quiso ser moderna y que fracasó, si el Frente de Todos después de la pandemia, logra tener índices de crecimiento económico y se genera una expectativa”.

-¿Qué significa la caída y el derrumbe de la figura política de Mauricio Macri que propone en el libro?

-Rescataría del título tres palabras fuertes que son caída, ilusión y fracaso. Me parece que una caída remite a algo bastante repentino, en el sentido de que había pocas evaluaciones que daban posible unos meses antes una caída, y una caída electoral de esa manera de Macri. Tiene que ver con algo que es repentino pero que también es contundente. Y me parece que la figura de Macri es la más dañada, más que la fuerza política de Juntos por el Cambio o lo que en esa fuerza mute en un futuro cercano; que me parece que salió bien parada en la elección y expresa una construcción política que tiene presente y no tiene visos de terminar para nada. Si me parece que la figura de Macri condensa todo un fracaso que tiene que ver con la ilusión que se había construido, muy periodísticamente o publicitariamente, de la posibilidad de un capitalismo serio, institucional, en la Argentina; de una fuerza no peronista que pueda conducir eso. Y ahí creo que el gobierno de Cambiemos se va con un fracaso en todas las líneas, no solamente en lo económico, sino en sus promesas y en la posibilidad de construir una fuerza estatal con capacidad de gestionar el Estado. En ese sentido la figura de Macri es la más golpeada, no creo que Macri tenga un lugar en la política grande en la Argentina. No quiere decir que pueda ser una persona que circule, que tenga su peso, o que pueda ser diputado nacional, pero no puede aspirar a volver a ser presidente de la Nación. Pero sí Juntos por el Cambio se ha conformado como una fuerza que logra articular muchas demandas en la sociedad civil, muy diversas, muy heterogéneas. Ninguna fuerza de derecha conservadora no peronista en la Argentina había construido una fuerza política que podría aglutinar una cantidad de voluntades como la de Juntos por el Cambio.

-¿Qué condiciones se dieron para que llegue por primera vez una fuerza de derecha por la vía democrática al gobierno?

-Más que hablar de derecha e izquierda, porque habría que rastrear todos los gobiernos que ganaron elecciones y como uno los delimita, diría que es la primera vez que ni el peronismo ni el radicalismo ganan elecciones limpias. Uno puede decir que el radicalismo es parte de Cambiemos, pero es una fuerza subordinada. Es la primera vez que un candidato ni peronista ni radical gana elecciones. Después hay gobiernos que ganaron que uno podría llamar de derecha, el gobierno de Menem o el de Illia, que gana con proscripción, es un debate más sinuoso. Lo que si hay que resaltar es que desde el 83 hasta ahora, el voto antiperonista por derecha, el que tiene una mirada antiperonista como tiene una mirada antipopular, y que tiene admiración por un capitalismo al estilo norteamericano, que compra cualquier receta que tenga que ver con el neoliberalismo, con la reducción de salarios, con la reducción del poder de los sindicatos; ese espacio político ideológico en la Argentina nunca fue menos del 25% del electorado o del 30%. De hecho en el peor momento del radicalismo alfonsinista, en las elecciones de mayo del 89, Angeloz saca el 38% de los votos, que es una elección muy importante en el marco de una hiperinflación como nunca hubo en la Argentina. Hay un voto antiperonista, que no es necesariamente todo de derecha, pero la mayoría si lo termina siendo, que en la Argentina nunca fue inferior al 30%. Ahí hay un piso enorme en lo que se va construir Cambiemos y hay un agotamiento de 12 años de kirchnerismo que fueron muy bien capitalizados por una fuerza que creció muy bien en los últimos años del gobierno de Cristina, con muchísimo apoyo del empresariado, de medios de comunicación y con una campaña publicitaria profesional que le saca 20 años de diferencia a cualquier otro sector político. El nivel de profesionalización de la campaña política de Cambiemos estuvo muy por encima de la de Daniel Scioli en 2015. En el sentido de construir una marca rentable electoralmente fue muy bueno, lo que pasa es que eso y gestionar el Estado no es lo mismo. Cambiemos fue una excelente estrategia para ganar elecciones pero una pésima coalición para gobernar el Estado argentino, que es muchísimo más complejo que ganar elecciones.

-¿Por qué plantea que Cambiemos no llegó nunca a configurarse como una derecha moderna?

