Entrevistas
08/07/2020

“Bolsonaro siempre apostó a que el virus se propague”

“Bolsonaro siempre apostó a que el virus se propague” | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.
Darío Pignotti, periodista argentino radicado en Brasil (Foto de archivo).

El periodista Darío Pignotti, analizó en entrevista con Va Con Firma la postura del presidente de Brasil, que contrajo Coronavirus. Explicó que lo apoya “una base social religiosa alucinada”, que “no modifica su opinión” por la pandemia. El Corresponsal de Pagina 12 en el vecino país dijo que Lula “es el líder popular más importante”.

Miguel Croceri

Brasil vive desde ayer una tensión política inédita y de desenlace completamente incierto, tras confirmarse que el presidente Jair Bolsonaro dio positivo en un test de coronavirus. Para el periodista argentino Darío Pignotti, radicado en ese país, el mandatario “es alguien que apuesta a que el virus se propague” y siempre dijo que el 70% de la población debía contagiarse para conseguir la llamada “inmunidad de rebaño”, pero además trató de “escarmentar” a gobernadores que dispusieron cuarentenas y otras políticas de prevención contra el Covid-19.

Explicó que el gobernante utraderechista conserva un apoyo social “considerable, en torno del 30%” de la población, en su mayoría “bases populares muy humildes, muy desinformados”, que conforman “un sujeto social radicalmente ‘anti-política’ y ‘anti cualquier evidencia científica’”. Precisó que Bolsonaro ejerce un poder “profundamente fanático que tiene en una base social religiosa alucinada”, especialmente entre el electorado evangélico, y que son sectores a los cuales “la pandemia no les modifica su opinión”.

Pignotti, quien es corresponsal de en Brasil del diario “Página 12” y trabaja además para otros medios internacionales, afirmó en diálogo con Va Con Firma que el régimen brasileño actual “es fundamentalmente militar, aunque no cabe llamarlo dictadura”, y que el apoyo a Bolsonaro en Estados Unidos es “incierto” porque depende de la reelección o no de Donald Trump, en noviembre. 

Destacó que Lula Da Silva está en libertad pero sigue condenado, con causas en instancias de apelación y juicios pendientes, y que “sigue siendo el líder popular, de izquierda, progresista, más importante” del país, pero dentro de los espacios opositores al gobierno “hay disidencias”. Lula impulsa el “impeachment” (juicio político) al presidente y a su vice, Hamilton Mourao, mientras que otra coalición, que es de centroderecha y “no bolsonarista” pero tampoco “anti”, le piden a Bolsonaro “formas más civilizadas” de conducirse pero “defienden su política económica”.

-Brasil es el segundo país del mundo con más cantidad de contagiados y de muertos por el coronavirus, y sin embargo el gobierno de Bolsonaro no adoptó ninguna política de prevención e incluso alentó a la población a seguir haciendo una vida “normal”, para decirlo de algún modo. ¿Qué explicación se le puede encontrar a esto?

-Bolsonaro, y esto por supuesto que llama la atención de por sí, es alguien que apuesta a que el virus se propague. Parte de un presupuesto, y esa es su estrategia, de que la diseminación del virus hasta puede ser fecunda para sus intereses. Él cree en la llamada “inmunidad de rebaño”. Hay versiones verosímiles, aunque obviamente no comprobadas, de que está siendo aplicada por algunos militares en la región amazónica. Entre los militares que lo habrían realizado, según esas versiones, está el actual ministro de Salud, que fue jefe de una unidad militar en Roraima, estado fronterizo con Venezuela, donde siguiendo la premisa indicada los soldados serían expuestos al contagio.  Por otro lado, una conjetura que no sería contradictoria con lo anterior sino complementaria, es que Bolsonaro haya optado en principio por esta vía de “dejar correr” la enfermedad, sin tomar proporción de lo que significaba. Tengamos en cuenta que se trata de alguien bastante ajeno al sentido de las proporciones, vive en una colisión entre lo que él imagina por un lado, y por otro lo real existente. Por lo tanto es posible que al principio haya creído que era un problema de una dimensión muy inferior y una vez embarcado no retrocedió. O sea que apostó a esto y ahora ya no puede retroceder. Esa es una posibilidad.

-Además de no tener una estrategia sanitaria para frenar al virus, sus gestos y declaraciones públicas fueron siempre una instigación a negar o desconocer la gravedad de la pandemia.

