Columnistas
10/03/2018

Decime si exagero

¿Vaciarás el vaso con vehemencia idiota?

¿Vaciarás el vaso con vehemencia idiota? | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

La marcha global por el 8M fue una de las más impactantes de la historia de la humanidad, sin embargo la sociedad machista no da respiro y -con uñas y dientes- desde el cotidiano se encarga de vaciar el vaso medio lleno con una insensatez pasmosa y violenta. Reflexiones sueltas al respecto, en la siguiente nota.

Fernando Barraza

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Ocho de marzo. Amanece. El día está estupendo, el sol sale por entre las nubes, atrevido, imponente, fileteando el firmamento,  como en una suerte de performance para esas estampitas de la revista Atalaya, esos libelos que mujeres de largas polleras y hombres de saco de pana te regalan en la calle, cuando te quieren hablar de que el reino está viniendo y esas cosas metafísicas. Frente a esa hermosa postal de la naturaleza reina (naturaleza y reina: ¡femeninas!) te diría que era casi inevitable sonreir. Lo hubiera hecho, te lo juro, pero no pude, porque para las 7.38 AM de este 8M ya me habían mandado por whatsapp:

  1. Un jpg en el que había una hoja impresa en la que se representaba una supuesta nota de permiso para que el marido autorice a “su” mujer a ir a la marcha y a adherir al paro. Alguien se había tomado la molestia de imaginar el “chiste” y luego de sentarse a hacerlo, redactando e imprimiendo. Miles de personas luego re-enviaron y compartieron.
  2. Un video que traía sobreimpreso el graf “En casa mando yo” y una mujer le pegaba con una escoba a un tipo para que lave los platos
  3. Otro video, este era del show de Benny Hill, y el “chiste” femicida que se veía se me hace irreproducible, realmente digno de otro siglo, anterior al XX inclusive. Perdoname si no te lo cuento.

¿Qué hacer con el amanecer impecable de una huelga de mujeres de miles de millones de personas en todo el planeta, si se te mezcla con el rancio sabor del machismo calcificado?

En esta contradicción de emociones e ideas que se me presentaba tan temprano por la mañana, pensé y pensé.

Pensé tanto que casi me paso de largo en un semáforo en rojo en plena avenida. ¿Imaginan ustedes pasar de largo en el semáforo y pisar a una familia de floristas de 8M por pensar y re-pensar este mundo asquerosamente machista? Ridículo, ¿no? Trágico y ridículo.

Y quiero que sepan que al llegar al laburo, lamento decirlo, las cosas no se pusieron mucho mejor. Un compañero le sugirió “en chiste” a una compañera que no se agrande por su día y le recordó, también “en chiste”, que ella, como el resto de las mujeres, existían gracias a nuestra costilla. Mi compañera sonrió entre nerviosa y resignada, yo me sentí casi tan incómodo como ella. Puse “casi” no como eufemismo, lo puse porque es fáctico: la diferencia cuantitativa está en que “el chiste” no me lo hacían a mí, se lo hacían a ella. Puedo ponerme en su lugar (déjenme replantearme mi masculinidad a cada rato, ¡lo necesito!), tal vez deba ponerme en su lugar todo el tiempo, ¿o no?... ¿no será muy paternalista (ergo machista) querer ponerme en el lugar de ella (ellas) todo el tiempo?... lo pensaré en estos días, es mi tarea para el hogar. Lo cierto es que –vuelvo a mi compañera de trabajo a las 8.20 AM- puedo ponerme en su lugar, pero definitivamente no soy ella; todos esos “chistes” no me los hacen a mí, se los hacen a ella. ¿Se entiende la diferencia que quiero destacar? No es mínima, eh. Decime si exagero…

Pues no me quedé en el estupor, e intenté terciar en el incómodo y algo violento momento, le pedí a mi compañero que al menos el 8M no hiciera chistes boludos. No sé, después lo pensé: no está muy bien eso que le dije. Pedirle que active respeto, solidaridad, coherencia, empatía y sensatez por un solo día es lo mismo que pedirle nada. Estuve flojo, pero eso fue lo que me salió en ese momento. Lo cierto es que él, ajeno a mi angustia, me pasó un mate, sonrió con su mejor sonrisa pícara y me pidió que no sea “un amargado”. Mi compañera, en un gesto solidario algo torpe, me dijo que no me preocupe, que mi compañero hacía esos chistes, pero era “un amor en el fondo”.