-Hay algo del relato que está muy bien construido, esto de una derecha moderna, de un capitalismo serio, institucional, donde el modelo de Macri no es Bolsonaro ni Trump; puede estar más vinculado a los demócratas de Estados Unidos, a un liberalismo democrático, capitalista, con inversiones, apostando al individualismo. No hay mucho más que eso, pero el gran talón de Aquiles de todo ese proyecto es el sujeto que no tiene para llevarlo a cabo. No hay una burguesía, una clase capitalista en la Argentina o una élite empresarial argentina que esté dispuesta a llevar adelante un proyecto modernizador que implique inversiones, que implique audacia, diversificación de exportaciones, que implique plantear el tema de la inclusión. Me parece que hay un empresariado argentino, no sé si todo, pero los que conducen las principales corporaciones empresarias, o los que definen equipos económicos o líneas económicas, que está muy lejos de ese capitalismo serio, moderno, productivo, que genera inversiones. Que Argentina apueste tanto a inversiones extranjeras y al endeudamiento externo cuando hay 200 mil millones de dólares aproximados de capitales argentinos en el exterior del país habla también de las características de nuestros capitalistas. El capitalismo moderno se quedó sin sujeto. Así como los viejos marxistas decían que en la revolución socialista el sujeto era la clase obrera industrial, esta revolución capitalista moderna necesitaba un sujeto, que es la clase empresaria argentina, que está muy lejos de querer hacerla. Mientras el único programa del empresariado argentino sea la quita de impuestos, la devaluación, la fuga de dólares o la reducción del salario es muy difícil plantear un proyecto modernizador en serio. Entonces, se consolida una élite política que ni siquiera se asume como estatal, porque Cambiemos fue una mediación entre la sociedad civil y el Estado, pero nunca se asumió como clase política estatal y encima tiene que apelar a los brotes verdes de la inversión de un sujeto que no tiene ningún interés en hacerlo. El principal límite de Cambiemos no estuvo ni en las luchas ni en la resistencia popular sino en su mismo proyecto que no tiene un sujeto para llevarlo a cabo. Que es un problema que tiene un gobierno progresista también, en un esquema capitalista que pretenda integración, que pretenda crecimiento, desarrollo, con una élite económica que difícilmente quiera hacerlo. Marcos Galperín a la primera de cambio se va a vivir a Uruguay. Con ese nivel de compromiso es muy difícil construir eso.

-¿Qué pasa con el 40% del electorado que votó a Macri en 2019 y quien puede liderar esa fuerza?

-Creo que Juntos por el Cambio no es dueño del 40% de octubre, pero si tiene un electorado mucho más fiel que debe rondar el 30% que es lo que sacó Macri en la primera rueda del 2015. Es un electorado que ve en el peronismo y en el kirchnerismo a la peor barbarie. Que va a votar un programa conservador siempre, que sigue siendo leal a la figura de Macri, que debe suponer que el gobierno de Macri fracasó porque no lo dejaron gobernar o porque la Argentina es un país imposible con su sindicalismo o el peronismo; ese porcentaje entre 25% y 30% está fiel. No creo que tengan ese 40%, porque hay un porcentaje ahí que decidió votar en contra del peronismo, contra Cristina, pero que puede cambiar de opinión si ve que hay un gobierno que genera ciertos consensos, que no consolida un discurso confrontativo y que genera cierto margen de crecimiento. Me parece que Alberto Fernández tiene su oportunidad. De ese 40% el núcleo fiel de Juntos por el Cambio es bastante menos que eso y me parece que tiene varias figuras, pero que ninguna puede capitalizar una opción ganadora electoral, aunque falta mucho para eso. La posibilidad de supervivencia en la política grande que tiene Juntos por el Cambio es el fracaso del Frente de Todos. Si fracasa el Frente de Todos está la posibilidad de su crecimiento. No hay posibilidad de que vuelva al Estado esta derecha que quiso ser moderna y que fracasó en eso si el Frente de Todos después de la pandemia logra tener índices de crecimiento económico, luego de que renegoció la deuda y logra tener dos o tres años de crecimiento y se genera una expectativa. Si eso ocurre, Juntos por el Cambio está fuera de la política grande por un tiempo. Porque me parece que hay un voto progresista antiperonista, que votó a Macri pero que no es público totalmente del lado de Macri. Había un voto de derecha dura que es minoritario, que tenía una expectativa de que Macri avance con una política de liberación de represores, eso en el capítulo 4 del libro lo trabajo bastante. La expectativa que había en todo el núcleo más familiar, militar, de las fuerzas armadas, de que Macri tuviera una política diferente a la de derechos humanos. Y si bien Macri tuvo una política en términos discursivos y de planes del Estado en relación a los derechos humanos, la discusión acerca del número; el primer intento que hubo de liberación de represores fue abortado en mayo del 17 con la marcha del 2x1, que fue una movilización de 200 mil personas y a partir de ahí toda esa derecha supo que con Macri no iba a haber ni indulto ni amnistía. Y ahí la desilusión. Y la segunda desilusión es la del pañuelo celeste, cuando Macri manda al Congreso a discutir el tema del aborto. Eso fue casi una afrenta como fue la de Alfonsín con el juicio a las juntas. Hay una derecha que votó a Macri que no le perdona eso y que quizás lo votó en octubre de 2019 contra Cristina, pero ya no es público de Juntos por el Cambio, ahí por derecha se le desgrana algo.

-¿La derecha que encarna Patricia Bullrich?