-Claro. Y eso no es algo que se puede inferir observando lo que ocurre, sino que él lo ha dicho cálculo que no menos de 30 veces. Esto de que el 70 % de la población va a contagiarse. O sea que no es un error de circunstancia, algo que una figura pública puede decir alguna vez ocasionalmente. Por el contrario, sus dichos ratifican que las decisiones de Estado respecto del coronavirus en no tomar medidas. Algunas cifras sirven para ejemplificar esto. Por caso, del muy escueto presupuesto asignado al tema, solo ejecutó el 30 %. Y esto se agrava en el hecho de que ha escarmentado a los estados que lo desafiaron aplicando políticas activas de aislamiento social para frenar los contagios. Lo hizo por ejemplo contra el estado de Marañao, cuyo gobernador es Flavio Dino, un potencial candidato presidencial por la izquierda o el progresismo en 2022, que pertenece al Partido Comunista. Dino había comprado respiradores a China por negociación unilateral de su propio estado, es decir no a través del Estado nacional. Cuando llegaron, Bolsonaro se los bloqueó. Después hubo una apelación a la justicia y finalmente los respiradores pudieron llegar a Marañao. Otro caso. China donó algunos respiradores, pero hace poco se supo que la Cancillería obstruyó el envío de este equipamiento. Otros dos ejemplos. El estado de Pará, gobernado por un político conservador pero adversario al gobierno, quien aplicó una política comparativamente agresiva contra el virus; se llama Helder Barbalho y pertenece al PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), el partido de Michel Temer que fue impulsor de la destitución de Dilma Rousseff. Barbalho fue objeto de un ataque de la Policía Federal, que responde a Bolsonaro. 

-Bolsonaro tiene múltiples conflictos dentro de la propia alianza que lo llevó al gobierno, por ejemplo problemas con el Poder Judicial, con fracciones militares, con partidos que lo apoyaron en el Congreso, reemplazos de ministros empezando por los de Salud, y la propia pelea con Moro (el ex juez que encarceló y proscribió a Lula, y luego fue ministro bolsonarista hasta abril de este año), que es una figura estelar del establishment. Sin embargo parece conservar un respaldo popular que sigue siendo importante. ¿Qué sectores sociales lo apoyan y por qué?

-El apoyo es considerable, sin duda. En torno del 30 por ciento. Una explicación está ya en la votación de 2018, cuando él fue elegido. Según estudios especializados, esa vez Bolsonaro tuvo un apoyo del electorado católico en torno de 47 puntos contra 41 de Fernando Hadad, el candidato del PT (Partido de los Trabajadores, fundado y liderado por Lula). Pero en el caso del voto evangélico obtuvo casi el doble que su rival, hubo una diferencia muy alta. Bolsonaro encara una especie de dictador lisérgico, una variante de tirano profundamente fanático que tiene en una base social religiosa alucinada a lo que podríamos llamar su “rebaño”. Son bases populares en su mayoría muy humildes, muy desinformadas, y que es un sujeto social refractario a cualquier discurso político. Entre otras cosas son sectores radicalmente “anti-política” y “anti” cualquier evidencia científica o realista. Diariamente a la salida del Palacio Alvorada (sede del gobierno), lo aguarda una claque de simpatizantes, que es modesta, solo algunas decenas de personas, y allí menudean expresiones del tipo “usted es nuestro mesías”, “el Señor sea con usted”, “las armas del Espíritu Santo lo defenderán”, o a veces hablándole en tercera persona “al presidente lo bendice Jesús”. Y él por supuesto estimula eso. Esta podría ser una aproximación a la índole del votante bolsonarista, al cual la pandemia del coronavirus no le modifica su opinión. Ellos consideran que el virus resultó de una producción sintética china, y como además de evangélicos son demencialmente anticomunistas, lo llaman “comuna-virus”. Claro que uno podría caer en la tentación inmediatista de que Bolsonaro tiene un núcleo irreductible de electores, que serían los de este grupo, pero se olvidaría que hace poco más de un año y medio ganó con el 55 por ciento de los votos, y hoy está en torno del 30 por ciento. Es decir que la corrosión de su respaldo popular también fue considerable, viéndola en la dinámica, también ha perdido mucho apoyo. En este año y medio de gobierno perdió el apoyo de las clases medias que en 2018 era esencialmente anti-petitsas (referencia al PT), que no se convirtió en petista pero ahora es fundamentalmente anti-bolsonarista.

