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Once, ensayo de poscuarentena

Postales de la reapertura de comercios en una de las zonas más populares de la ciudad de Buenos Aires. Las ventas no repuntan y sigue la puja con los manteros.

Pepe Mateos

Unos días después de la apertura intercalada según número de CUIT de los locales de Once y a pesar del movimiento que se puede observar, los comerciantes dicen estar en un 20% de lo que facturaban previo a la pandemia.

La apertura se da luego de los reclamos que hicieron los comerciantes de una zona que había comenzado a atender al público, pese a la prohibición, con las persianas semi-bajas.

Muchos negocios han hecho frente a la crisis gracias a las ventas por Internet, mientras  un alto porcentaje de locales ya ha cerrado transitoria o definitivamente, todos golpeados por una situación que se agudizó pero ya llevaba un tiempo de arrastre.

En el territorio demarcado por las calles Rivadavia, Larrea, Lavalle y Boulogne Sur Mer, la actividad es un ir y venir intenso. Changarines, compradores con grandes bolsas, vendedores ambulantes, comerciantes charlando en las veredas, mucha gente preguntando precios, cartoneros, conforman un paisaje abigarrado y dinámico.

Todos los locales deben cumplir con protocolos sanitarios para el ingreso de las personas, que nunca deben ser más de 1 cada 15 metros cuadrados dentro del local, mientras el resto deberá esperar en la vereda.

A pesar de este movimiento, el encargado de seguridad de una galería dice que no es significativo lo que sucede. “Son todas personas de cerca o que pueden venir en auto, las ventas en algunos locales son nulas; los que alquilaban en su gran mayoría han tenido que cerrar. Muchos de los compradores que venían eran personas del interior que compraban al por mayor y revendían y hoy no están pudiendo venir”, dijo.

Uno de los grandes puntos de conflicto es con los vendedores informales, los llamados “los  manteros”, rechazados ampliamente por los comerciantes que los ven como una competencia invasiva. 

Sin embargo, algunos reconocen lo difícil de la situación para estos vendedores y esbozan un principio de compresión. “También tienen que ganarse la vida”, dice un hombre que esta la frente de un local de lencería.

Después de varias detenciones de vendedores senegaleses y secuestro de mercadería la semana pasada, se ve un amplio despliegue policial para impedir la instalación de los ambulantes. Una solución a una crisis que lleva años sin solución.

Esta situación de pandemia encuentra a los manteros, en su mayoría senegaleses, sin ningún tipo de contención ni asistencia alimentaria del Estado, ya que en su mayoría son indocumentados.

El enclave comercial que es Once es una muestra clara de las transformaciones que estamos viviendo. Barbijos, protocolos, distancias, son todas manifestaciones de una rutina incorporada en la que muchos objetos de consumo no tienen sentido en esta situación de aislamiento social; por ejemplo, el cotillón de fiestas o algunos vestidos y trajes que ameritan para grandes momentos sociales.

Todo un ensayo de ajuste para los inciertos tiempos que vendrán.


29/07/2016

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