Columnistas
09/08/2018

El sueño verde ya es realidad

El sueño verde ya es realidad | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Diego Colao

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“No hay nada más esperanzador que la marea feminista, es como respirar”, le dijo una joven a su amiga con la emoción intacta, mientras caminaba por la avenida Corrientes.

La tarde cayó en Buenos Aires y la lluvia y el viento azotan los paraguas. La marea verde claramente ganó la batalla. A las miles de jóvenes con sus pañuelos verdes, con las caras pintadas y las sonrisas dibujadas en la cara poco les importa lo que ocurra en el Senado. En ese viejo edificio anquilosado, sin luz, donde discuten los “representantes” del pueblo.

Porque en la calle el aborto será “legal en un hospital” como cantan sentadas en la vereda, mientras caminan, compran un choripán o picotean los sanguchitos de pan lactal que sacaron del tupper.

Y en política, como en la vida, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y solo tienen que bajar unos peldaños del púlpito para entender que la gran mayoría de las pibas y pibes de menos de treinta o cuarenta años no se van a detener por 38 votos en contra. Ni por argumentos bendecidos por la iglesia.

Porque además de los pañuelos verdes, también se venden pañuelos naranjas, que van por la separación del Estado y de la iglesia. Y aunque parece una marea sin sentido, que te arrastra por la tremenda cantidad de gente, el vendaval avanza. Y sabe por dónde, ya que si hay un poder que aplastó a la mujer a lo largo de la historia es el eclesiástico.

“Okupa de la calle, okupa de mi cuerpa, ocupa del deseo”, entonaba un grupo feminista mientras recorría las calles aledañas al Congreso realizando una performance e invocando la revolución feminista.

El Carrefour, el boliche al paso donde las empanadas salen 14 pesos o cualquier bar de la zona del Congreso es verde. Las manifestantes toman una estación de servicio y la convierten en un campamento para refugiarse de la lluvia. Al menos por un rato.

Es imposible, a las 8 de la noche, llegar a Callao por Perón, o por Sarmiento. Es necesario dar una vuelta más grande, doblar por Corrientes para poder caminar y despegarse de la marea. Tampoco se puede alcanzar el escenario donde tocan las Kumbia Queers. Menos, a esta hora, acercarse a los otros escenarios, con nombres de luchadoras como Diana Sacayán o Lohana Berkins.

Por el lado celeste, hay mucha menos gente. También llevan los pañuelos en el cuello. Pero sin las sonrisas. Sorprende, entre tantas organizaciones de la iglesia, una bandera del “Orgullo LGBT Provida”.

La música de este lado es fuerte, marca el tiempo de la marcha, al revés de lo que ocurre con las verdes. Donde todo transcurre al nivel del asfalto, los cantos, la música andina con canciones a favor del aborto legal con melodías de Luis Miguel o las parejas bailando tango.

Se comprende, en este contraste, que la alegría es verde, del que propone ampliar derechos, del que lucha por ganar terreno. El que reacciona y conserva tiene un gesto adusto, frío.  

Del vapor que despiden los cuerpos surge esa melodía de Charly García en épocas de Serú Girán cuando cantaba “mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”.

29/07/2016

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