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27/11/2018

Menos mal que nos queda Portugal

Menos mal que nos queda Portugal | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

José María Castro

Hace ya algunos años, y durante bastante tiempo, los españoles aparecían siempre en penúltimo lugar en casi todas las estadísticas e indicadores de progreso en Europa, quedando Portugal tras España. No pertenecían ni unos ni otros al Mercado Común Europeo, y había cierta reticencia por parte de Europa, a aceptarlos como socios y a mirarlos de igual a igual.                                                 

Incluso cuando fueron aceptados, tras muchas dudas y reticencias en la Unión Europea, ambos países eran los huerfanitos de Europa, que tenían poco que ofrecer y se beneficiaban de subvenciones con el objeto de conseguir que sus infraestructuras tuvieran un nivel aceptable.

En general, el proceso de modernización, se llevó a cabo, tras una fuerte inversión de los organismos europeos, que los situaba en una posición de casi mendicidad, en el que los portugueses se encontraban ligeramente por detrás de los españoles, por lo tanto, más pobres, más pedigüeños, y más necesitados. Ese triste consuelo, hacía exclamar ese dicho que tanto se ha oído a lo largo de la historia: “menos mal que nos queda Portugal”. 
 
Ese mismo dicho, o chascarrillo, se había oído anteriormente, cuando ambos pueblos estaban sometidos a las últimas dictaduras europeas, hasta que en Portugal se instauró el sistema del 25 de Abril. Aquello que se conoció como Revolución de los Claveles, y que de forma tan romántica se detonó con las notas de la canción de Xosé Alfonso, “Grandola vila morena”, mientras en España, la dictadura permanecía sólidamente asentada, y sin visos de debilitarse. Aquel “menos mal…”, pasó a ser una sombra de esperanza, que decía que las dictaduras también se caen y que los pueblos pueden cambiar la historia a la que están destinados.
 
Ya en los años ochenta, se recuerda la frase como el título de un disco de un conocido grupo afterpunk, emblemático de la Galicia de los ochenta. Y luego la frase fue muriendo en la memoria de la historia reciente del suroeste europeo.
 
Renace de nuevo con la crisis de la primera década del siglo, en la que Portugal acumula una cantidad de deuda, muy superior a la española, con un nulo crecimiento de la economía, y un alto gasto público. Así las cosas, Portugal, pidió en abril de 2011 78.000 millones de Euros en tres años. Ahí, si que los españoles llegaron a pensar que mal de otros, consuelo de tontos, y el mero hecho de ver situaciones nacionales, más desesperadas, los hacía suspirar el consabido “menos mal…”.
 
Y aquí llega la diferencia con sus vecinos. Mientras los españoles, obedientes, sumisos y atemorizados, implementaron las políticas que Europa marca e impone, los portugueses derriban el gobierno conservador de Passos Coelho, mediante un pacto de izquierdas, formada por el Partido Socialista, más el Partido Comunista, sumado al Bloque de Izquierda y los Verdes. Estos nombraron primer ministro a Antonio Costa, político del que muy poco se ha oído hablar, a pesar de conseguir un consenso interno, que permitió acordar la recuperación paulatina de pensiones y salarios, subir las pensiones mínimas, y recuperar ayudas sociales. A pesar de todas estas medidas, que atentan contra las fórmulas de austericidio dictadas por Bruselas y el FMI, los portugueses lograron una reducción del déficit, situándolo por debajo de lo exigido. Portugal empieza a desatarse de las correas que le imponía el mercado.
 
Pero esto conlleva algo más importante. Todo sucede en un momento de las políticas europea y americana, en el que se produce la arrogante llegada de posturas antidemocráticas, cuando no abiertamente de corte fascista.
 
En unos tiempos de líderes populares en entredicho, cuando no judicializados o encarcelados, además de sometidos a un duro vapuleo mediático, Portugal ha sabido ir contracorriente, hasta el extremo de que, junto con Bolivia, son hoy por hoy los máximos exponentes de las políticas populares en lo que se ha dado en llamar Occidente.
 
Tras el descrédito al que siguen sometiendo a Cuba y Venezuela, y la ya mentada excepción boliviana, Portugal se presenta como la única alternativa, en un mundo, en el que lo popular y lo equitativo, se empieza a ver como algo subversivo. Que Portugal resista, que contagie, que anime, y que sirva de ejemplo. 
29/07/2016

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