Columnistas
13/06/2017

Octubre

Octubre | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

En un mes emblemático por hechos trascendentes de la historia mundial y nacional, en este año electoral de nuestro país será el momento para ratificarle el poder al neoliberalismo o manifestar el repudio popular a esas políticas. Estará en juego la autodefensa del pueblo, o la profundización de su agravio.

Osvaldo Pellin

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Mes emblemático, octubre. La recordación de hechos de gran trascendencia histórica lo hace particularmente observable.

En octubre se produce el descubrimiento de América, que para muchos no fue más que un encubrimiento para su despojo, incluido el genocidio sobre los pueblos originarios. Quizás el puntapié inicial de una oligarquía que aún hoy es uno de los poderes reales que maneja los asuntos del país.

En octubre ocurre la Revolución bolchevique que puso patas para arriba al mundo y lo escindió en dos bloques: por un lado las regiones de influencia soviética, y por otro las otras de influencia occidental y norteamericana. Durante un largo lapso el mundo vislumbró la posibilidad de la instalación del socialismo en vastas regiones.

Finalmente, y por nombrar tres acontecimientos solamente, en octubre ocurrió para los argentinos el 17 de ese mes de 1945, llamado luego día de la Lealtad Popular, cuando la masa espontáneamente rescata a Juan Perón de la cárcel.

Y ahora estamos frente al próximo octubre en este año, cuando se celebren elecciones legislativas en nuestro país, que servirán para ratificarle el poder al neoliberalismo o para manifestar el repudio popular a esas políticas.

Las opciones polares se dan con demasiada frecuencia en la historia argentina. Fue así para las elecciones presidenciales de 1946, donde la expresión “Braden o Perón” marcaba una dicotomía que en 1973 se expresó como “Liberación o dependencia”, y más decisivamente en 1983 como democracia o continuismo autoritario.

Interesante resulta encontrar, ante el proceso electoral inminente, los nombres de esta confrontación de extremos polares, que se ha señalado es la razón de una grieta social que separa ideológicamente a los argentinos. Se me ocurre que “neoliberalismo macrista o Nación inclusiva” suena algo complejo para que se difunda ampliamente. Pero al menos no viene tan mal para estamparlo en el curso de un texto como este, de difusión general.

Argentina corre el riesgo de encadenar su destino una vez más, pero ahora con mayor riesgo que en 2001, en manos de acreedores que se lleven del país sus ahorros, sus tierras, sus empresas públicas y su patrimonio nacional (lo que aún queda luego de la enajenación menemista, ya que fueron recuperadas por el kirchnerismo, como Aerolíneas e YPF y el sistema jubilatorio), más el agua que acarrean sus ríos y lagos ubérrimos, el apego a los hechos emancipatorios de su rica historia, la marginalidad progresiva de millones de argentinos que boyarán en una sociedad de dos velocidades: unos pocos ricos, y una mayoría viviendo en la indigencia.

Del resultado de la elección de octubre depende hacia qué lado oscile el fiel de las opciones.

Por eso, lo de ser Nación inclusiva caracteriza a las políticas que comiencen a cuidar a sus habitantes, a asegurarles salud, educación y trabajo. Mientras que el neoliberalismo macrista alude a imponer una sociedad clasista irreconciliable pero que sea capaz de naturalizar una convivencia entre los que están bien y aquellos que solo sobreviven.

Octubre nos abre las puertas, una vez más, para que juguemos casi ritualmente a la autodefensa del pueblo, o a la profundización de su agravio.

Es la democracia reconquistada en 1983 que aún perdura, la que nos da la oportunidad de seguir transitandola ejercitando nuestros derechos políticos y sociales. Si ese ejercicio se convierte en un aparato funcional del gobierno de Macri, con justicia amañada, sin garantías constitucionales y con los bienes socialmente producidos puestos al servicio casi exclusivo de los ricos y poderosos, deberemos sacrificar varias generaciones para recuperarnos como Nación.

29/07/2016

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