Si los whatsapp del amanecer me habían puesto en estado de alerta por el enojo, ahora –con esta claudicación que habíamos cometido en conjunto con mi compañera frente al machismo ramplón de mi compañero- me sentía también un poco triste.

Hablando de whatsapps, los invito a ver los que me fueron llegando entre las 7.48 y las 9.30:

  1. Un meme que daba cuenta de que las mujeres “han avanzado”, las felicitaba en su día, pero se dejaba bien en claro que aún “no saben estacionar”. La foto era la de un auto hecho un acordeón.
  2. Un texto glorificando –supuestamente- a las mujeres de manera tácita, sin mencionarlas. Resulta que el texto terminaba aclarando que todas esas loas que se decían no eran para las mujeres, eran para la cerveza. Remataban el “chiste” cinco de esas estúpidas caritas emoticonas llorando de la risa.
  3. Otro meme en el que se dejaba claro que si no quieren flores ni chocolates, esa plata hay que gastarla en (¡más!) cerveza con amigos hombres. La foto de un hombre gordo y grotesco, con un chop de cerveza que carga al menos dos litros ilustraba ese “genial” momento de “humor”.

El día fue avanzando. Llegó al laburo nuestra compañera con más militancia en el feminismo, una piba formada en el nuevo clima, en el juego (¡la juega! ¿Por qué no?) Qué propone la neo-lucha feminista desde hace 20 años, mínimo (mínima). Dos compañeros la vieron venir e hicieron “el chiste” de saludarla por su día y no saludarla, para que no se enoje, porque si la saludaban se podía enojar y si no la saludaban también, porque “así es el feminismo”. Sonreí con melancolía, la abracé. Ella estaba radiante, feliz por el día que tenía por delante. Su optimismo fue un ejemplo práctico de superación de la injusticia simbólica cotidiana que viven las mujeres, lo sé, pero no sé explicarte bien me pasaba, te lo juro, no podía soltar esa tristeza empírica que me iba ganando, cada vez más.

Al mediodía tres compañeras se fueron a una radio abierta, una de las primeras actividades públicas anteriores a la  gran marcha. Afuera había un compañero regando el patio de tierra, ellas lo saludan y le avisan que se van y también le dicen adónde van: “vayan, vayan, total el gobernador las autorizó a ir”, les dijo con sorna. Pensé en el decreto del día anterior del gobernador, autorizando la “desafección” de las mujeres que quisieran participar de las actividades relacionadas a “su día” (el de ellas, claro). Mirá vos como había sido decodificado por los estratos más bajos del escalafón de la administración pública, allí donde vive la “gente de a pie”. Pensé. Y re-pensé. Y volví a re-pensar. Yo solo, en silencio, masajeando la deconstrucción de mis propios machismos y buscando denodadamente la re—elaboración de mi masculinidad. Piensa que te piensa, piensa que te piensa. En ese ejercicio me agarran las tres de la tarde. Conecto el whatsapp web y encuentro en mi red:

  1. Un meme sobre las lesbianas que no se afeitan los sobacos.
  2. Un texto reivindicativo de la mujer, donde una supuesta mujer advierte que ellas (“nosotras”, dice) no vienen del pie de un hombre, sino de su costilla. Por ende pide que no las pisen, que las comprendan y –sobre todo- que “las cuiden”. Confuso, muy confuso.
  3. Otro “chiste” de Benny Hill. Esta vez en el remate, Benny envenena con bombones a su mujer vieja y fea y “se queda” con la chica que limpia, re joven y exuberante, sexi, fuente de deseo.

