Las consignas eran variadas, quizás la más difundida era la que apuntaba contra la reforma judicial que es resistida por distintos sectores del Poder Judicial.

“Salvar la Republica”, “Cristina presa”, “Basta de impunidad”, “Viva la libertad”, ”El virus es el marxismo”, ”Ensayos clínicos con dióxido de cloro ya!”, “Desobedecer a la dictadura global” y muchas más con distintos niveles de extravío eran las leyendas que portaban los manifestantes que concurrieron al 17 A, como lo denominaron sus convocantes de Juntos por el Cambio tratando de imbuirle una mística que actué como puntapié para el inicio de una oposición que pueda discutirle espacios al Gobierno.

Otras de las consignas expresadas en formas varias y dispares son la que se oponen a la cuarentena y sus consecuencias en la economía, sin entender ni vislumbrar la complejidad de un problema que esta más allá de nuestras fronteras. Mucho auto, mucha bandera, mucho cotillón, mucha cacerola vacía de sentido.

“No nos une el amor, sino el espanto”, quizás la frase más remanida de nuestro querido Jorge Luis Borges, que podríamos parafrasear eligiendo cada uno la palabra que le invoque este 17A con reminiscencias de otras movilizaciones que defendían intereses y posiciones poco claras, en todo caso, siempre ajenas a los intereses populares.

“No nos une el amor, no nos une nada, solo estamos en contra de todo”, bien podrían  llevar una pancarta con esta frase y así otras tantas, que dejen al descubierto el cinismo de dirigentes y referentes  que convocan a una movilización en uno de los momentos más críticos de la pandemia, con el apoyo y aval de medios y comunicadores que solo expresan a los sectores más retrógrados.