-Patricia Bullrich intenta contener eso dentro de Juntos por el Cambio, pero hay una derecha, que es la que puede votar a Gómez Centurión o a Espert, que no se siente contenida ni con Bullrich, ni con Macri ni con Juntos por el Cambio; que si bien en octubre no sacaron tanto si sacaron en agosto. De las cinco fórmulas presidenciales, dos fueron a la derecha de Cambiemos. Eso es llamativo en la Argentina. La de Espert y la de Gómez Centurión. Uno podría preguntarse qué porcentaje sacaron. Creo que hay un techo que es un poquito más grande, hay una derecha dura que también está desilusionada con esta opción que quiso ser centrista, no quiso ser ni muy de derecha ni tampoco progresista, y en esa indefinición pierde por los dos lados. Juntos por el Cambio pierde por derecha y entre comillas por izquierda, lo que sería una izquierda progre no peronista, antiperonista. Todo eso es si el Frente de Todos logra capear la crisis del coronavirus y lograr, que después de este sacudón empiece el crecimiento, creo que están dadas las condiciones. Quizás no va a ser un crecimiento que recupere todo lo que hubo hasta diciembre de 2015 pero si por lo menos que salga de esta situación tremenda. El as por la manga hoy lo tiene el Frente de Todos y tiene enemigos muy poderosos.

-¿Cómo lo ve a Alberto Fernández en relación a lo que pasa con los medios de comunicación y los grandes grupos económicos?

-Así como Cambiemos tuvo enemigos poderosos en el sentido de sectores con mucho arraigo de la tradición democrática, me refiero a cierta parte del sindicalismo, organismos de derechos humanos, toda una especie de masa progresista que hay en la Argentina construida desde el 83 hasta ahora, que nunca hizo las paces con el macrismo y que fue horadador de los cuatro años del macrismo; Alberto Fernández tiene enemigos mucho más importantes. Las corporaciones argentinas no son enemigas de Alberto Fernández, le quieren marcar la cancha y le quieren sacar beneficios. En la medida en que Alberto Fernández se ponga firme van a ser enemigos, en la medida en que ceda, serán más ecuánimes. Después lo que hay es  una derecha política muy dura, que yo la llamo oposición bolsonarista, que me parece que es la que encabeza Patricia Bullrich, que es el ala más dura del Pro y de sectores del radicalismo que van a tratar de consolidar ese núcleo duro que tienen en torno al 20% y que tiene una agenda absolutamente regresiva. Que frente a la reforma judicial van a decir que quieren la impunidad de Cristina, y frente a Vicentin van a decir quieren que seamos Corea del Norte. Van a radicalizar y van a apelar a la poca reflexión de una buena parte de la sociedad y a todas sus estigmatizaciones y van a hacer política con eso.

-¿Y las tensiones internas del oficialismo?

-No creo que hoy sean el principal problema. Me parece que el principal problema es que se llegó al gobierno con el armado de un gabinete en 20 días, y se vino esta pandemia y hay una cantidad de problemas estructurales en la Argentina. Y se vieron unos errores de improvisación; lo de Vincetin un paso adelante y un paso atrás muestra a un gobierno que improvisa, donde a veces es muy difícil tomar un rumbo o toman decisiones a veces sin demasiada posibilidad de pensarlas bien. Pero no veo tanto problema ahí, en la medida de que se termine esta situación de pandemia y se empiece un proceso de crecimiento. Me parece que lo de la deuda es fundamental. El peronismo tiene un instinto de unidad y de supervivencia que no la tienen las fuerzas no peronistas. El fin de Macri también tuvo que ver con ese año 2019 donde es el peor año económico de los cuatro de Cambiemos, donde entre enero y marzo hay 20 mil despidos, cierran casi el 50% más de empresas que en el mismo trimestre del 2018 y donde empiezan las derrotas en las provincias. Entre enero y junio la coalición oficialista en casi todas las elecciones provinciales pierde, y en algunas pierde por cantidades abrumadoras. El escenario en las encuestas le dan mal, la figura de Macri se empieza a deteriorar, de hecho hay presiones al interior de la coalición y del empresariado para que Macri se corra, el famoso plan B para que Vidal sea la candidata; pero Macri ahoga todas esas opciones, y como se dice en el barrio, nadie se le para de manos para decirle: vos te tenés que bajar. Entonces siguen con esa fórmula y aparece un peronismo que huele sangre y empieza a trabajar por la unidad. Y lo que fue un derrumbe político y económico, no fue un derrumbe electoral. Si uno mira las elecciones en distintos lados, en octubre Cambiemos hace una excelente elección, gana en todos los lugares que tiene que ganar. Si uno mira distrito por distrito, el voto de Cambiemos de 2017 y el de Juntos por el Cambio del 2019 prácticamente se mantiene igual. No hay un derrumbe de votos de Cambiemos. Si uno mira en la tercera sección electoral, la del voto peronista más duro, la gente que votó a Cambiemos en el 2017 lo vota a Macri en el 2019; no hay derrumbe de ese electorado. Lo que pasa que la inmensa mayoría de los que votaron a Randazzo, a Cristina y a Massa, votaron a Alberto Fernández. Hay un acomodamiento electoral, no hay un derrumbe electoral. Hay un reacomodamiento y un clima de fin de ciclo.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]