Y llegó la tarde. Te explico por qué no fui a la marcha ¿me dejás?

Tenía que buscar en la veterinaria a mi perro, el Frodo, un bóxer de más de quince años, tan viejito, tan guerrero, tan bonito en su fealdad boxereana. Sabés que el miércoles le dio un ACV, lo reanimaron, le pusieron inyectables re heavys. El 8M Frodo despertó en una jaula de veterinaria con suero. Es fuerte, tanto que a la seis de la tarde estaba completamente repuesto. El veterinario me lo dejó bien en claro: tenía que ir a buscarlo, luego cuidarlo, darle sus medicamentos. Cero de ir a la marcha.

En la tele de la veterinaria estaba puesto TN. Siempre está puesto TN, una pena, porque son buena gente, pero se dejan influenciar por el contenido editorial del multimedio con una facilidad que me da miedo. La chica que atiende miraba atenta el móvil desde la marcha al Congreso. Centenares de miles de mujeres celebraban su militancia. La otra chica, que tenía al regazo uno de esos perritos mofletudos, que son como boxers en miniatura y salen como treinta mil pesos, decía que ella no iba a la marcha porque no estaba de acuerdo con el feminismo, que las feministas son extremas. Así fue como escuché por primera vez en el día la palabra que nunca quiero escuchar, mucho menos un 8M: “se radicalizan y son feminazis” dijo un viejo, que estaba comprando alimento para el gato. Un asqueroso mal. Lo dijo tranquilo, casi como si se le hubiera caído como un silbido al caminar. En otra ocasión hubiera intervenido, hubiera retrucado, o me hubiera ido a la mierda de la tienda para no escuchar más estupideces. Pero en esta oportunidad no pude: me quedé porque iba a buscar a mi viejito, que salía de un coma con la fuerza de un tigre. Tragué saliva. Miré a la pantalla, fijé la vista en esa marea interminable de pañuelos violetas y verdes. “Que belleza…” dije en voz alta, se me escapó. Todos se dieron vuelta para mirarme, me sentí expuesto, con alguna lágrima a punto de caer de mi lagrimal, por la presión de pensar y pensar, sentir y sentir durante todo el día alcancé a decir: “que belleza, toda esa fuerza, todas esa ganas de cambiar las cosas, todas esas mujeres…” No dije más nada hasta que el veterinario me llamó para retirar a Frodo.

Entrando a la zona de caniles, abracé al perro en un abrazo interminable. La mente es extraña, te juro que en el abrazo que nos estábamos dando, yo sellaba nuestro amor de años, pero también celebraba la vida, y no solo la del perro, la de miles de mujeres. Durante todo el día había temido por su muerte, había pensado su muerte. Me quedé en silencio mirándolo y –te repito, la mente es extraña- pensé en la muerte otra vez, pero esta vez no la de un simple perro, por más ”mío” que sea; esta vez se me figuró la muerte que inflige el hombre cada vez que asesina a una mujer, entonces pestañé, y ahora se me aparecieron todas esas mujeres que día a día tragan saliva con impotencia cuando sus jefes les miran las tetas, cuando sus compañeros de trabajo quieren aleccionarlas sobre cómo hay que ser feminista, o ni siquiera eso… ¡directamente quieren aleccionarlas sobre cómo hay que ser mujer!

Me fui de la veterinaria. Subió Frodo al auto. Volvimos a casa. Retozamos en el patio. Agarró el celular, tengo un whatsapp de mi pareja, que estaba en la marcha, lo abro. Frente a mis ojos el mejor meme que jamás vi sobre el tema, una sola imagen que me explicó la tensión que viví durante todo el día; tensión que no quiero dejar que se esfume de mi conciencia. El meme e este:

29/07/2016

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