Ver y oír
07/06/2020

Pantallas del mundo nuevo

Pantallas del mundo nuevo  | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Reflexiones sobre los cambios vertiginosos impuestos por el avance de la tecnología desde antes de la pandemia. Los cambios culturales ya hechos, los que se están incorporando los escenarios posibles de vida luego del coronavirus.

Pepe Mateos

Un diálogo habitual en estos días, vía whatsapp o messenger o cualquier otra aplicación de las que existen y fuimos incorporando desde que la era digital ingreso en nuestras vidas y que para bien o para mal ya no volverán a ser las mismas que antes.

Las videoconferencias, los pedidos a distancia, las compras enviadas a domicilio, las actividades más variadas instaladas en nuestros hogares ya son acontecimientos cotidianos, señales de un cambio profundo que se viene produciendo hace años. 

En algún momento de la historia reciente el mundo se empezó a digitalizar, y aunque no se haya precisado una fecha para poner en la historia, podemos ubicarla alrededor del año 2000 como un punto fundacional cuando se creyó que todos los sistemas globales iban a colapsar por el 2K. El avance digital fue un devenir inexorable que fue tomando todas las actividades planetarias.

La digitalización es una transformación equivalente a la revolución industrial o a la aparición de tecnologías que modificaron y definieron espacios, conductas y vidas como la energía eléctrica o el automóvil. Pensemos el salto disruptivo que fue cambiar el medio de transporte basado en la tracción a sangre, el caballo, por el automóvil. La cantidad de cambios que trajo aparejados, una real modificación de los tiempos y los espacios. 

Hoy nos parece muy natural el mundo en que vivimos pero es un mundo que apenas tiene más de cien años. Y este mundo que conocemos se dirige a una velocidad que no alcanzamos a asimilar hacia otra era de la humanidad que no podemos vislumbrar pero que amenaza ser una especie de distópica realidad inspirada en series futuristas como Black Mirror.

Un mundo de pantallas, donde actuamos como cyborgs interconectados y alienados en realidades que se diluyen y modifican sin que podamos llegar a asimilarlas.

En el inicio de los ‘80 empezaron a tener visibilidad un par de jóvenes atrevidos y visionarios, Steve Jobs y Bill Gates,  promoviendo un nuevo electrodoméstico que iba a ingresar en nuestros hogares y se iba a constituir en una herramienta fundamental de entretenimiento, estudio y trabajo,  la PC, Personal Computer, o en el caso de Jobs, la Mac, provocando una transformación en tiempo y espacio como lo fue la aparición del automóvil a principios del siglo XX. 

Una avanzada que parecía otra de las fantasías futuristas posteriores a la Segunda Guerra. 

“En el 2000 tendremos todo automatizado, autos voladores, comida sintética en pastillas, teléfonos con pantallas y unos cuantos chiches más”, decían en el barrio. (Obvio que no se planteó el costo energético de toda esta evolución que trae consecuencias catastróficas como el cambio climático).

Todo eso se desarrolló (salvo el auto volador, que debe ser medio complicado de administrar) y mucho más, no se previó por ejemplo, el descomunal desarrollo de la Internet.

Todo este andamiaje de big data, telecomunicaciones, sistemas operativos, plataformas, encontró en la pandemia una llave de oro para instalarse y generar un estado de cosas que pretende ser irreversible en los trabajos, la educación, salud, seguridad, arte, convirtiendo este momento excepcional en un laboratorio vivo altamente rentable.

Entender el alcance que puede tener el avance de las corporaciones tecnológicas es algo sumamente complejo.

El post-coronavirus se presenta como una distopía de alta tecnología. Estamos en un gran laboratorio aplicado gracias a la aparición de una pandemia que nos deja estupefactos ante la aplicación de un futuro manejado por la Inteligencia Artificial.

Un mundo de rastreo virtual, educación a distancia, telesalud, comercio vía redes, entrega de productos a domicilio por vehículos sin conductor y drones.

Un futuro en el que cada uno de nuestros movimientos, nuestras palabras, nuestras relaciones pueden rastrearse y extraer datos mediante acuerdos sin precedentes entre el gobierno y los gigantes tecnológicos.

Algo de todo esto plantea Naomi Klein, autora de “No logo” y “La doctrina del shock”, cuando comenzó a investigar las vinculaciones entre las autoridades del gobierno de New York y los CEO de corporaciones vinculadas al desarrollo de Inteligencia Artificial, que antes de la pandemia estaban dedicadas a hacer lobby en el complejo industrial militar y encontraron en esta crisis la oportunidad para instalar más profundamente tecnologías que pretenden ser una solución, proponiendo reimaginar una realidad post-Covid en el Estado de New York con énfasis en integrar permanentemente la tecnología en todos los aspectos de la vida cívica.

Soluciones que implican que nuestros hogares no sean espacios exclusivamente personales, sino, a través de la conectividad digital de alta velocidad, sean también, escuelas, lugares de trabajos, de entretenimiento, gimnasios y llegado el caso, hasta cárcel. Lugares que nunca se apagan. 

Ya lo decía la tapa de Newsweek en un número de febrero de 1982 (sí, febrero de 1982), “Home is where the computer is”, el hogar es donde está la computadora.

Un mundo convertido en virtualidad con poco contacto entre humanos, y por debajo sostenido por millones de trabajadores anónimos escondidos en almacenes, centros de datos, fábricas de contenidos, talleres electrónicos, minas de litio, granjas industriales, fábricas de procesamiento de alimentos, etc.

¿Qué es lo que viene? ¿Cómo hacer para no sentirnos indefensos ante escenarios que anulan el ser social que desde centenares de años ha sido el motor de trasformaciones?, ¿Cómo podremos vivir en este mundo de pantallas y virtualidades? ¿Cómo reconstruir los tejidos sociales después de una pandemia que nos hace temer por las consecuencias del acercamiento y el contacto entre personas?

Muchas preguntas que quizás en poco tiempo suenen inadecuadas, o todo sea mucho más difuso y estemos más perdidos tratando de reconstruir todo lo que quedo atrás en un tiempo cercano, pero que nos resulta dramáticamente distante aunque no haya transcurrido más que unos pocos meses desde el inicio de la pandemia.

29/07/2016

Sitios Sugeridos


Va con firma
| 2016 | Todos los derechos reservados

Director: Héctor Mauriño  |  

Neuquén, Argentina |Propiedad Intelectual: En trámite

[email protected]