-¿Cómo se puede definir a Sergio Moro, el juez que encarceló y proscribió a Lula, después fue ministro de Bolsonaro y hoy posiblemente tenga aspiraciones presidenciales a futuro?

-Según consideran distintos expertos y académicos conocedores del tema y cuyas afirmaciones son confiables, Moro es fundamentalmente un agente del Departamento de Justicia norteamericano y probablemente del FBI (Federal Bureau of Invesigation, traducible como Buró Federal de Investigaciones), aunque no tanto de la CIA (Central Intelligence Agency, en castellano Agencia Central de Inteligencia), Moro tiene una vinculación más orgánica con las instituciones imperiales que Bolsonaro. El actual presidente es un lacayo de Trump, no de Estados Unidos orgánicamente. Los factores de poder permanente en estos momentos observan a Bolsonaro con aprehensión. Están de su lado en la mayoría de sus políticas, especialmente las económicas y financieras, y también en su política exterior, pero llamados a elegir cuál es su aliado más confiable, este es Moro. Por eso la ruptura de Moro con Bolsonaro es por razones de disputas de poder internas entre ellos, como la pudo haber en la dictadura argentina entre Videla y Massera, o en Chile entre Pinochet y Leigh (por el jefe de la Fuerza Aérea chilena en los años ‘70). Son facciones del mismo régimen. El modelo que llegó al poder el 1 de enero de 2019 (día de la asunción de Bolsonaro), y que unos meses antes en 2018 parió a las elecciones fraudulentas, en las que no permitieron participar a Lula y en las que el uso del aparato de las fake news fue muy pero muy importante. Desde el registro democrático e institucional no fueron elecciones legítimas. Ese bloque de poder se fracturó. A partir de allí Bolsonaro estrechó más su vínculo con las milicias, que son muy poderosas. Muy poderosas (repite). Porque no solo le aportan un ejército paralelo, sino que además le aportan un sistema de información para captura de votos entre las clases populares más desposeídas. Las milicias son muy fuertes en las favelas, y no solo en Río de Janeiro. Además estrechó su vínculo orgánico con las fuerzas armadas. Es decir, el régimen actual es fundamentalmente militar, aunque no cabe llamarlo dictadura. Las fuerzas armadas han capilarizado todos los espacios de poder institucional y operativo del Estado. Hoy el poder lo ejercen los generales. Pero que controlen la maquinaria del Estado no quiere decir que cuenten con predicamento electoral, no tienen candidato propio. El entendimiento entre las cúpulas militares y el presidente son de esa índole. Siendo Bolsonaro alguien que se conduce de una manera alocada, algunos psicólogos y psiquiatras han dicho que pudiera haber en su conducta alguna patología.

-¿Cómo está la relación actual entre los gobiernos de Trump y de Bolsonaro? ¿A Estados Unidos se le fue un poco de las manos la situación en Brasil y el monstruo que ellos crearon?

-Los acuerdos de Trump son como sus contratos empresariales, duran mientras son rentables. No se podría decir que Trump le soltó la mano a Bolsonaro pero sí que lo despreció. Lo hizo desde la primera hora y en los últimos meses eso tomó forma de decisiones de gobierno. Por ejemplo, prohibió el ingreso de ciudadanos brasileños a Estados Unidos (por la pandemia), incumplió las promesas de su apoyo para que Brasil ingrese a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), tampoco facilitó las importaciones brasileñas a EE.UU. y sí actuó en sentido contrario. Todas medidas de gobierno con las que probablemente Trump haya intentado distanciarse de uno de los personajes políticos más denostados del mundo. Bolsonaro construyó una especie de “anti capital político” de desprestigio internacional. Suscita el hazmerreír, el desprecio y el odio en importantes sectores de la opinión pública no solo en Argentina o Uruguay, que son países vecinos, sino también en otros muy poderosos del mundo. Sorprenden por ejemplo las noticias sobre lo que se sabe de Bolsonaro en Italia, en España, en Francia, en México, donde el periodismo habla de él no solamente porque ocurre algo importante en Brasil sino como ejemplo de un gobernante desopilante. Y esto repercute en Estados Unidos. Bolsonaro está llevando adelante una política de vínculo personal con un clan de poder, que es el de Trump. Pero es un clan de poder incierto porque precisamente la reelección de Trump, en noviembre próximo, es incierta.

-¿Qué está pasando con la oposición política? ¿Qué papel cumple o puede cumplir Lula en la búsqueda de una salida democrática a la tragedia sanitaria y política que vive Brasil?

