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25/09/2017

La construcción de una identidad popular hegemónica

La construcción de una identidad popular hegemónica | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

“En un contexto de crisis donde se multiplican las demandas particulares insatisfechas”, el autor plantea que “el proyecto nacional y popular está en la difícil tarea de construir una identidad popular que pueda articular las demandas heterogéneas y ser hegemónico en una estrategia de desarrollo nacional”.

Sacha Pujó *

La posibilidad de que un proyecto de país con desarrollo, soberanía e inclusión social se pueda sostener en el tiempo está vinculada, entre otras cuestiones, a la construcción de una identidad popular hegemónica. Es esta una tarea que requiere fundamentalmente de un trabajo de articulación de una heterogeneidad social con diferencias estructurales y simbólicas. A ese proceso político de articulación, Ernesto Laclau lo define como propio de la lógica populista, un modo de construir una identidad colectiva. En ese sentido, Laclau rescata el carácter heurístico del populismo como concepto explicativo y como fenómeno político en un contexto donde se lo califica de forma negativa. Para este autor el pueblo es una categoría sociopolítica instituyente y no un dato dado de la estructura social.

En un contexto de crisis donde se multiplican las demandas particulares insatisfechas, la heterogeneidad sólo puede unificarse a través de una articulación política equivalencial. A causa de que el sistema no puede absorber los reclamos particulares de un modo diferencial (cada uno por separado), estas demandas insatisfechas pueden entrar en una relación equivalencial, esto es, la articulación de las demandas en una identidad colectiva.

Las condiciones estructurales de la sociedad en cada contexto histórico, en el cual se desarrolla dicho fenómeno de articulación política, van mutando con los cambios en los patrones de acumulación de la economía y las transformaciones de los procesos productivos. En un trabajo ya clásico de la sociología argentina “Los hilos sociales del poder”, Juan Villarreal explica las transformaciones en la estructura económica argentina que trajo aparejado el autodenominado proceso de reorganización nacional de la dictadura cívico-militar que comenzó 1976,con profundas implicancias en la dominación política. En ese momento se buscaba una ruptura con la etapa de industrialización por sustitución de importaciones (desde 1930 hasta 1976) en la cual se había producido una situación de "empate hegemónico” -concepto desarrollado por Juan Carlos Portantiero y Guillermo Odonell- entre las fuerzas sociales, en la cual cada una era capaz de vetar los proyectos de la otra pero sin poder imponer de manera hegemónica el propio, o en otras palabras retomando a Laclau, una parcialidad que no pudo constituirse en universal.

El patrón de acumulación y de distribución del ingreso, y una construcción discursiva a favor de los sectores populares durante el peronismo había dado una homogeneidad y poder a la clase obrera y a ciertos sectores de la burguesía industrial que eran un obstáculo a los intereses del gran capital extranjero y agrario. Con el golpe de 1976 se inicia la ruptura de esa situación de empate.

Siguiendo con Villarreal, el efecto en la sociedad argentina de ese proceso fue la homogeneización por arriba y la heterogeneización por abajo.  Se unificaron los intereses de los sectores dominantes en la cúspide del poder económico a través de un proceso de concentración y centralización del capital con predominio del sector financiero. El grupo Macri fue justamente uno de los grupos económicos locales que emergió de ese proceso a través de una fuerte vinculación con la intervención estatal.

La destrucción del tejido industrial fue la otra cara del proceso iniciado en 1976 y completado con los gobiernos democráticos que le siguieron hasta 2002, lo que le asestó un duro golpe a la cohesión y homogeneidad de intereses de los sectores trabajadores. En términos absolutos Argentina fue el país del mundo que más se desindustrializó (el PIB per cápita industrial de Argentina cayó a la mitad) entre 1974 y 2002. Esa fue la herencia que recibieron los gobiernos kirchneristas y que lograron revertir en aspectos fundamentales como la distribución del ingreso. Es así que desde el 2003 al 2015 la brecha entre quienes más y menos tienen disminuyó de 33 a 18,7 veces, lo cual implica que el ingreso promedio a escala individual del decil 10 pasó de ser 33 veces más elevado que el ingreso promedio del decil 1, a ser 18,7 veces en 2015, según un estudio del CEPA.

Con el cambio de gobierno en 2015 se da un giro radical y regresivo en la orientación gubernamental. En este marco, las condiciones de posibilidad para que el movimiento nacional y popular vuelva a ser hegemónico están dadas en una construcción política basada en la articulación de una heterogeneidad que en el contexto actual se profundiza dado el aumento del desempleo, la informalidad laboral y el desguace de varios programas estatales.No se trata de un fenómeno exclusivamente local ya que a nivel mundial incluso se plantea el crecimiento del precariado como reemplazo del proletariado, definido por empleos inseguros e inestables, de tiempo incompleto, tercerizados, en la informalidad o subcontratados que determinan una vida inestable con incertidumbre sin control sobre el propio tiempo.

En una reciente publicación de Anfibia Podcast, en la que se propone un debate por la caracterización de la clase obrera, los trabajadores y sus demandas, la investigadora Ana Natalucci sostiene que la clase obrera a diferencia de otros momentos que se caracterizaba por una homogeneidad, hoy está compuesto por múltiples sectores. Una multiplicidad que está dada por varias divisiones, por ejemplo, entre lo formal y lo informal, o por el tipo de trabajo: desde obreros industriales, trabajadores vinculados a las nuevas tecnologías hasta trabajadores que se crearon su propio empleo y toda la diversidad de empleos precarios. Según la investigadora esa multiplicidad no comparte demandas, ni siquiera al interior del sector formal. Natalucci plantea por ejemplo que dentro de los formales hay quienes pagan ganancias y quienes no, hay otros trabajadores que quisieran estar inscriptos en la seguridad social, otros que quisieran tener un salario regular por mes, y conviven diversas demandas que dificultan la articulación política.    

El discurso del gobierno actual profundiza esos clivajes al plantear una sociedad como suma de individuos cristalizados en el sujeto emprendedor del cambio. Estos individuos no estarían vinculados a agrupamientos colectivos de intereses o demandas. De esta manera logra ocultarse la dominación política de clase.

En estas condiciones el proyecto nacional y popular está en la difícil tarea de construir una identidad popular que pueda articular las demandas heterogéneasy ser hegemónico en una estrategia de desarrollo nacional. Esto también requiere replantear cierto marco de alianzas teniendo en cuenta el intento fallido de construcción de una burguesía local como agente del desarrollo.

En este contexto, el kirchnerismo fue y puede seguir siendo el aglutinador de esa identidad en tanto logre articular una heterogeneidad que con el avance del capitalismo neoliberal se hace más profunda. Una compleja tarea de construcción política en medio de la estrategia de común acuerdo del bloque de poder que es desterrar del sistema político democrático al populismo, porque lo que pretenden es que se sucedan alternativas sin diferencias sustanciales en una democracia reducida a lo formal.



(*) Magister en Políticas Públicas -FLACSO-
Lic. en Sociología -UBA-

29/07/2016

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