-Las revelaciones del sitio The Intercept sobre múltiples irregularidades en los juicios que llevaron a la condena de Lula robustecieron los argumentos de su defensa para anular los procesos. El pedido de anulación de la causa Lava Jato está en el Supremo Tribunal Federal, en manos de un juez en principio receptivo a esa demanda. De todos modos Lula sigue siendo objeto de otros procesos y su libertad no significa que las dos causas por las que ya fue condenado hayan concluido, sino que están en fase de apelaciones. De todos modos, por ahora recuperó la libertad. Pero más allá de su situación procesal, en lo político no recuperó el liderazgo de un frente único democrático contra Bolsonaro. Hay por lo menos dos embriones de coaliciones antibolsonaristas, o en algún caso solamente no-bolsonaristas. Las que son no-bolsonaristas tienen como animadores a la centroderecha y a grupos de derecha, incluso algunos que han sido filo-bolsonaristas. Por ejemplo dentro del partido del expresidente Fernando Henrique Cardoso, junto con el grupo de medios Globo, que después de haber contribuido decisivamente al golpe contra Dilma Rousseff, y también desde cierto punto de vista a lo que podría llamarse el “segundo golpe”. La llegada al poder de Bolsonaro se valió de dos golpes. Uno fue el que derrocó a Dilma y el segundo fue una conjugación de campaña electoral anómala y proscripción, esto es el impedimento de que Lula fuera candidato y varias irregularidades en la campaña, por ejemplo el permiso para que se distribuyeran decenas de millones de mensajes falsos por Whatsapp y las redes sociales, que facilitaron la victoria de Bolsonaro. Esos dos golpes pavimentaron la llegada de Bolsonaro al gobierno y tuvieron como protagonistas al partido militar, el cual se lo menciona muy poco pero interfirió mucho en la campaña de 2018, y a políticos como Fernando Henrique Cardoso, que si bien nunca se pronunció a favor de Bolsonaro, se condujo con una omisión tal que facilitó su ascenso y triunfo. Otros sectores del partido de Cardoso, que es el Partido por la Social Democracia Brasileña (PSDB), apoyaron abiertamente a Bolsonaro, como el gobernador del estado de San Pablo, Joao Doria, y ahora durante la pandemia quedaron enfrentados. También otros grupos de derecha, que no son de ultraderecha, porque esta sí se asoció plenamente al militar que hoy es presidente. De esos grupos de derecha nace algo que tiene la apariencia de una fuerza opositora. Hoy disienten de Bolsonaro, se oponen a él, pero al mismo tiempo quieren liderar lo que ellos mismos llaman “un frente amplio” que en rigor no piden el impeachment (juicio político) de Bolsonaro sino que le piden formas más civilizadas para concluir su mandato, y defienden de este gobierno su política económica. Lula no aceptó sumarse a eso pero dentro del PT no es unánime la posición, hay sectores que consideran necesario ampliar en todo lo posible el espectro antibolsonarista. Lula habla de una coalición que enfrente a Bolsonaro pero bajo las consignas del “impeachment” no solo contra Bolsonaro sino también contra el vicepresidente (el general retirado) Hamilton Mourao. Lula sigue siendo el líder popular, de izquierda, progresista, más importante de Brasil pero dentro de esos espacios hay disidencias. Una muy clara es la de Ciro Gomes, un excandidato presidencial que en su momento fue del partido de Cardoso, o sea alguien ubicuo, en nuestra opinión oportunista, pero que en la elección de 2013 (cuando fue reelegida Dilma) consiguió 12 millones de votos. Es de un partido tradicional, el Partido Democrático Trabalhista, fundado a comienzos de los años ‘80 por el líder nacionalista Leonel Brizola, ya fallecido, que fue mucho más consecuente que Gomes. Gomes es un caudillo con algunas dotes de líder de masas, pero muy antipetista. Y que en esta coyuntura, todo indica que quisiera ocupar el lugar de izquierda dentro del sistema, es decir la opción de centroizquierda consentida por el sistema financiero, por la cadena Globo y por los demás poderes permanentes. Gomes, dentro de las alianzas que hizo el PT durante sus gobiernos, en algún momento fue ministro de Lula. Es decir que hoy hay dos opciones de oposición a Bolsonaro. Son espacios donde predominan las divergencias, las internas y la falta de unidad. Indudablemente, la falta de unidad.

29/07/2016

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